«En Córcega es una cadena; en Polonia, un muro; en Italia, una valla. Para Lluís Llach fue una estaca. Durante mi investigación he encontrado más de 400 versiones y cuando el libro ya estaba cerrado, todavía salieron cuatro más. Más de 400 versiones en más de 40 lenguas». Son palabras del periodista musical Joaquim Vilarnau, autor de l’Estaca, el primer volumen de la nueva aventura de Enderrock, revista musical, ahora también editorial bajo el sello Enderrock Llibres. Vilarnau lo presentó ayer en la librería El Soterrani de Tarragona, acompañado por el músico Joan Reig y por el editor Jordi Novell.
Podrían pensar que con un recorrido internacional revolucionario o subversivo, el tema que Lluís Llach compuso más o menos inocentemente a finales de los años sesenta, es la canción catalana más traducida. «Pues no. Son Les tres Bessones», respondió categórico Vilarnau. A pesar de todo, l’Estaca ha viajado por el mundo poniéndose del lado de oprimidos y contestatarios.
Con prólogo del propio Lluís Llach, el volumen hace un recorrido por los contextos en los que se ha adaptado: «Es un libro que explica su aventura internacional revolucionaria», apuntó el editor, Jordi Novell. «Lluís Llach la escribió en Mayo del 68. Recordemos, la Primavera de Praga, la matanza de Tlatelolco, en la Plaza de Las Tres Culturas en México, la situación en España, en Catalunya. A nivel cultural también es el momento de Edicions 62, Enciclopèdia Catalana, Cavall Fort u Òmnium Cultural. Empiezan los Setze Jutges, de los que el último fue Llach», destacó Vilarnau.
«L’avi Siset em parlava; de bon matí al portal; mentres el sol esperàvem; i els carros vèiem passar. Siset, que no veus l’estaca; a on estem tots lligats?; si no podem desfer-nos-en; mai no podrem caminar!». «L’avi Siset existió. Era el abuelo de un amigo de Llach, que él adoptó. Y el prólogo es una carta en la que el cantautor le dice Si vieras ahora esta canción». En la presentación, Vilarnau explicó que Siset era un político de la República, muy represaliado durante la Guerra Civil. «No se atrevía a hablar de política, pero cuando iba a pescar con Llach le explicaba cosas y cuando nació la canción protesta, fue el protagonista. Llach la cantó durante un año y medio, después se lo prohibieron y empezó la mitificación». No podía haber tenido unas consecuencias más nefastas para el régimen de Franco, que la catapultó al estrellato.
Carta a l’avi Siset
En algunas versiones de L’Estaca, el abuelo no es tal, sino una persona concreta, un luchador contra el régimen establecido, siempre con el tono reivindicativo. El tema ha llegado a popularizarse de tal manera que en algunos rincones lo consideran autóctono. «Llach viajó a Polonia, donde lo tocó y defendió que era suyo. Los polacos se enfadaron mucho. Y todavía se enfadaron más cuando les dijo que era una canción de izquierdas», explicaron en El Soterrani. Algo similar ocurrió en el País Vasco, donde la consideraban una canción propia de aquellos lares.
Vilarnau y Reig llegaron ayer a la conclusión de que Lluís Llach no lo sabe todo de su criatura, de la que perdió su potestad hace tiempo en favor del público y con la que tiene una relación ambivalente. «De amor-odio», dijo Reig. «Extraña», señaló Vilarnau. «Había épocas en las que no la cantaba». L’Estaca ha pasado por unas cuantas dictaduras y regímenes opresivos. El sindicato polaco Solidaridad la adoptó como himno, un tema que los comunistas aquí cantaban y allí lo prohibían; contra Augusto Pinochet en Chile; contra Fidel Castro en Cuba; y las mujeres revolucionarias contra los talibanes en Afganistán. «Toda la gente fastidiada la ha convertido en su himno. Los últimos, en la Grecia del Amanecer Dorado, cuando una escuela que acogía a inmigrantes los recibieron a su ritmo y Bielorrusia, prohibida porque la canta la oposición contra Lukashenko. Es una canción viva».