Tras más de dos décadas dedicadas a la edición de sus obras, Teruel corona su labor con un perfil biográfico vibrante de la intelectual más poliédrica de la segunda mitad del XX. Eso sí, efectúa su tarea en clave literaria y subraya la gran “conciencia formal de nuestra escritora ante la elaboración literaria de la intimidad”.
¿Qué supuso para Martín Gaite reafirmar su poética a través de la literatura?
Una autoafirmación de sí misma y de su obra: el encuentro con un estilo y una voz. “La búsqueda de interlocutor” fue también el placer solitario de la búsqueda de una voz propia, que consiguió alternar con sumo oficio lo coloquial con lo poético, el pulso de lo cotidiano con la abstracción y la soltura del diálogo con la introspección.
¿Por qué la figura de la salmantina posee una significación cultural tan relevante hoy?
Por su uso de una lengua viva, por la presencia en su obra de los conflictos intergeneracionales y por la significación que otorga a los afectos y a la necesidad de comunicación con un oyente utópico. La equivalencia entre una buena conversación y el amor es una de las más hermosas metáforas que nos dejó.
Una pregunta que surge al leer la biografía. ¿Cómo pasaba el tiempo Carmen Martín Gaite?
Es una pregunta fundamental en cualquier historia biográfica, no para hacer una crónica detallada del día a día, sino para advertir los valores de una vida; en su caso, estos valores fueros escribir y dialogar.
¿Qué papel desempeñaron los premios en su biografía literaria?
En su vida hay tres premios que tuvieron una particular significación. El Nadal que afianzó su profesionalización literaria (a partir de “Entre visillos” decidió poner “escritora” en su DNI); el Príncipe de Asturias que fue para ella un milagro de resurrección tras la muerte de su hija; y la Feria del Libro de mayo en Madrid a partir de “Nubosidad variable”. Esto último no fue un premio, pero sí el máximo reconocimiento: el encuentro con su público lector, fiel y de todas las edades. He visto fotografías de la escritora en la Feria del Libro de 1963 y 1970, con “Ritmo lento” y “El proceso de Macanaz”, y aparecía sola: daba la sensación de que muy poca gente le solicitaba una firma. A partir de la década de 1990, fue la artista que soñó ser, aunque a mí no me parezcan sus mejores novelas.
Si pensamos en su última época, ¿a qué responde su necesidad de crear un personaje de sí misma?
A la necesidad de sobrevivir inventándose una vida. Los personajes de sí mismos no tienen edad, viven en una juventud antirreglamentaria, combaten el paso del tiempo con estridentes colores. Carmen Martín Gaite pertenecía a los seres dotados de narración, a los que no aguantaban la realidad y preferían contársela de otra manera, imaginar otra forma de surcar la rutina; por ello, la fascinación por representar, por desdoblarse, la acompañó siempre y con particular necesidad tras la muerte de Marta.
¿Qué lugar ocupa su epistolario, pese a no ser tan extenso como quisiéramos?
El epistolario de Martín Gaite, como el resto de sus escritos personales, forma parte de la obra misma, por la conciencia formal que exhibe ante el tratamiento de la intimidad. Las cartas tienen también autoría y no solo signatura. Revelan su interés por lo inconcluso, por los apuntes y tanteos donde cada acontecimiento es una encrucijada de posibilidades, como leemos en una carta a Juan Benet, en la que ella misma presenta los “Carnets” de Albert Camus como modelo de escritura por su informalidad y rotura. Las cartas quizá sean el género autobiográfico que más tienda a fijar la experiencia: demuestran lo que una vez nos importó, nombran el momento. Por eso los historiadores biográficos las valoramos tanto. El biógrafo tiene la impresión de que está en presencia de la persona, cuando lee sus cartas, y solo cuando las cita (y nos las parafrasea) comparte con los lectores su ilusión de que ha recuperado parte de una historia. Una de las grandes dificultades de esta biografía ha sido la búsqueda de misivas de la escritora. Ante determinados periodos de su vida, tenía la impresión de que no tenía ninguna fuente, de que partía de cero; pero siempre me acompañó un principio: nunca confundir vida con literatura, sino buscar sinergias.
En torno a los varones sesudos de su generación, ¿dónde se equivocaron ellos y ella acertó?
No me gustan los términos “acierto” o “error”, como tampoco los de “éxito” o “fracaso”: sugieren balances absolutos y todo son verdades a medias, sujetas a la relatividad de la propia experiencia. Nuestra autora asimiló el discurso de los hombres musa de su generación (especialmente de Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Benet, que también significaron para ella un estímulo), vislumbró sus carencias (que podrían sintetizarse en el cultivo del arte de la dificultad, la adoración de lo obtuso y un evidente menosprecio del lector) y se autoafirmó ante ellas. Frente a la artificiosidad y los tupidos textos, propendió a la precisión y a la sencillez, sin eludir la complejidad.

Carmen Martín Gaite
Una biografía (XXXVII Premio Comillas 2025)
Autor: José Teruel
Editorial: Tusquets, 2025