El dramaturgo y director Jordi Prat i Coll lleva L’Aranya de Àngel Guimerà hasta una tienda de ultramarinos de Girona de los años sesenta, muy parecida a la de sus progenitores, en la versión que se representará en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), entre el 30 de enero y el 9 de marzo.
La infertilidad y la infelicidad que conlleva la ausencia de hijos están en el epicentro de esta obra «incómoda», que se interpretó en catalán por primera vez en 1908 y que en el ámbito del teatro profesional no se ha visto desde 1924, el año de la defunción del dramaturgo, poeta y político catalán.
Acompañado de todo el equipo, al lado de la directora del TNC, Carme Portaceli, el director leyó en la presentación de la obra un texto que escribió al principio de los ensayos para que los actores supiesen cómo era su propuesta, una «transposición» de época que le ha servido para «liberarse del costumbrismo de Guimerà».
Tomó esta decisión al considerar que había concomitancias entre la peripecia vital de sus padres, al frente de Alimentació M. Prat, y lo que pasa en la obra original, en la que ha incluido algún personaje -un joven que, igual que él, es muy aficionado al Festival de Eurovisión- y ha cambiado el nombre de los protagonistas, ahora llamados Miquel y Rosa, como Miquel Prat y Rosa Coll.
Tienda y trastienda
En escena se podrá ver una tienda y una trastienda en forma de hogar, con unos muebles parecidos en el espacio en el que residieron los Prat i Coll hasta el año 1989, cosa que «marca». «La obra -subraya el director- es la misma y a la vez no tiene nada que ver; una adaptación que tanto tiene de Guimerà como de Prat i Coll. Ha sido una tarea muy minuciosa que no había hecho nunca. Apasionante. Lingüística para empezar y de búsqueda de anécdotas personales y familiares, más o menos encubiertas, para dar verdad a todos los personajes».
Para construirla, ha investigado en los años sesenta en Catalunya, donde la gente tenía «incorporadas las normas educativas del franquismo y el catolicismo, aunque hablaran en catalán en su vida ordinaria». El humor y el drama están presentes, igual que en el original, en una obra que, opina Prat i Coll, por primera vez en Guimerà «aparece el tema de la no descendencia», lo que le permite «sacar fantasmas personales no solo sobre el deseo, sino sobre las estructuras sociales», escribiendo, así mismo, «desde la homosexualidad».