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Livia Drusila, la más poderosa de Roma

‘Inteligente, astuta, fría, calculadora, envenenadora...’ Continúa viéndose bajo el prisma de Robert Graves en ‘Yo, Claudio’

05 abril 2025 20:53 | Actualizado a 06 abril 2025 07:00
Se lee en 3 minutos
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«Hablar de Livia Drusila es un desafío especial para un historiador porque es un personaje condicionado por la imagen histórica de la Antigüedad, por Robert Graves y su novela y la serie de la BBC. Un atractivo dibujo de una mujer inteligentísima, extremadamente astuta, fría, calculadora, capaz de hacer cualquier cosa para colocar a sus hijos en el trono». Con estas palabras arranca la historiadora Eva Tobalina su conferencia Livia, mujer de Augusto y emperatriz de Roma: vida y poder, disponible en el canal de YouTube Raíces de Europa. Seguidamente, la experta presentará a la audiencia a «una mujer igual de fascinante, pero mucho menos cruel», más de acuerdo con la realidad.

La imagen que de Livia proyectó Graves en Yo Claudio, y que después interpretó exquisitamente la actriz galesa Siân Phillips en la serie homónima, es la que predomina en la actualidad: la villana, la malvada, la envenenadora que hacía llegar sus ponzoñas hasta el extremo más lejano del Imperio para acabar con todo descendiente capaz de arrebatar la silla curul a sus hijos. Que Tiberio finalmente sucediera a Octavio Augusto como emperador, no mejora la percepción que de la emperatriz se tenía.

En la historia del Imperio Romano, Livia Drusila (59 a. C-29 d. C) fue la mujer más poderosa, tanto a la sombra de su esposo, durante el mandato de Octavio Augusto, como posteriormente, tras su muerte. Ambos se conocieron en el año 39 a.C. en una situación violenta. El padre de Livia había combatido contra Octavio (entonces Octaviano) y a favor de los asesinos de César. Su marido, Tiberio Claudio Nerón, con poco acierto para situarse en el mejor bando político, también se había aliado con los conjurados. Como modo de acercamiento entre enemigos, Octaviano les propuso un divorcio y que Livia pasara a ser su nueva esposa. En aquel momento ella era madre de Tiberio y estaba embarazada de Druso. Fue su tercera mujer. Nacía de este modo la dinastía Julio-Claudia. De la gens Julia (Augusto) y Claudia (Livia). Una unión que dio a Roma cuatro emperadores: Tiberio, Claudio, Calígula y Nerón.

Pérfida envenenadora

Sobre Livia pesan las muertes –sin pruebas– de Marcelo (sobrino de Augusto); Agripa Póstumo (nieto de Augusto); Lucio y Cayo César (hijos adoptivos de Augusto); Druso el Mayor (hijo de la propia Livia y hermano de Tiberio) e incluso se le acusa, tras cinco décadas de matrimonio, de envenenar los higos que Octavio Augusto ingeriría con seguridad. Estas son solo algunas.

Entre los historiadores de la Antigüedad, Tácito es el más crítico con ella. Sobre los higos dejó escrito en Los Anales: «Se le agrava la enfermedad a Augusto, no sin sospechas de alguna maldad en su mujer». Mientras, Suetonio se apoya en la rumorología cuando sostiene en Vida de los doce césares: «Algunos afirman que Augusto fue asesinado por Livia. Dicen que, al darse cuenta de que Augusto pensaba reconciliarse con Agripa Póstumo, lo envenenó, ya sea untando los higos que él mismo cogía del árbol, o sirviéndole uno envenenado». Daba a entender que un entendimiento con el nieto exiliado hubiera significado una lanza para Tiberio.

En relación a la desaparición de los herederos de Augusto, también Tácito apuntó en Los Anales: «Muerto Agripa, murieron también Lucio César yendo a gobernar los ejércitos de Hispania, y Cayo, enfermo ya con ocasión de cierta herida, volviendo de Armenia, por una apresurada sentencia del hado, o por industria de su madrastra Livia; con que muerto ya mucho antes Druso, quedó de todos los antenados sólo Tiberio Nerón, a quien al punto se volvieron los ojos de todos».

Retrato distinto es el que realizan las historiadoras Eva Tobalina y Patricia González Gutiérrez. Esta última, en Soror. Mujeres en Roma atribuye las críticas a la visión masculina, al doble rasero al juzgar a mujeres y hombres. Destaca que mientras Livia es retratada como una figura malvada por supuestamente envenenar a diez personas, Augusto es celebrado a pesar de sus acciones violentas, incluyendo genocidios de pueblos enteros.

El testamento

En cualquier caso, Livia fue la mujer perfecta para Augusto: decisoria en la sombra y modesta en público, como correspondía a los parámetros conservadores que proclamaba el emperador. Cuando en el año 14 d. C. este muere, el poder de su mujer, lejos de disiparse, se afianza. Eva Tobalina explica que en el testamento, el primer hombre de Roma adoptó a su mujer «como si fuera su hija» con el objetivo de que ella entrara a formar parte de su familia, la gens Julia. También estableció que, al igual que a él, se le concediera el sobrenombre de Augusta, con el que a partir de aquel momento se la conocerá.

El testamento quería evitar una nueva guerra civil entre los romanos. Sin embargo, supuso no pocos problemas para Livia y su hijo Tiberio. Le daba a la emperatriz estatus oficial como matriarca de la familia imperial y le permitía continuar participando en la vida pública. En la práctica, los senadores iban a presentarle sus respetos, como lo hacían en vida de Augusto. Hasta el punto de que el político, militar e historiador romano, Dion Casio, la consideraba coadministradora del Imperio. Todo ello lo vio Tiberio como una injerencia, quien llegó a evitar reunirse con el Senado cuando sabía que los senadores venían de visitarla.

No todo fue negativo: Livia recibía honores públicos y se la tratada frecuentemente como figura casi-divina. Sus estatuas eran modelo de virtud romana. Y en su favor, Dion Casio rompe una lanza cuando defiende su predisposición a mejorar las condiciones de vida de los romanos.

A la muerte de Augusto, Livia se retiró a su villa de Prima Porta, a las afueras de Roma, y mandó realizar para ella una copia en mármol de la estatua original en bronce del emperador. Se trata de Augusto de Prima Porta, efigie de la que Tarragona luce una copia en el Passeig Arqueològic. Regalo del Duce a la Tarraco Imperial de la Segunda República.

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