Diada de Sant Jordi. Los libreros madrugan para instalar sus paradas. Escritores, periodistas y editores se preparan para vivir un gran día. La novel·la de Sant Jordi, de Màrius Serra (Empúries), es una sátira de lo que se cuece en la trastienda de la celebración, con el Basté y la Terribas. Es la primera de Comas i Coma, una reedición con el objetivo de reunir las cuatro de la serie en una misma editorial: Jugar-s’hi la vida (Amsterdam), que Grup 62 reeditará; Fora de joc a Montserrat y El rol del Roc. La novel·la de Sant Jordi se ha traducido al castellano y al italiano y el reusense Pablo Martín lo ha hecho al vasco.
Metaliteratura. Una novela dentro de una novela.
Exacto. La trama juega con que en una novela de ficción escrita por Màrius Serra –Eleusis per Sant Jordi– que se desarrolla en una Catalunya que ya es República, mueren autores de bestsellers. Y esto, resulta que sucede en la realidad, cuando empiezan a morir escritores. Entonces, el primer sospechoso es Màrius Serra porque en su novela prácticamente le está diciendo al asesino ‘mira lo que tienes que hacer’.

Un asesino muy culto. ¿La cultura no exime de la maldad?
Este es uno de los prejuicios más extendidos. El malo típico podría ser alguien muy ávido de dinero, un empresario, como el Constantí Pagans, que con el nombre paga. Pero las herramientas para el bien o para el mal no dependen del grado de culturización de la persona, sino de su posición ética en la vida. Se puede tener mucha cultura y apenas ética. De hecho, muchos de los nazis más crueles y conspicuos eran hipercultos. La cultura no es un antídoto contra el mal y al revés. La gente que no está culturizada, incluso en el grado extremo de un analfabetismo o analfabeto funcional, que hay muchos, en el fondo puede tener unos valores éticos y solidarios o estar mucho más cerca de lo que entendemos por el bien que no mucha gente culta.
¿Sant Jordi lo inventó un señor que se apellidaba Clavel?
Sí. Un librero valenciano en Barcelona. Cuando escribí esta novela me di cuenta de que no me tenía que documentar porque hacía más de 30 años que salía a firmar durante la Diada. Realmente, nace como una feria comercial y coge esta dimensión cultural tan brutal. Es decir, si alguien se lo quisiera inventar hoy no tendría suficiente dinero ni imaginación. Es más bestia que el fútbol o los conciertos de rock. Saca a dos millones de personas a la calle, se venden dos millones de libros en una semana con el descuento. Es incomprensible. Cuando la novela se tradujo al italiano, hace dos años, el editor invitó a 12 periodistas de aquel país a Barcelona y fliparon, por la dimensión.
Usted pinta la trastienda, los codazos por salir en la foto, las cuchilladas... ¿El ego es el peor pecado de los escritores?
Más que un pecado, es el motor que hace que te lances a la piscina para que, de entrada, creas que lo que escribes es interesante. Cualquier artista tiene que dominar su ego, pero lo tiene que tener. En el caso de los escritores, la diferencia es que el día de Sant Jordi se hace visible. Es decir, la escritura es un hecho solitario, pero aquel día sales a la calle y te ponen al lado de 10 más y hay quien tiene una cola muy larga y tú no, lo que provoca situaciones que todos hemos vivido. Y sí, codazos para salir en una foto que después es como un sello en un diario.
Da un poco de pena ver a un autor sin nadie a quien firmar.
¡Claro! En el transcurso de los años he firmado al lado de unas reinas del porno, de Frank de la Jungla, del presidente de Cantabria, el Revilla. Una fauna... Tiene un punto de circo. En el fondo La novel·la de Sant Jordi es una sátira fundamentada en hechos reales y, al mismo tiempo, una declaración de amor. Una industria que da mucho dinero y notoriedad se ha ido transformando, a veces, en un circo de tres pistas con actores disfrazados. Pero también es genuino porque aquel día mucha gente que te ve por la calle, en mi barrio, te dice ‘hoy es tu día eh’, ‘¿qué tal este Sant Jordi?’. El resto del año no importamos, pero aquel día comprarán un libro y una rosa. Esta dimensión también forma parte del amor, pero es un amor crítico. Como lo queremos y lo conocemos bien, lo podemos satirizar.
De hecho, habla de la perdurabilidad. Siempre digo que los libros no caducan.
Esta es la gracia, que no caducan.
En la novela que hay dentro de ‘La novel·la de Sant Jordi’ mata a Vicenç Pagès, a Zafón...
A Pilar Rahola, Ildefonso Falcones... En aquel ámbito salían todos. Y los que realmente mueren en La novel·la de Sant Jordi, también tienen un trasunto. Por ejemplo, Pablo Cenoura, brasileño, que escribe de autoayuda... No cuesta mucho ver... Cenoura en portugués quiere decir zanahoria y los que comen zanahorias son los conejos. Y conejo en portugués es coelho.
Joe Bradeter es Jo Nesbo.
Sí, quería contar con géneros diversos, de novela criminal, infantil... Busqué cómo se decía en noruego com n’és de bo! y me salió algo así como Bradeter.
Y Màrius Serra...
Pensé que ya que hacía daño a tanta gente, más valía autoinmolarse.
¿Tiene una bola de cristal? Una frase dice ‘El editor Nil Illa habla como si lo hiciera ante el President de la Generalitat’.
No. Cuando escribí la novela, Illa no era ni ministro de Sanidad ni President de la Generalitat. Busqué el juego del nihilismo, Nil Illa.
También deja caer que la novela criminal es de segunda.
Yo lo noto porque, aparentemente, vengo de la novela seria. Y noto, primero que la crítica no la trata igual que mi última novela, La dona més pintada. Si hago una de Comas, no habla o habla diferente. Y segundo y más importante, escribir una novela negra o ludocriminal es muy difícil porque todo tiene que cuadrar. El lector no admite un final abierto. Para mí es una cura de humildad.
Comas es una persona real...
Fue el director del Festival Dau de Barcelona durante 10 años. Somos amigos desde hace 40 años. Pensé que sería mi Carvalho y se lo propuse, pero su pareja no quería salir, por lo que lo hice soltero. Esta primera novela fue la prueba. Las siguientes ya las pensamos juntos.
Toma decisiones tirando los dados. No esta mal, pero lo hace complicado.
Es un jugador avanzado. Siempre lo he conocido con unos dados en el bolsillo. Muchas veces los ha tirado y ha tomado decisiones.