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Marta Nin: «Los pueblos originarios de América siguen en resistencia»

‘La historia que me persigue’ es la primera novela de la autora tarraconense

01 marzo 2024 07:00 | Actualizado a 01 abril 2024 20:00
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El joven indígena Kalapakta, perteneciente a la cultura Selk’nam de la Tierra del Fuego, lucha por sobrevivir al genocidio de su pueblo. Paralelamente, Elvira, una joven italiana arrancada de su casa, intenta adaptarse a una familia burguesa de Barcelona. Estas dos realidades a priori inconexas, acabarán encontrándose. Ambos son los protagonistas de La historia que me persigue (Irradiador), la primera novela de la tarraconense Marta Nin.

¿Cuándo empezó a perseguirle esta historia?

En 1999, durante un viaje por la Patagonia chilena. En Punta Arenas entramos en un museo salesiano y me quedé cautivada por una fotografía en la que aparecía un conjunto de indígenas Selk’nam con un señor occidental. El pie de foto decía, grupo de indígenas mostrados como caníbales en la Exposición Universal de París de 1889. Allí arrancó. Justo París, en una exposición que celebraba los 100 años de la Revolución Francesa, lo que para nosotros, los europeos, suponía la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y en un momento de mi investigación me di cuenta de que un niño que aparecía en la foto, Kalapakta, lo trajeron secuestrado a Europa con unos nueve años y después regresó, tras un periplo por el continente mostrado como caníbal en circos y exposiciones.

¿Qué ocurrió a su regreso?

Lo acogieron en una misión salesiana, por lo que no pudo volver con su pueblo y empezó un proceso de culturización. Pero se convirtió en el coautor del primer diccionario de la lengua Selk’nam al español. Al final es un puente entre las dos culturas. Me pareció que tenía una historia preciosa de vida.

¿Todos los personajes son reales menos Elvira, la otra protagonista?

Ella, su primo, que es como su alter ego y algunos de los amigos que aparecen. Para contar la historia de Kalapakta necesitaba explicar qué Europa había en aquel momento y esto lo hace Elvira, una niña italiana a la que también sacan de su entorno cultural y la plantan en Barcelona con una familia acomodada, que existió. A Lluís Martí-Codolar le gustaban mucho los animales y se los compraba a Darder, que fue quien nos mostró el bosquimano, el negro de Banyoles.

$!Marta Nin: «Los pueblos originarios de América siguen en resistencia»

Animales que Elvira pinta.

Ella se encontraba sola y los animales fueron su primer lugar de paz. La novela necesitará transitar por una época de la ciencia, en la que Darwin nos dirá cómo hemos evolucionado. Como ella trabajaba con Darder, los animales fueron muchas veces sus referentes para interpretar el mundo.

La dicotomía entre la razón y la fe.

Sí, por una parte la ciencia y, por otra, la fe a través de los misioneros que llegan a América, que está explicada a partir del primo de Elvira.

Una mujer en un mundo de hombres.

Evidentemente. Elvira es una mujer que vive en un mundo de hombres porque le interesa más que lo que la sociedad ha decidido que es su mundo y esto la hace ser una persona más libre que sus primas, por ejemplo. Y es una persona que también se dará cuenta de lo difícil que es todo porque ella cree que cuenta más de lo que realmente cuenta ya que, al final, para los demás es solo una mujer y esto también me lleva a la mirada del otro, a quién es el otro. ¿Por qué la historia que me persigue? Porque esta historia me ha perseguido, pero a todos los personajes les persigue una que no es la suya. A Elvira le persigue la historia de ser pelirroja, de la locura de su madre, la de ser una mujer en un momento en que estaba muy claro lo que tenías que hacer y si no, eras peligrosa; a Kalapakta le persigue la historia del canibalismo, a la que él no pertenece; al capellán también le perseguirá una historia más allá. Y la novela también habla de la capacidad que tenemos de señalar al otro, sin darnos cuenta de que a veces esto se gira y nosotros seremos el otro. Si fuéramos capaces de hablar siempre de nosotros, la sociedad avanzaría por otro camino.

Es la historia de un exterminio indígena.

Los pueblos originarios de América siguen luchando por existir, siguen en resistencia. La cultura Selk’nam se dio por desaparecida durante el siglo XX y mientras yo escribía la novela, un grupo de indígenas empezó a reivindicar su existencia. Entonces, ha sido una lucha contra una segunda desaparición y han conseguido que el gobierno de Chile reconozca que siguen vivos. Pero el exterminio de los pueblos indígenas en América fue total. Primero con Colón y después cuando estos países se hicieron nación. En este sentido, la novela tiene tres patas, la europea, la de Kalapakta y la de los nuevos países, Argentina y Chile. Y en cuanto a los personajes, hay uno muy importante que es el diccionario. La novela va rescatando palabras, reivindicando que esta lengua aún existe.

¿Qué ha supuesto para ellos?

Todo. Lo han perdido todo. Los Selk’nam llevaban 6.000 años viviendo tranquilamente en Tierra de Fuego con sus espíritus, su cultura, su lengua, con un control de la natalidad brutal cuando de repente llegaron los primeros exploradores. Es un momento en el que no se le daba ningún valor a la vida de los Selk’nam. Por tanto, hubo un exterminio feroz.

Todavía hoy pasan estas cosas.

Porque todo el planteamiento económico neoliberal es muy exterminador con todo lo que no produce. Personalmente, ahora entiendo cómo es Europa en ciertas cosas si fue capaz hace dos siglos de un comportamiento de este tipo.

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