Hay que darles las gracias a Klaus, Guillem y Rai, Stay Homas, porque han puesto música bonita a nuestras vidas, porque han parido canciones que son temazos, que ya forman parte de nuestro ADN y porque durante el confinamiento cogieron un cubo azul y todo su arte y nos alegraron todos los días de encierro desde su terraza barcelonesa. Son músicos de raza y buenos amigos que en ese momento compartían piso y, mientras muchísima gente se agobiaba por estar metida en casa, a ellos se les ocurrió la genial idea de componer, cantar, improvisar y regalar conciertos desde sus cuatro paredes y una azotea adornada con una guirnalda de bombillas como las de las verbenas de pueblo.
Han sido cinco años de locura, de enloquecer a miles y miles de fans y de ser imprescindibles en cualquier festival top, pero ha llegado al final; los tres amigos se quieren dar un tiempo para echarse de menos, para hacer otras cosas y posiblemente volver a empezar en un par o tres de años tal y como dice su propia canción. ¡Vaya manera de irse más bonita y espectacular! Tres conciertos con todas las entradas vendidas dentro del Festival Guitar BCN; dos de noche y uno de mañana que, sin duda, nos recordó a los conciertos de vermut que ellos mismos organizaban a través de las redes cuando estábamos en casa encerrados. Es curioso porque en todo momento se respiraba mucha emoción, por parte del público de todas las edades, pero sobre todo de los tres componentes, que ya les digo yo soltaron más de una lágrima en las tres citas.
Un escenario grande, lleno de músicos, con un gran despliegue de instrumentos de viento y un gran teléfono móvil convertido en pantalla donde se podían ver sus vídeos caseros grabados por ellos mismos en la terraza y que cuando los hacían poco se imaginaban que estaban haciendo historia y que esa «gamberrada de tocar con un cubo e improvisar», nos iba a encantar a medio mundo. No faltaron temas como Stay Homa, Confineo, Bright Side, La platja y hasta casi un total de treinta en dos horas de show donde los Homas se lo pasaron en grande, vivieron cada minuto y se dejaron la piel saltando y cantando porque sabían que era el final de algo suyo y que soltarlo no era nada fácil. Mucha, muchísima emoción, y lágrimas, también otras tantas, sobre todo, por parte de Klaus Stroink, quien a momentos no podía ni seguir porque no paraba de llorar. Sus otros dos compañeros de locura también se sumaban al drama y entre sonrisas y abrazos, a todas y todos se nos encogía el corazón porque este camino tan bonito de cinco años se acababa.
Los Stay Homas se van, pero seguro que siguen tocando con sus proyectos en solitario y quién sabe si algún día en alguna terraza del planeta la magia hace de las suyas y se vuelven a juntar a la hora del vermut.
Los tres amigos se quieren dar un tiempo para echarse de menos, para hacer otras cosas y posiblemente volver a empezar en un par o tres de años tal y como dice su propia canción
