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‘Pudin de Navidad’, de Nancy Mitford: Por una Navidad sin zorros

Con la lectura del libro podemos hacernos una idea bastante ajustada de lo que debían de ser las reuniones y las fiestas familiares en casa de los Mitford

15 diciembre 2024 06:24 | Actualizado a 19 diciembre 2024 12:07
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Estos son días de luces y adornos navideños en las calles, de casas y pisos que pugnan con el alumbrado urbano por iluminar la ciudad, de grandes grupos humanos trashumantes que se desplazan de un centro comercial a otro, de compras desaforadas, congeladores abarrotados y neveras que refrigeran por encima de sus posibilidades. Son días, también -nos lo recuerda la televisión con sospechosa insistencia-, de reuniones familiares, quedadas con los amigos, de ver a aquellos que no vemos con tanta regularidad durante el año -que por algo será...-, de volver a casa o salir (pitando) de ella para celebrar las fiestas fuera. Son días de excesos de todo tipo que terminan por desnortarnos un poco.

Uno termina por no tener claro ni siquiera si es mejor hacer de anfitrión o ir de invitado, cuando siempre es preferible ir a mesa puesta. Son días, en definitiva, que confabulan contra nuestra tranquilidad y que, a su término, más allá de unos kilos de más, dejan una única lectura más o menos esperanzadora para hacer frente a las futuras fiestas: con todo, siempre es de esperar que haya una familia más singular o rara que la nuestra, ¿no? Y, como siempre solemos recurrir a la desgracia ajena para mitigar la propia, la respuesta es sí. Nancy Mitford nos da la razón. Porque la suya sí que fue una familia singular. Miembro del clan Mitford, Nancy fue la mayor de los siete hijos que tuvo el matrimonio entre David Bertram Ogilvy Freeman-Mitford, 2º barón de Redesdale, y Sydney Bowles. Seis chicas y un chico.

Leer este libro antes de acometer las fiestas navideñas debería ser prescriptivo, pues proporciona la seguridad suficiente para saber que vamos a salir de ellas indemnes

Entre ellas encontramos a Diana, casada con el líder fascista británico sir Oswald Mosley, Unity, famosa por su amistad con Hitler, y Jessica, declarada antifascista. Todos y todas tenían sus cosas en esa familia. ¿Quién no pagaría por asistir a una de sus cenas de Navidad? Aunque eso ya no nos sea posible, con la lectura de Pudin de Navidad sí que podemos hacernos una idea bastante ajustada de lo que debían de ser las reuniones y las fiestas familiares en casa de los Mitford.

$!‘Pudin de Navidad’, de Nancy Mitford: Por una Navidad sin zorros

Título edición castellana: Pudin de Navidad
Autora:
Nancy Mitford
Editorial: Catedral
Traductor: Marcelo E. Mazzanti

Ilustrador: Jacobo Muñiz
Páginas: 312

Título edición catalana: Púding de Nadal
Autora: Nancy Mitford
Editorial: Univers
Traductora: Núria Parés

Ilustrador: Jacobo Muñiz
Páginas: 312

Compton Bobbin, hogar de Lady Bobbin, infalible cazadora de zorros y antibolchevique recalcitrante, está a punto de acoger otro año -para gran pesar de todos los invitados- el día de Navidad. La matriarca de la familia siempre se ha jactado de preparar las fiestas «con el rigor y la atención al detalle de un general que conduce a su ejército a la batalla». No deja ni un solo momento de diversión al azar o a la imaginación de sus invitados, que reciben sus órdenes en Nochebuena, órdenes que deben obedecerse bajo pena de muerte. No nos es posible saber qué tal fueron las fiestas de los años anteriores, pero las presentes no podían haber empezado peor: una fiebre aftosa se ha adelantado a la escopeta de Lady Bobbin y ha mermado la población local de zorros, desbaratando así todos sus planes. Como en un thriller, los invitados quedan a merced los unos de los otros. No queda otra que beber y hablar, beber y jugar a cartas, beber y chismorrear, y así sin fin, o hasta que lo permitan las reservas alcohólicas de Compton Bobbin.

A la dichosa fiebre aftosa se le suma una lista de invitados temible: Philadelphia, la rebelde hija de Lady Bobbin, Bobby, su hermano, inveterado holgazán, Michael, el pretendiente presuntuoso y aburrido de Philadelphia, Paul, un escritor de incógnito cuyo mayor logro en la vida ha sido escribir una novela de gran dramatismo que ha sido celebrada por la crítica como la novela más divertida del año, y un par de niños que ocupan su tiempo leyendo las necrológicas del periódico. Ya ven, para muestra un botón. Y eso que no hemos dicho nada de Squibby y Maydew, wagnerianos a ultranza y con una peligrosa inclinación pangermánica, o Amabelle Fortescue, de quien se dice que «al contrario que tantos otros miembros de su antigua profesión, era una mujer inteligente, culta y muy agradable». Con este elenco difícilmente podemos reprocharle nada a la pericia castrense de Lady Bobbin, que verá como Compton Bobbin se convierte en una fuente inagotable de enredos y despropósitos.

Leer este libro antes de acometer las fiestas navideñas, con todos sus excesos gastronómicos y sociales, debería ser prescriptivo, pues proporciona la seguridad suficiente para saber que vamos a salir de ellas indemnes. O lo haremos con el tiempo. Solamente debemos mantenernos alejados de los Cotswolds, sus aristócratas, sus escopetas y sus dichosos zorros.

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