Cito a Jacobo Bergareche (Londres, 1976) en el bar Estraperlo de Málaga. Llega alegre y optimista, y pide un Frangélico. Vive un buen momento. Acaba de estrenar la docuserie ‘En primicia’, que puede verse en TVE y tiene por delante una primavera llena de cenas en casa, una de sus pasiones.
Allí vive junto a sus tres hijas y su mujer, la artista Belén García-Mendoza. Aquí, en esta ciudad, en la librería Luces, presenta hoy su nueva novela, ‘Las despedidas’ (Libros del Asteroide), que confirma algo que ya muchos teníamos muy claro con sus anteriores libros: Bergareche es una de las revelaciones más apasionantes que se han dado en nuestra literatura actual.
¿En qué momento nace la idea de la novela?
No sé muy bien el momento exacto en el que brota en mí la idea, pero es sí que puedo decirte que ha sido un río ancho que ido nutriéndose y adoptando distintos afluentes y uno de ellos es la paternidad, quizá el más importante, aunque la novela vaya de otra cosa.
Otro podría ser la fragilidad del duelo, esa fragilidad en la que dejamos una puerta abierta para que entre un extraño y nos dé una repuesta desde la que podamos entender nuestro entorno y también la manera en que asumimos nuestro estatus. Lo cierto es que estamos más en el tener que en el ser, como le ocurre a Diego, el protagonista.
Sobre esa fragilidad del duelo, su primera novela autobiográfica ‘Estaciones de regreso’ (Círculo de Tiza), arranca así: «Mientras mi padre nos contaba por teléfono que habían asesinado a mi hermano pequeño ser podía ver desde el balcón, tras los setos de mirto y laurel donde termina el jardín, a una pequeña cierva que comía bellotas debajo de una encima». ¿Esa fragilidad sigue latente?
Sí, pero se serena y se transforma. El duelo empieza a curarse cuando dejas de vivir con el pensamiento puesto en él, aunque la vida siga volcada en esa ausencia.
Buscamos respuestas y no la encontramos en nuestro entorno porque lo que nos rodea también está roto, o suele estarlo; no podemos pedir ayuda a lo que necesita ayuda, o sí podemos hacerlo pero no nos atrevemos por pudor.
Los protagonistas se conocieron en un Burning Man. ¿Acudió a alguna de estas fiestas?un sentimiento agradable.”
No. Me han hablado mucho de ella amigos que sí han ido pero yo nunca he estado y ya desde luego no creo que aparezca esa posibilidad. Es como una romería pero para gente de Silicon Valley.
En ‘Las despedidas’ hay un giro en la forma de asumir la narración.
Efectivamente. Las otras dos están escritas desde el yo, y en esta tercera quería alejarme mucho del ahí. El esfuerzo de la novela no está tanto en la trama, sino en la construcción del personaje.
Descubrir todo los extremos y complejidades de ese personaje me interesaba más que la historia en sí, aunque ya él arrastre buena parte de la trama. Es una novela muy técnica en ese sentido. Quería hacer un libro que no fuese subrayable.
¿Cómo conviven su faceta de productor con la de escritor?
Esta novela la he hecho con la mente del guionista que parte de una estructura, de una escaleta. Aquí se nota que he trabajo que he tenido como guionista, mis años de oficio, aunque es algo que ya no lo soy y evito serlo por todos los medios.
¿Por qué?
Porque no es una obra terminada, es algo cuyo proceso no puedes llegar a controlar. El guion no es más que un punto de partida para una obra que se termina en equipo y lo que me gusta de la novela es que sea la obra en sí misma.
Quizá tenga que volver a ello si la novela se convierte en película.
Para que la novela vaya al cine tendría que enamorar a algún director. Eso para un escritor siempre es una buena noticia porque da publicidad y dinero, aunque también existe el riesgo de que puedan banalizar la novela y hacer un churro con ella.
La novela es muy adaptable por un lado y por otro el narrador de la novela es muy difícil de adaptar porque es una corriente de conciencia, y toda esa voz en off constante es difícil de sostener en la imagen. Ese es mi miedo, pero si alguien viene con cuarenta mil euros pues encantado, como si la hace Fernando Esteso.