Siempre que se hace una selección surge la pregunta de la razón de la misma. Un viajero experimentado tendría también su propia lista, que en parte y sólo en parte coincidiría con ésta. Esta selección obedece a los sitios en donde estuve, pero quizás es más importante los sitios en los que no estuve y deberían formar parte de la misma. La Asociación de Escritores y Viajeros (AVE) ha publicado recientemente un libro, Siempre nos quedará Cabinda, un título que expresa que siempre nos quedarán lugares por conocer, libros por leer, verdades por descubrir. A mí siempre me quedará Mashad, o cualquier otro lugar. Uno de las autores de Siempre nos quedará Cabinda, Ana María Briongos, recientemente fallecida, escribió en este libro su último artículo.
1.El Cairo. Es seguramente la ciudad que tiene más mezquitas del mundo. Alguien afirmaría que Estambul está al mismo nivel e incluso que las de esta ciudad son más espectaculares que las de El Cairo. Sin embargo, en mi opinión no hay punto de comparación. De la mezquita de Ibn Tulun del siglo IX, una de las más antiguas del mundo, a la de Mohammed Ali del siglo XIX han pasado 1.000 años, todos los estilos, todas las dinastías. ¿Una recomendación? Habría tantas. A mis amigos les digo que dediquen varios días a visitar una sola calle (al Muizz Li Din Allah) que ya estaba prácticamente como es ahora cuando el gran viajero Ibn Battuta la recorrió en 1325.
2.Harar (este de la actual Etiopía). A mediados del siglo XIX era una de las ciudades más cerradas del Islam. Fue en esa época en la que el viajero Richard Burton llegó entrar en ella sin mayores percances. Unos años después se instaló en la misma el poeta Rimbaud, que había cambiado la poesía por convertirse en un traficante de armas y seguramente también de esclavos. Hoy en la ciudad vieja hay una catedral al lado de la Mezquita de los Viernes, la supuesta casa de Rimbaud se ha convertido en un museo (realmente esta casa se construyó después) y en la puerta por donde entró Burton los turistas que buscan experiencias peligrosas pueden ver a las famosas hienas de Harar cuando salen al atardecer. Deben tomar un palo de unos centímetros y ponérselo por un extremo en la boca, dejando en el otro un trozo de carne. La hiena se acerca tranquilamente a una escasa distancia y te mira a los ojos antes de hacerse con la carne.
3.Nayaf y Kerbala (Irak). Las tumbas de Alí y la de sus hijos son objeto de veneración por los peregrinos que una vez al año dedican cuarenta días a llegar desde todas las partes del mundo a Nayaf y viajar desde allí a pie hasta Kerbala. Este ritual, que siguen fundamentalmente los de credo chií, conocido con el nombre de El Arbain está considerada la mayor concentración religiosa anual del mundo. Predominan dos colores, el negro y el verde, la muerte y la esperanza, el dolor y el gozo por la venida de un mundo mejor. Es aquí donde todo buen musulmán quiere ser enterrado.
4.Medina y la Meca (Arabia Saudita). Nadie que no sea musulmán puede entrar en toda la Meca y en el recinto sagrado de Medina alrededor de la tumba del Profeta. Los grandes viajeros del siglo XIX, como el ya mencionado Burton o Alí Bey, disimularon como pudieron y lograron entrar sin mayores percances; algunos otros perdieron la vida. Debo reconocer que saltarse la prohibición en pleno siglo XXI y entrar en el corazón del Islam te hace pensar si no o eres un insensato que en cualquier momento vas a ser detenido por la policía o lo que es peor vas a ser linchado por un grupo de fieles peregrinos. Para el no creyente, tanto los alrededores de la Tumba del Mensajero como los de la Kaaba, son lo más parecido a un crucero por el Caribe; para el creyente es el final de una experiencia que puede haber durado meses y hasta años, el cumplimiento de uno de los deberes de todo musulmán, un gozo extraordinario.
5. Mezquita de los Omeyas (Damasco). Igual que en la Mezquita del Profeta en Medina, aquí hay que venir a sentarse y pensar en tu vida, lo que has hecho, bien o mal, y lo que te queda por hacer, poco o mucho. Son lugares de reflexión individual, más que de oración colectiva. Son lugares que, pese a que se piense lo contrario, se puede hablar con el que se encuentra a tu lado, especialmente si también viene de fuera y especialmente si es musulmán. Para un cristiano lo que más puede sorprenderle es que dentro se encuentra la ’tumba de San Juan, aunque puedan existir discrepancias de que Juan estamos hablando. Todo en el fondo como en Jerusalén se confunde.
6. Mezquita de la Roca (Ciudad santa de Jerusalén). Dicen que Mahoma subió en sueños a los cielos desde aquí. Quizás la particularidad de este maravilloso edificio es que se sitúa en una explanada que tiene por muros sustentadores el lugar más santo de los judíos (el muro de las lamentaciones) y por calle lateral el principio de la Vía Dolorosa. Las tres grandes religiones monoteístas comparten un mismo sitio para creer, para sufrir y para odiarse. Ir a Jerusalén y subir a la Mezquita de la Roca, después de recorrer los cuatro barrios, es el final o el principio del descubrimiento de la Verdad, de una única verdad, no lo olvidemos.
7. Tumba de Alí en Mazar-i Sharif (norte de Afganistán). Reconozco que no entré, ni siquiera lo intenté, no hubiera podido seguramente. Poco importa si está aquí o no la tumba de Alí, el yerno del Profeta, creencia que se mantiene frente a todas las evidencias. Lo que importa en este lugar, como en todos los religiosos, es la fe, ese sentimiento que se impone a la razón y que hace ver lo que otros no ven. En realidad, no hace falta entrar en la tumba porque lo que te llama la atención, y lo que te impacta, es el fiel que deja sus ocupaciones, entra en el recinto y se dispone a orar. La burka femenina, blanca y negra, en ese sitio se convierte en un signo de belleza y no de opresión.
Ahora les toca a ustedes hacer su propia selección. Será mejor que la mía porque es suya.