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‘Y del cielo cayeron tres manzanas’, de Nariné Abgarián: Érase una vez en un lugar remoto

Un alegato por la diversidad y la pluralidad de un mundo cada vez más uniforme y vacío

08 febrero 2025 19:12 | Actualizado a 09 febrero 2025 07:00
Se lee en 2 minutos
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Marán, un pueblecito enclavado en lo más alto de las montañas armenias, es el auténtico protagonista de Y del cielo cayeron tres manzanas. Su autora, Nariné Abgarián, escritora rusa de origen armenio, fue nombrada una de las seis voces europeas más brillantes del 2020 por el diario The Guardian. Y eso es mucho decir, sobre todo si se tiene en cuenta la cantidad de libros que se publican al cabo del año, pero no cabe duda de que la historia de este pequeño pueblo, remedo de un Macondo armenio –Abgarián ha reconocido la enorme influencia de Cien años de soledad en su novela– y sus pocos habitantes, está a la altura del honorífico galardón otorgado por el prestigioso rotativo inglés. Si alguien siente curiosidad por conocer quiénes fueron los otros cinco afortunados y afortunadas, ahí van: el neerlandés Marieke Lucas Rijneveld, el sueco Andrzej Tichy, la irlandesa Naoise Dolan, el finlandés Hassan Blasim y la francesa Pauline Delabroy-Allard. Quitando a Andrzej Tichy y Hassan Blasim, los otros cuatro escritores y escritoras cuentan con obra publicada en nuestro país. Se escribe y publica tantísimo, que elegir solamente seis obras del mar de libros que inundan todos los años las librerías tiene algo de atrevido, e incluso de temerario. Más que nada por la certeza con la que uno acomete semejante tarea, a sabiendas de estar dejando fuera de la criba un sinfín de buenos libros. No me gustaría tener que verme en esa tesitura. En cualquier caso, Nariné Abgarián sí que es una voz brillante, y sorprende, sobre todo, por su capacidad fabuladora. En apenas algo más de doscientas páginas, la autora de Y del cielo cayeron tres manzanas logra hilvanar la historia de un lugar y sus gentes, a la vez que proporciona al lector un perfecto retrato de la esencia y el devenir más reciente del pueblo armenio.

$!‘Y del cielo cayeron tres manzanas’, de Nariné Abgarián: Érase una vez en un lugar remoto

Edición castellana:
Título:
Y del cielo cayeron tres manzanas
Autor:
Nariné Abgarián
Traducción: Irina Bulgákova y Manuel Ángel Chica Benayas
Editorial: Navona
Páginas: 248

$!‘Y del cielo cayeron tres manzanas’, de Nariné Abgarián: Érase una vez en un lugar remoto

Edición catalana:
Título:
I del cel van caure tres pomes
Autor:
Nariné Abgarián
Traducción: Marta Nin
Editorial: Comanegra
Páginas: 264




Con gran destreza, Abgarián nos descubre no solamente una tradición ancestral fuertemente arraigada en la lectura e interpretación de los sueños, el peso ineludible de las maldiciones y la providencia siempre salvadora de los milagros, sino también el paso –y los azotes, sobre todo los azotes– del siglo XX por aquellos lares. Las inclemencias de una meteorología siempre adversa, las hambrunas de una población abocada a la agricultura y a la ganadería, las guerras mundiales y sus diezmos cobrados en vidas, el eco lejano del nuevo orden mundial y una población cada vez más envejecida sin el relevo generacional de los más jóvenes, muertos la mayoría en los frentes, o lejos de la aldea, en busca de un futuro mejor más allá de la escarpada geografía que los vio crecer. Ya vemos pues que el panorama de Marán no es demasiado halagüeño que digamos. Toda su existencia está sujeta a la capacidad de resiliencia de sus habitantes y a su esperanza de vida. Resiliencia, esperanza de vida y cabezonería, en realidad, pues en este pueblo –conectado al mundo por un único cable telegráfico que trae las noticias tarde y mal– sus gentes han aprendido a conjurar la soledad y la muerte en compañía los unos de los otros. Anatolia, Ovanés, Vasili, Akop, Vano, Vaninka... La historia de uno es la historia de todos. Son memoria viva de Marán. Todos circulan de una u otra manera por la historia de Nariné Abgarián –incluso un pavo real tiene sus páginas de gloria en este libro–, pero es Anatolia la que carga con un mayor peso argumental. Su figura parece aglutinar todos los avatares posibles de la aldea. Los sueños, las maldiciones, los milagros y los azotes propios de la vida y los impropios de la Historia a los que uno irremediablemente tiene que aprender a resignarse. Su vida, tocada muy pronto por la muerte, ha transcurrido de desgracia en desgracia, sin un solo momento de solaz, de suerte que, con cincuenta y ocho años, se limite a esperar el fin de sus días. Pero ¿saben aquello de que no hay mal que cien años dure? Pues es así. Un amor auspiciado por todo el pueblo llega a Anatolia cuando menos se lo esperaba. Cuando ya no esperaba nada de la vida, esta se lo da todo. Porque nunca es demasiado tarde para volver a subirse a ella. Pero en último término, Y cayeron tres manzanas del cielo es mucho más que una historia de amor tardío y el relato de todos y cada uno de los pobladores de Marán, es sobre todo un alegato por la diversidad y la pluralidad de un mundo cada vez más uniforme y vacío.

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