Andaba el mundo perdido en busca de una serie épica, de calidad, que llegara a cubrir el vacío dejado por la multipremiada Juego de tronos. Todas las plataformas han trabajado con ahínco para encontrar la ansiada gallina de los huevos de oro. Pues bien, todo apunta a que quien ha conseguido dar con la tecla correcta ha sido Disney+.
El pasado 27 de febrero estrenó Shõgun, una miniserie compuesta por diez capítulos, de emisión semanal, que está siendo todo un éxito de audiencia y crítica para la plataforma.
¿De qué trata?
Es una adaptación original de la novela bestseller de James Clavell de 1975, creada para televisión por Rachel Kondo y Justin Marks. Está ambientada en el Japón de 1600, en los albores de una guerra civil que definirá un siglo. El productor y actor Hiroyuki Sanada da vida a Lord Yoshii Toranaga, que lucha por mantenerse con vida mientras sus enemigos del Consejo de Regentes se unen contra él.
Cuando un misterioso barco europeo aparece abandonado en un pueblo pesquero cercano, su piloto inglés, John Blackthorne (Cosmo Jarvis), llega cargado de secretos que podrían ayudar a Toranaga a inclinar la balanza del poder y acabar con la enorme influencia de los propios enemigos de Blackthorne: los sacerdotes jesuitas y los mercaderes portugueses. Los destinos de Toranaga y Blackthorne están irremediablemente ligados a su traductora, Toda Mariko (Anna Sawai), la última de un linaje caído en desgracia.
Mientras sirve a su señor inmerso en este tenso panorama político, Mariko debe compaginar su reciente amistad con Blackthorne, su compromiso con la fe que la salvó y su lealtad hacia su difunto padre.
Derroche de medios
Shõgun es una serie que va evolucionando lentamente, sin que ello quiera decir que es lenta, aunque parezca una contradicción, simplemente es que se toma su tiempo para introducirnos todos los personajes, que son muchos, y poco a poco ir haciéndonos una composición de lugar exacta de por dónde se mueve la trama.
El reparto, formado mayoritariamente por japoneses, aún siendo una producción estadounidense, es perfecto. Y el guion, acompañado de la música, fluye suave como el agua por un río.
Pero donde realmente brilla Shõgun es en su dirección artística. El diseño de vestuario, el maquillaje, las localizaciones... son simplemente una maravilla. La reconstrucción del Japón del siglo XVII es precisa y hace que el espectador viva una inmersión única. Otro acierto es mantener el idioma original y subtitular las intervenciones de los personajes japoneses. Le da credibilidad y carácter.
Si a eso le añadimos la mística de los samuráis, las intrigas palaciegas por hacerse con el poder y la lucha eterna entre católicos y protestantes, en un mundo donde todavía no había llegado la globalización, tenemos la fórmula perfecta del éxito.
Shõgun está a un paso de convertirse en historia de la televisión y nos hace disfrutar de principio a fin sin escatimar en esfuerzos para ello.