El secreto de la felicidad es dudoso, pero si existe uno de la tranquilidad, una parte de él esté muy probablemente en la comarca del Matarranya (Teruel). Esta se ubica en la parte baja de la franja de Aragón, justamente a cinco minutos de la demarcación de Tarragona, con la que limita a través de la Terra Alta y del Montsià.
La unión entre ambas tierras es innegable y existen muchos vínculos: sea, pues, la trayectoria histórica, la orografía, la cultura, las tradiciones y, también, el catalán.
Lo explican al detalle Javi y Alberto Moragrega, propietarios del hotel La Fábrica de Solfa, situado en la localidad aragonesa de Beceite, un paraje ideal para desconectar.
Su historia es particular. Y es que el edificio que hoy es hospedaje fue años atrás, como su propio nombre indica, una fábrica de papel.
Este tipo de industria surgió en el siglo XVIII en la zona por la riqueza de agua que había entonces, ya que esas aguas se utilizaban para mover las ruedas y así convertir el algodón en papel. Posteriormente, se trasladaron cerca de las grandes ciudades para reducir costos.
En la comarca del Matarranya eran trece las fábricas que había e incluso el mismísimo Francisco de Goya se sirvió de ellas para elaborar sus famosos grabados.
Los hermanos Moragrega adquirieron la construcción en ruinas en el 2002, y el establecimiento se inauguró en el 2009, hace ya quince años.
«Nosotros apostamos por la filosofía del slow travel, de ‘viajar sin prisas’», afirman ambos. Es por eso que su máxima está en el mimo hacia los clientes. «Sabemos que si nosotros los queremos a ellos, ellos nos querrán a nosotros», manifiestan.
Precisamente en esos cuidados que ellos promueven se encuentra la idea de potenciar los sabores locales y los productos de kilómetro cero. Es por eso que la experiencia se centra en el disfrute a través del territorio, motivo por el cual, como curiosidad, no hay ni un solo televisor en todo el hotel.
La empresa fue una de las primeras de turismo activo y ha visto cómo han evolucionado los visitantes de la comarca, que ya ve que el 20% de la población es de fuera; una inmigración diferente a la de otros territorios, ya que proviene de países del norte de Europa, que han invertido en el territorio.
Ese impulso ha provocado que el Matarranya haya pasado de 800 a 3.000 camas en veinte años y se haya convertido en un destino de referencia para el público mediterráneo por su gastronomía, su cultura y también por su relativa proximidad al mar.
Una gastronomía deliciosa y exquisita, comandada en el restaurante del hotel La Fábrica de Solfa, que cuenta con sol Repsol, por el chef Kike Micolau. Los platos apuestan por el producto local y maridan a la perfección con los vinos y los aceites típicos de la zona. Algunos de esos vinos provienen de la Terra Alta y, en el caso de los aceites, destacan los de Mas dels Castellans y los de Diezdedos, con sus diferentes variedades.
Tierra de artistas
El Matarranya es tierra de artistas. José Donoso, Carlos Saura, Gabriel García Márquez, Luis Buñuel, Mario Vargas Llosa, Mauricio Wacquez, Carlos Fuentes...
Todos ellos patearon la localidad turolense de Calaceite, cuyas calles encandilan a paseantes. Entre esas calles, se encuentra la Fonda Alcalá. Más que un restaurante.
Con 102 años de historia, ha atraído a muchas de esas personalidades. Una de las más destacadas fue Joan Perucho, literato y juez nacido en Barcelona, que protagonizó una de las historias más conocidas del territorio.
Corría el 1967 y Perucho tenía que ir a Moulins (Francia) a visitar a Pablo Picasso –años atrás, el pintor había vivido en Horta de Sant Joan, en la misma comarca donde residía Perucho–.
El escritor era amante de la cocina de la Fonda Alcalá, donde se elaboran ricas perdices, y Perucho pidió que se las cocinaran y las pusieran dentro de un bote en conserva para llevárselas a Francia. Cuando Picasso las probó, le transportaron a su juventud a Horta.
Actualmente, la Fonda va por la cuarta generación, pero mantiene esa cocina con raíces, que incluye su tierra tanto en exquisitos platos de ayer y de hoy. Es una muy buena muestra del hecho que Calaceite sea la capital cultural de la comarca.
Horta y el Matarraña, fronteras que no lo son
En el municipio de Cretas, con vistas a Lledó y a Horta de Sant Joan, se ubica la bodega Venta d’Aubert, que forma parte del proyecto de Solo Houses y que, además, ofrece muchas actividades como rutas y catas.
La Venta d’Aubert se sitúa en una ruta histórica que une Tortosa con Zaragoza. Con la construcción del ferrocarril y el triunfo del los vehículos motorizados empezó a cambiar la movilidad por completo, dejando estás zonas casi despobladas. Tras muchos años abandonada, la Venta d’Aubert fue reencontrada y rehabilitada en 1986 gracias a una pareja suiza.
Ese mismo año, plantaron nuevos viñedos con variedades tintas y blancas y en 1995 construyeron una nueva bodega que se amplió en 2001.
Menos de una década antes, empezó a nacer el hotel boutique La Torre del Visco, ubicado en Fuentespalda y que también es un retiro inmensamente deseado por artistas. El alojamiento es el único de todo Aragón que entra en el selecto club de los Relais & Châteaux.
Fue en 1993 cuando Jemma Markham y su marido Piers se encontraron con el terreno: una casa de campo del siglo XV en estado semiruinoso en una ladera con vistas a extensas tierras de cultivo, bosques y su propio río. Inspirados por la impresionante ubicación y el inmenso potencial de la misma, ambos iniciaron la restauración y el rediseño del espacio existente.
En 2013, falleció Piers, que se ocupaba de todo el tema culinario, Jemma se centró en el hotel y siguió adelante con un negocio que apuesta por la sostenibilidad –ya han instalado placas solares– y por el reaprovechamiento de absolutamente todo.
El chef actual del restaurante, que tiene una estrella verde Michelin, incide en esa idea y muestra el huerto del que el propio negocio dispone. En este sentido, lo más importante es que el producto sea autóctono y respetuoso con el medio natural.
Afirma también que, para comprar el pescado, baja a L’Ampolla, a una familia de pescaderos que cogen el producto en mano y mediante la pesca de anzuelo, no de arrastre. Todo ello mezclado resulta en un menú exquisito, poderosamente variado y divertido en cuanto a sabores se refiere.
Es uno de los grandes activos de este hotel, junto a su hospitalidad y al hecho de que el espacio es como una gran casa que, además de las habitaciones, cuenta con comedores, una bodega y hasta una biblioteca.
La Fábrica de Solfa y La Torre del Visco resumen a la perfección la idea por la que apuesta el turismo del Matarranya: poner al cliente en el centro para asegurar su disfrute y que este haga efecto a través de la vuelta a la comarca y del boca-oreja para sumar visitantes.
Emi y Jordi forman un matrimonio barcelonés que lleva más de veinte años acudiendo a la comarca y algunos de ellos hospedándose en La Torre del Visco: «Éramos escépticos la primera vez que vinimos, pero Matarranya nos enamoró», confiesan.
Aceites y vinos, productos kilómetro cero
Si hay dos productos que son marca de la casa en la comarca son el aceite y el vino. Marc Novo es representante de Mas dels Castellans, un proyecto familiar situado en Calaceite.
Sus orígenes se remontan al siglo XIX, por ello no se trata de una herencia meramente material, que se traspasa de generación en generación, sino que se corresponde con un sentimiento.
Marc forma parte de la cuarta generación e incide en la necesidad de controlar de cabo a rabo el proceso de preparación para imprimir de esta manera una calidad propia y casera.
Por ese motivo, Mas dels Castellans practica una agricultura respetuosa con el medioambiente. Trabajan con dos tipos de cosechas: la temprana y la tradicional, cosa que les permite producir dos tipos de productos muy diferenciados según el punto de maduración de la aceituna. Los principales tipos de aceite que comercializan son la variedas del empeltre –el autóctono– y la arbequina.
Esa cosecha temprana se recolecta a principios de octubre, para que el árbol se regenere completamente en la siguiente campaña. Se elabora el aceite, se filtra y se introduce en el tanque para embotellarlo.
También trabajan en un helado de aceite de oliva y en productos con chocolate, algo en lo que colaboran con el cocinero de Calafell Jordi Guillem, chef en el restaurante Lo Mam de Segur de Calafell y con una prestigiosa trayectoria.
Su gran apuesta es el oleoturismo, ofreciendo diversas catas de aceites e incluso, entre otras actividades, una ruta en segway a través de las fincas de olivos y del interior del pueblo.
El Matarraña es una comarca llena de cultura, vida y gastronomía. Un lugar ideal para desconectar y que esconde una infinidad de secretos en todos sus rincones. El más grande, el de la paz y la tranquilidad.