Nanga vive con su hermano Rai, su padre y su abuela en la llanura australiana. Tras perder a su madre, debe convertirse en la nueva mujer-agua del poblado, la siguiente N’Wone, papel que pasa de generación en generación y que cumple con la fundamental tarea de encontrar agua en pleno desierto. Sin embargo, Nanga tan solo tiene ocho años, ¡es demasiado pronto! La mayoría piensa que no está preparada, incluida ella. Aun así, cuando el agua del pozo de su pueblo empieza a escasear, a mezclarse con barro, no duda en partir con su hermano Rai en un viaje peligrosísimo que traspasa los límites conocidos, para buscar un lugar seguro en el que disponer del agua que todos necesitan.
Con una prosa sencilla y sin rellenos, Ricardo Gómez elabora una extraordinaria novela llena de sensibilidad y delicadeza, que aborda un tema fundamental, como es la escasez del agua. Para lograrlo, adentra al lector en la vivísima tradición de las tribus australianas, con su amor por la música, por la herencia oral; con ese misticismo mágico que envuelve a la naturaleza, como la Gran Serpiente Blanca colmada de puntos brillantes (de las vidas que han abandonado la tierra para unirse a ella), o esos árboles huecos cuyo espíritu utilizan para fabricar diyeridús (instrumentos con los que relatan historias legendarias).
La protagonista, Nanga, tiene una fortaleza de lo más inspiradora. Vive una gran evolución a medida que pasan las páginas. Al inicio es solo una niña que ha perdido a su madre, y todos esperan de ella algo que no se siente capaz de dar. Las mujeres-agua deben escuchar el agua debajo del suelo, esos hilos que pueden convertirse en ríos, una tarea difícil que exige un largo aprendizaje, pues «Del desierto no hay mapas. Las N’Wone son el mapa. En la cabeza de la niña van dibujándose marañas de líneas que llevan de unos lugares a otros. Entre medias, siguiendo ciertos indicios, a veces hay agua donde buscar». Su madre la estaba enseñando, su madre era la actual N’Wone y debería seguir siéndolo, pero tras una de sus salidas por el desierto, apareció sin vida. Y ahora Nanga, no solo debe asumir ese duelo por la pérdida de su madre y maestra, sino superarlo para poder sustituir la inmensa labor que ella realizaba. Además, hay una cuenta atrás, una presión añadida, representada por un pozo que se seca, un pozo del que depende su poblado. Su abuela, antigua N’Wone, y ahora Vieja Contadora de Historias, le recuerda de lo que es capaz con sus relatos, como esa leyenda que habla de los-dos-niños-viajeros. Sin embargo, como bien reconoce Rai en los momentos más difíciles de la travesía que comparte con su hermana: «En las leyendas, las cosas siempre acaban bien. En la realidad, nunca se sabe».
Las ilustraciones de Laia Pàmpols visualizan ese paisaje invadido de tonos ocres, y llenan de ternura escenas compartidas entre Nanga y su familia, pero también dan forma a lo más etéreo, como la música que sale de los diyeridús, o la creación de los lagos mediante las historias que relata la Vieja Contadora.
Los mapas del agua despertará la curiosidad de niños y niñas de nueve o diez años, que querrán saber más de esas vidas tan lejanas y genuinas, y admirarán la fuerza de Nanga, que como cualquier peque, solo debe creer en sí misma para lograr lo que se propone.