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Yorubalandia: una historia de fetiches y herencia brasileña

Xavier F. Vidal es periodista de viajes y responsable de comunicación de Loana Travel, agencia especializada en el golfo de Guinea

07 agosto 2022 09:32 | Actualizado a 07 agosto 2022 12:28
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Los yoruba son uno de los grupos étnico-lingüísticos más apasionantes de toda África occidental. En Nigeria, habitan en el sudoeste del país, y tienen no sólo un idioma sino también una religión propia. Conocer ese pueblo era uno de los principales motivos de mi viaje, como también lo era saber si la imagen que proyecta el país, tan negativa, se corresponde con la realidad. El país es caótico, sí. Pero la gente es de la más hospitalaria que he visto en mi vida.

Mi ruta empezó en Lagos, la capital económica. Una metrópolis apabullante, dinámica, parecida a un gran mercado al aire libre. La ciudad, construida en una laguna, se hunde progresivamente y a poco que caiga un poco de agua, las calles se convierten en ríos, como fue el caso cuando estuve allí.

En la región hay otras ciudades de gran interés, como Oshogbo y Abeokuta. En la primera se encuentra el bosque de Osún, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Se trata de uno de los lugares más sagrados para los yoruba. Allí, se rinde culto a varias divinidades, especialmente a Osún, la diosa de la fertilidad, a la que se venera en el río que lo atraviesa. Es un espacio simbólico y metafórico y en cuya orilla se encuentran varios templos. La gente realiza ofrendas y se va a purificar. La religión yoruba fue llevada a América por la diáspora de los esclavos, mezclándose con las creencias propias de cada lugar: así, por ejemplo, en el Caribe se creó la santería.

$!FOTO: XAVIER F. VIDAL

Aunque Oshogbo está a escasos 230 quilómetros de Lagos, tardo en llegar más de seis horas en coche. Pero en este país, durante los largos desplazamientos, no hay lugar para el aburrimiento. Entre los atascos provocados por la mala situación del pavimento (los camiones se quedan trabados en los agujeros, los demás vehículos ocupan el sentido contrario y se montan así unos atascos monumentales), los vendedores ambulantes (de cosas necesarias para la conducción, como comida o utensilios para el coche y otras no tanto, como barras de ducha o teléfonos de mesa), el observar los curiosos nombres de los comercios, muchos de ellos con connotaciones religiosas, y la policía corrupta, cualquier trayecto por carretera es una pequeña aventura.

Hasta tres veces en un solo día me pidieron una mordida, desde policías inofensivos («dame algo para cerveza») hasta los más amenazantes, con palillo en la boca incluido, tal que si fuera una película («al cuartelillo que vas por no tener un permiso de visita»...permiso que de hecho no existe»).

Mi siguiente parada es Abeokuta, que me parece una de las ciudades más interesantes de todo el golfo de Guinea. Con montículos y pareciendo enclavada en la naturaleza, es un lugar lleno de edificios afrobrasileños; es decir, los que construyeron los descendientes de los esclavos que volvieron de Brasil al país de sus antepasados, especialmente viniendo de Salvador de Bahía tras la crisis del azúcar en el siglo XIX. Es una delicia pasear por sus calles, disfrutando de su arquitectura y de la amabilidad de sus gentes. También abundan los templos vudús, que se reconocen porque tienen una bandera blanca. Allí se hacen rituales, incluidos los sacrificios. El lugar para comprar lo necesario es el mercado de fetiches, muy impactante. Se trata de una especie de ‘farmacia’, como la que podemos encontrar en otros países donde el vudú está muy presente, como en su vecina Benín y donde también los yoruba son una de las etnias más importantes.

$!Yorubalandia: una historia de fetiches y herencia brasileña
Xavier F. Vidal acaba de publicar ‘Tripfulness. Seis años de viajes en solitario’, sus crónicas tras haber viajado en solitario por más de 30 países entre 2016 y 2021. No sólo explica sus viajes, también se pregunta qué es viajar y para qué sirve realmente.

La gente adquiere lo que el sacerdote le ha ‘recetado’ y que será utilizado en un ritual, ya sea para pedir buena suerte, fertilidad o resolver algún problema. El lugar es impactante y el olor, proveniente de todo tipo de animales disecados, es difícilmente aguantable. No hay nada de escabroso para los vendedores y compradores. Para ellos es un mercado normal, como los nuestros. Una joven bromea con la cabeza de un mono, que me coloca delante y hace como de ventrílocua con un muñeco. Se ríe. Yo me quedo boquiabierto.

Viajar por Nigeria es toda una aventura donde se pueden vivir los momentos más inverosímiles y desquiciantes. Desde su independencia del Reino Unido en 1960, Nigeria ha tenido innumerables presidentes, ha sufrido varios golpes de Estado, una guerra civil (con el autoproclamado Estado independiente de Biafra en 1960) y casos de corrupción para dar y tomar.

Nigeria es uno de los principales exportadores de petróleo pero su balanza comercial es negativa. El equilibro interétnico e interreligioso, y más con el avance islamista en el norte, es prácticamente imposible en un país virtualmente ingobernable. Pero para el viajero, Nigeria es un país apasionante, que ofrece emociones positivas y de un enorme interés. El país es caótico, sí. Pero la gente es de la más hospitalaria que he visto en mi vida. «Welcome to your home», me iban diciendo continuamente.

$!En Nigeria, habitan en el sudoeste del país, y tienen no sólo un idioma sino también una religión propia. FOTO: XAVIER F. VIDAL

Aunque Oshogbo está a escasos 230 quilómetros de Lagos, tardo en llegar más de seis horas en coche. Pero en este país, durante los largos desplazamientos, no hay lugar para el aburrimiento. Entre los atascos provocados por la mala situación del pavimento (los camiones se quedan trabados en los agujeros, los demás vehículos ocupan el sentido contrario y se montan así unos atascos monumentales), los vendedores ambulantes (de cosas necesarias para la conducción, como comida o utensilios para el coche y otras no tanto, como barras de ducha o teléfonos de mesa), el observar los curiosos nombres de los comercios, muchos de ellos con connotaciones religiosas, y la policía corrupta, cualquier trayecto por carretera es una pequeña aventura.

Hasta tres veces en un solo día me pidieron una mordida, desde policías inofensivos («dame algo para cerveza») hasta los más amenazantes, con palillo en la boca incluido, tal que si fuera una película («al cuartelillo que vas por no tener un permiso de visita»...permiso que de hecho no existe»).

Mi siguiente parada es Abeokuta, que me parece una de las ciudades más interesantes de todo el golfo de Guinea. Con montículos y pareciendo enclavada en la naturaleza, es un lugar lleno de edificios afrobrasileños; es decir, los que construyeron los descendientes de los esclavos que volvieron de Brasil al país de sus antepasados, especialmente viniendo de Salvador de Bahía tras la crisis del azúcar en el siglo XIX. Es una delicia pasear por sus calles, disfrutando de su arquitectura y de la amabilidad de sus gentes. También abundan los templos vudús, que se reconocen porque tienen una bandera blanca. Allí se hacen rituales, incluidos los sacrificios. El lugar para comprar lo necesario es el mercado de fetiches, muy impactante. Se trata de una especie de ‘farmacia’, como la que podemos encontrar en otros países donde el vudú está muy presente, como en su vecina Benín y donde también los yoruba son una de las etnias más importantes.

La gente adquiere lo que el sacerdote le ha ‘recetado’ y que será utilizado en un ritual, ya sea para pedir buena suerte, fertilidad o resolver algún problema. El lugar es impactante y el olor, proveniente de todo tipo de animales disecados, es difícilmente aguantable. No hay nada de escabroso para los vendedores y compradores. Para ellos es un mercado normal, como los nuestros. Una joven bromea con la cabeza de un mono, que me coloca delante y hace como de ventrílocua con un muñeco. Se ríe. Yo me quedo boquiabierto.

Viajar por Nigeria es toda una aventura donde se pueden vivir los momentos más inverosímiles y desquiciantes. Desde su independencia del Reino Unido en 1960, Nigeria ha tenido innumerables presidentes, ha sufrido varios golpes de Estado, una guerra civil (con el autoproclamado Estado independiente de Biafra en 1960) y casos de corrupción para dar y tomar.

Nigeria es uno de los principales exportadores de petróleo pero su balanza comercial es negativa. El equilibro interétnico e interreligioso, y más con el avance islamista en el norte, es prácticamente imposible en un país virtualmente ingobernable. Pero para el viajero, Nigeria es un país apasionante, que ofrece emociones positivas y de un enorme interés. El país es caótico, sí. Pero la gente es de la más hospitalaria que he visto en mi vida. «Welcome to your home», me iban diciendo continuamente.

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