El 23 de junio de 2024 amaneció triste en Tarragona. Gris oscuro, casi negro. Al albor del día más corto del año, la Verbena de Sant Joan, el nastiquismo vivió una de las noches más largas de su historia reciente. De una crueldad inhumana. Insoportable. Ni sumando la tarde de Llagostera y la de Vigo (y multiplicándola por dos) se acercan a la desolación que dejó el ‘no-ascenso’ del Nàstic. Un revés tan duro que sus consecuencias resultan, ahora mismo, impredecibles. Al Nàstic le despertaron del sueño en el que se había convertido la temporada a porrazos. Sin contemplaciones. Con sarna. Con un ensañamiento injustificado. Ni por cien balones.
Solo queda mirarse al espejo y ver el reflejo de un equipo legendario. Una plantilla histórica. Unos futbolistas que no les hará falta el ascenso para que en Tarragona hasta los más pequeños recuerden sus nombres. Alberto Varo, Dani Parra, Nacho González, Unai Dufur, Pablo Trigueros, Iker Recio, Joan Oriol, Pol Domingo, Alex Tirlea, Marc Montalvo, Borja Martínez, Ander Gorostidi, Óscar Sanz, Andy Escudero, Álex Mula, Marc Fernández, Mario Rodríguez, Marc Álvarez, Jaume Jardí, David Concha, Maurizio Pochettino, Pablo Fernández, Gorka Santamaría y Alan Godoy, junto con el cuerpo técnico encabezado por Dani Vidal, Iván Moreno, Jordi Abella, Manuel Oliva, fisios, analistas,etc. Todos ellos hicieron lo que estuvo en sus manos para subir a Segunda División. Es imposible retraerles nada. Nada.
Fueron mejores en el verde. Incluso con diez futbolistas. Sacaron toda la competitividad y el fútbol que tenían dentro para ponerse 2-0. Dos goles al mejor equipo defensivo del grupo 2.
Soportaron todas las inclemencias posibles. Las amarillas rigurosas. Los golpes del rival sin castigo. Las interrupciones malaguistas durante toda la primera mitad. Los nervios propios. El delirio transitorio del árbitro Eder Mallo de interrumpir el encuentro y mandar a los dos equipos al vestuario porque desde la grada se lanzaban balones. Los minutos interminables. Ni siquiera se les puede achacar la última acción. La del gol del Málaga. Pura mala suerte. El efecto raro del despeje de Joan Oriol, el rechace del saque de esquina, el centro a la olla sin sentido, el golpeo defectuoso del futbolista malaguista, el rebote del balón en Varo, etc. Demasiada desgracia.
Hacía falta unas horas, algunos necesitarán días, para darle valor a todo lo conseguido. A una temporada idílica. Un año de disfrutar hasta el último segundo. De soñar. De volverse a sentir orgullosos del Nàstic. Lucir sus colores por toda España. Llenar el Nou Estadi. Despertar una llama que debe mantenerse encendida para alumbrar aún más fuerte el camino de regreso.
Marc Fernández, uno de los futbolistas más identificados con el club, vistiendo camisetas históricas a su llegada al Estadi en las dos eliminatorias de play-off, puso voz al sentimiento del vestuario: «Fue el peor día como futbolista que he pasado, y a la vez uno de los mejores». El jugador quiere «quedarme con lo positivo, que es mucho». En este sentido, destacó el sentimiento hacia sus compañeros: «No puedo estar más orgulloso de mi equipo, no os hacéis una idea, del trabajo, las ganas y el amor por este escudo que han tenido cada uno de los jugadores y miembros del staff... pocas veces he sentido algo así! Y para mi eso es un Éxito». También tuvo palabras para los aficionados: «Ver cómo os habéis volcado con nosotros, ver a pequeños y grandes disfrutando y llorando por este escudo, no nos han dejado subir, pero lo que no saben esque somos el Nastic y lo seguiremos intentando. Quiero daros las gracias por dejarme vivir lo que es ser un Nastiquer, esto me lo llevaré para toda mi vida!!». Como todos. Un día para no olvidar. Para lo bueno y para lo malo.