<iframe src="https://www.googletagmanager.com/ns.html?id=GTM-THKVV39" height="0" width="0" style="display:none;visibility:hidden">
Whatsapp Diari de Tarragona

Para seguir toda la actualidad desde Tarragona, únete al Diari
Diari
Comercial
Nota Legal
  • Síguenos en:

Por unos años salvajes

En tierras del Danubio, libro inclasificable. A ratos crónica de viajes, a ratos diario personal, libro de memorias o ensayo sobre el presente y el futuro de la Europa de Denis de Rougemont

22 febrero 2025 16:39 | Actualizado a 22 febrero 2025 16:48
Se lee en 2 minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
0
Comparte en:

De la suntuosa —y etílica— noche vienesa de finales de los años veinte, falso espejismo de la Europa de entreguerras, al remanso de paz suizo de Neuchâtel, pequeña ciudad a orillas del lago que lleva el mismo nombre, hacia finales de los cuarenta. Y entremedias, Richard Strauss al piano, Elisabeth Schumann a punto para el lied, Budapest, barcos y trenes, castillos, aristócratas y el reencontrado amanecer parisino después de mucho tiempo.

En tierras del Danubio, libro inclasificable —a ratos crónica de viajes, a ratos diario personal, libro de memorias o ensayo sobre el presente y el futuro de la Europa de Denis de Rougemont— recoge las idas y venidas del autor durante veinte años por la geografía central del continente. La mayoría de los viajes fueron por placer, solamente unos pocos por obligación, cuando no hubo más remedio.

$!Por unos años salvajes

Título: En tierras del Danubio
Subtítulo:
Una geografía sentimental
Autor: Denis de Rougemont
Traducción: Marta Cabanillas
Editorial: Gallo Nero
Páginas: 176

Entre los segundos se cuenta un escarceo transoceánico. «Chimeneas, mástiles, campanarios, fábricas anodinas y letreros luminosos a pleno día. Los únicos vestigios del mundo natural (puesto que incluso el agua está canalizada) son tres islotes de piedra negra tomados por las gaviotas y que señalan dos pequeños faros que se ponen irregularmente en verde y en rojo. Todo lo que abarco con la mirada está hecho por el hombre, excepto las gaviotas».

Así es como Denis de Rougemont hablaba de Nueva York, traspasado por la pena de haber tenido que abandonar Europa poco después de escribir una columna demasiado afilada contra los gerifaltes nazis.

Pero para cuando este libro da inicio, durante una festiva noche de la Viena del año 1928, Nueva York todavía queda muy lejos, ni siquiera es un horizonte posible para Denis de Rougemont, y las «nubecillas de Atanasio», refiriéndose al advenimiento del fascismo en una carta que mandó a unos amigos pocos años después, todavía no han empezado a oscurecer el continente. Los veinte, pese a todo —pese a los tratados de Versalles y Trianón, germen de lo que vendría más tarde—, fueron unos años felices, de huida desenfrenada e insensata hacia delante, como si el mundo no hubiera flirteado (otra vez más) con el abismo durante la segunda década del siglo XX. Hay algo de esa inconsciencia en el fasto y la pompa de la noche vienesa, apenas percibida en instantes de lucidez entre trago y trago.

Son años, para Denis de Rougemont, de mucho trasiego, de búsqueda incesante e insaciable. Escribe en su diario «El viaje es una cuestión anímica y no de movilidad. Nunca se sabe adónde lleva un auténtico viaje, es una aventura que tiene más que ver con la metafísica que con la psicología» o «La vida es casi la misma en todos sitios, pero viajando la vemos mejor». Apenas un puñado de años separan las correrías de Denis de Rougemont por el centro del continente con las de Patrick Leigh Fermor. Es una lástima que nunca llegaran a cruzar sus caminos. El encuentro hubiera sido memorable.

El autor recoge las idas y venidas por la geografía central del continente

No es hasta años más tarde, en 1939, con el anuncio de que «el Führer ha pasado la noche en Hradčany» que empieza lo malo. Denis de Rougemont es muy consciente de estar viviendo los últimos viejos buenos tiempos. Primero fue Viena, luego Praga y luego fue la muerte de Europa. Y con ella el recuerdo de Salzburgo, Mozart, Rilke, Schubert... Todo ese imaginario cede ante el avance uniforme de la barbarie. El presente lo lleva de vuelta a su infancia, cuando la Gran Guerra apenas era para él algo que solamente les pasaba a los adultos. Es durante la tercera parte del libro que este toma una dimensión distinta. Algunas de sus reflexiones nos resultan demasiado familiares en nuestra Europa y en nuestro mundo como para pasarlas por alto.

«Estamos viendo que el mundo vira hacia una era extraña y brutal en la que ese modo de vivir, que es aún el nuestro, ya no puede controlar su destino». Lo más aterrador es que nosotros, a diferencia de quien esto escribía, sí que sabemos qué pasó poco después y cómo terminó todo y qué consecuencias tuvo y seguimos padeciendo. Por todo eso se entiende poco o nada que todo vaya siempre tan mal.

Que sigamos empecinados en tomar siempre el camino de árboles pelados y sembrado de podredumbre de la bifurcación. Si no hay consuelo en nuestra realidad, sí que lo hay en las páginas de este libro, con un Denis de Rougemont retornado finalmente a un hogar que, pese a todo, siempre lo esperó. Solo nos cabe esperar que nuestro hogar, sea cual sea, no se canse de esperarnos.

Comentarios
Multimedia Diari