Cuando ves una obra y la conectas rápidamente a su creador, sin haber detectado su firma o conocer su autoría, es que realmente ese artista tiene un sello indiscutible. Un estilo particular y personal que lo hace intransferible. Ese algo sucede con Laura Agustí y sus ilustraciones: sus finos trazos, sus dibujos llenos de detalles, sus pulcras y elegantes obras en blanco y negro, sus personajes con delicadas cabezas de animales fundiéndose en un cuerpo humano... son sinónimo de que detrás de esas maravillas andan sus manos y su sensibilidad infinita.
Tras Gatos en la cabeza, Agustí llega con un nuevo libro plagado de mininos, pero con un tono mucho más íntimo, ya que buena parte es un retrato autobiográfico y una bella narración de su preciosa relación con su gato Oye.
La infancia en Valdealgorfa con sus abuelos marcan su personalidad, su pasión por el dibujo y su amor infinito por los animales y la naturaleza. Tanto, que muchos incluso los lleva dibujados en su propia piel. Esas largas frías tardes de invierno en el pueblo, entretenidas con los libros, los dibujos y las manualidades junto a su hermana Marina, serán el germen de su bello trabajo.
Con 16 años, Laura da el salto a Bachillerato y debe marcharse de su pueblo para estudiar en Teruel y posteriormente, se trasladará a Altea a estudiar Bellas Artes. Son varios años en los que Agustí no puede convivir con animales, algo que la inquieta irremediablemente, «mendigando caricias y dando de comer a algún que otro gato callejero que aparecía a mi paso». Acostumbrada a compartir su vida entre árboles, montañas, canes, felinos, aves y pequeños bichitos, en cuanto inicia su vida junto a su primer gran amor, Nacho, en Barcelona, decide adoptar un pequeño gatito. Curiosamente, ese pequeño siamés era uno de los cachorros que tuvo Laurita, una bella gata color carey que pertenecía a su tía Lourdes y a la que le puso ese nombre en honor a su sobrina porque no pudo llevarse a la gatita.
Durante muchos años, a través de las redes sociales (@lalauri), Agustí ha mostrado el día a día con ese siamés de profundos ojos azules, al que bautizó como Oye, «para aumentar las posibilidades de que me hiciera caso en cuanto dijera su nombre», a ratos junto a también su perro Crasti. Sus seguidores conocen a fondo ese sillón desvencijado por las garritas de Oye, sus delicadas poses frente a alguna de las plantas del piso, esos momentos acurrucados con Crasti, su elegancia mientras ‘revisaba’ los trabajos de Agustí y el profundo dolor de Laura cuando Oye falleció. Aunque Historia de un gato es mucho más, una parte importante es el bello homenaje a todos los animales de la vida de Laura, pero sobre todo, a su eterno Oye, a quien le unía un vínculo único.
Además de su personal aventura animal, el libro es también un repaso a la historia exclusiva de los gatos, partiendo de distintas civilizaciones que demostraron su amor, admiración y respeto hacia esta especie. Como especialista en la materia, Agustí también nos regala un paseo por la historia del arte, donde ilustra y narra cuadros específicos con representaciones felinas o las particulares relaciones de distintos artistas, como Miró, Picasso o Warhol con sus gatos. Mención especial merece el considerado ‘pintor de los gatos’, Louis Wain.
Pero es, además, un libro lleno de consejos, tanto en la adopción, como la adaptación, ante la llegada de un cachorro o los cuidados para un gato anciano, pistas para una buena convivencia entre perros y gatos o la gestión del duelo ante su pérdida.
Sin duda, Agustí es una autora imprescindible para los que amamos a los animales.