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Si el circo es cultura, que lo gestione Cultura

El público no es tonto. Bajo la lona de una carpa cohabitan espectáculos con alto contenido artístico y otros de pésima calidad. Los ayuntamientos podrían discernir quién es quién a la hora de entregar permisos

24 agosto 2022 09:50 | Actualizado a 24 agosto 2022 09:53
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Siempre que pasa un circo por la provincia trato de ir. Es más, siempre recomiendo a alumnos y amigos que vayan, porque dentro de una carpa de circo suceden cosas y, la verdad, también está bien que pequeños y adultos desconecten un rato de redes sociales, YouTube y otras sugerencias que impliquen una pantalla táctil. Porque al final parece que nos gusten más los talent shows que los propios shows. Nos va lo resumido, lo fácil, el usar y tirar, y la cultura es justamente lo contrario: la cultura y el arte implican un discurso, y ser partícipes de ello es precisamente parte del juego. Se trata de consumir cultura. No hace falta que venga a contártelo un payaso. O tal vez sí, por la cuenta que le trae.

La semana pasada tuve la suerte de asistir a una de las últimas funciones del Circ Smile en la provincia de Tarragona de este verano, en Torredembarra. Han estado largo tiempo en la Costa Daurada, primero en Salou y luego en la capital del Baix Gaià. Ahora siguen su ruta por Sant Pere de Ribes y Sant Just Desvern (sí, se mueven: es lo que tienen los circos, hay que ir cuando están cerca). Hacía mucho que no asistía a una función del circo liderado por Álex Zavatta, y fue una muy grata experiencia. What-a-big-surprise! Hacía mucho que no los visitaba y, sin duda, este circo está trabajando con seriedad y honestidad y ya se ha hecho un merecido hueco entre las propuestas más destacadas de espectáculos itinerantes en Catalunya.

El espectáculo, titulado GaudíRem, arranca con una linda entrada de magia e ilusionismo, que sirve tanto de introducción como de epílogo del espectáculo, y ya deja bien claras las intenciones de agradar del Circ Smile, cuidando su estética, limpiando sus números y puesta en escena. En general, un espectáculo en dos partes muy íntegro, en el que destaca la aparición del ventrílocuo cómico Kenneth Huesca (una apuesta atrevida, no es habitual ver ventrílocuos en un circo) o el número de cable de Nicol Nicols (a veces dudo que buena parte del público entienda la enorme dificultad del ejercicio que realiza). Sin duda, uno de los caramelos de la función es el numerazo de roller skating de los hermanos Holler y Kimberley Zavatta. Según me confesaba hace unas semanas el Payaso Enrico (éste sí que no se pierde una fiesta circense) «éste número solo ya vale el precio de la entrada». Y no se equivoca: pistero, televisivo, complejo, completo y con una ejecución sobresaliente. Ver para creer. Un diez.

Sin embargo, no todos los circos creen en lo que hacen. No todos los circos luchan por narrar algo y seducir al público con realidad, tradición y buen hacer, como hacen estos circos de contenido claramente artístico, poniendo como ejemplos a los Raluy o el mismo Smile. Muchos otros, pese a estar amparados por la presencia de una carpa, hacen justo lo opuesto. Espectáculos pobres, sin contenido, un todo vale en los que la apariencia y una estética circense dan pie a espectáculos de circo acuático en los que, literalmente, no hay agua... o espectáculos de terror en los que el vestuario parece sacado de un contenedor de AliExpress. Para mí, son una estafa. Y esta es precisamente la auténtica batalla del circo tradicional actual: a veces piensan que su rival es el circo contemporáneo, cuando en realidad son todos estos circos segundones los que hacen que haya público que tenga serias dudas en comprar o no una entrada. Si el circo es cultura, que lo gestione Cultura. Los departamentos de Cultura de los ayuntamientos deberían tomar cartas en el asunto y discernir qué circos son arte y cuales son una feria a la hora de entregar permisos, y no permitir que todos pasen únicamente por Vía Pública con el único objeto de recaudar.

Yo prefiero ir a verlos todos: hay que ver películas malas para apreciar las buenas. Y también creo que el público debe jugar un rol en todo esto. No hay que esperar a ver ciertos números en un talent show. Vayan a verlos en directo.

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