Una persona a la que profeso cariño y devoción sin par, me contaba que una vez hallándose dando clases de nutrición para una prestigiosa universidad en el laboratorio de prácticas de cocina, se encontró con que una alumna se negaba a montar nuestra más famosa salsa elaborada a base de ajo y aceite.
La razón a la que alegaba la muchacha era que se hallaba en días menstruales con lo que sin duda se le cortaría el allioli. Se lo había dicho su madre, a la que se lo había contado su abuela.
Esta premisa, sin fundamento científico alguno, es una de tantas que conforman el ideario popular de la que muchos habremos oído hablar. De la reacción del docente hablaremos otro día.
De mitos y leyendas aprendí a dudar, en ocasiones a garrotazos. Un servidor, propenso a marearse en trayectos en coche, aún recuerda cuando mi señora abuela recomendó a mis padres que me pusieran una aspirina en el ombligo y me lo taparan con esparadrapo para un viaje a los pirineos desde Cambrils, a través de una carretera con más curvas y giros que un guion de telenovela colombiana.
No habíamos llegado a la Selva del Camp que ya había vomitado el salpicadero delantero desde el asiento de atrás.
El pobre Ford Sierra de mi padre olió a mis jugos gástricos mezclados con leche y krispies hasta el día de su venta. Tristemente un servidor volvió a la solución que ofrecía Biodramina por vía rectal.
Traumas infantiles aparte, y volviendo al hilo marcado en la entradilla, de mitos y leyendas está el imaginario popular lleno y en algunos casos se toma a pies juntillas como si de una realidad incontestable se tratara.
Por ejemplo, si yo le preguntara cuál es el alimento que mejor favorece el órgano visual, probablemente usted me respondería que la zanahoria. En este punto le otorgaría una medalla y le diría que sin duda es una respuesta acertada... aunque a medias.
Es innegable que la comida preferida por Bugs Bunny es una fuente magnífica de vitamina A, pero también es incontestable que otros alimentos contienen una cantidad parecida de esta vitamina como son la leche, las espinacas, las coles o el hígado que inclusive llega a decuplicar la concentración.
Entonces, ¿cuál es el origen del mito? Hay que hallarlo en una época en la que medio mundo se mataba con el otro medio. Concretamente en 1940 y durante la batalla de Inglaterra en la que la Luftwaffe o fuerza aérea nazi se lanzó sobre las Islas británicas.
Esta famosa batalla, que a la postre se convertiría en la primera derrota de Adolf Hitler, se luchó íntegramente en el espacio aéreo inglés. La Real Fuerza Aérea (RAF) mostró más pericia que un James Bond motivado a la hora de abatir los cazas enemigos, pero realmente ¿qué había detrás de esa inusitada puntería?
Pues que muchos de los aviones ingleses estaban dotados del novísimo ‘Airborne Interception Radar’, un escáner que permitía a los aeroplanos ingleses detectar con antelación, precisión y en cielo nocturno a los bombarderos alemanes.
¡¿Cuántas veces habremos escuchado este cuñadismo durante los ágapes a lo largo de nuestra vida?! Me encanta esa gente que en las celebraciones se espera antes de empezar a comer de forma estoica cuando sirven los entrantes, pero que se lanzan sobre el segundo plato sin que el camarero haya dejado la vianda en la mesa, cuales orcos hambrientos a grito de «el segundo no se espera».
Pero ¿qué hay de correcto en la frase que incita a no esperar al segundón? Pues más bien casi nada. De hecho, poco sentido tiene esperar en un momento determinado y no en el siguiente. Este tópico ha hecho mucho daño a los mandamientos protocolarios que se muestran bastante tajantes al respecto.
Señores, esperamos en el médico, en el banco y en todas las administraciones públicas; no caeremos en la desnutrición si esperamos unos segundos a que todos en la mesa estén servidos. Pero como todo en la vida hay excepciones en las que la lógica se impone.
De tratarse por ejemplo de un banquete con una mesa muy extensa podremos empezar si los de nuestro alrededor están servidos, sin duda nos sería imposible controlar a que las trescientas personas de la boda del primo Miguel del pueblo tengan su comida delante.
Habrá casos en los que el restaurante se retrase en servir algunos platos, en esta ocasión los demorados pueden autorizar al resto a empezar y más si se trata de recetas que hay que degustar a cierta temperatura (sopas, guisos, helados,...) Dicho queda. En la próxima celebración podrá corregir al que diga que el segundo no se espera, a la par que podrá amenizar la velada con algunos mitos y leyendas de la gastronomía.