‘Me interesaba explorar ese tipo de disidencia no épica, que no estalla, pero que es inevitable porque surge del malestar’

Sara Mesa (Madrid, 1976) ha publicado Oposición (Anagrama), una novela sobre el trabajo dentro de la administración contada desde dentro: el retrato de la parálisis del sistema solo puede desembocar en la paradoja

22 abril 2025 14:32 | Actualizado a 23 abril 2025 12:00
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¿Cómo se relaciona esta novela con el ensayo Silencio administrativo?

Son dos libros que están muy vinculados, pero que a la vez son muy diferentes. Silencio administrativo lo escribí con voluntad de denuncia, tenía muy claro dónde quería llegar, mientras que Oposición es una novela y, como en toda obra de ficción, hay un mayor grado de complejidad e incertidumbre. Silencio administrativo parte de la visión de la burocracia desde fuera, desde los ciudadanos que la padecen, mientras que en Oposición el foco narrativo está en los funcionarios, que también padecen la burocracia aunque de otra forma.

La protagonista descubre que el sistema es paralizante y ella trata de rebelarse contra eso, como una especie de anti-Bartleby.

Podría decirse que la protagonista no quiere no hacer, como Bartleby, sino que quiere hacer otra cosa. No se niega a trabajar, sino que trata de encontrar un espacio de sentido dentro de una estructura que tiende a la deshumanización y que le resulta profundamente incomprensible. Lo paradójico es que cuanto más intenta ejercer su criterio, más se ve sancionada o desplazada. En ese sentido, es una rebelión muy íntima, casi silenciosa, pero también muy costosa. Me interesaba explorar ese tipo de disidencia no épica, que no estalla, pero que es inevitable porque surge del malestar.

Me interesa esa zona ambigua donde los términos administrativos se cargan de connotaciones emocionales y vitales

El título puede hacer referencia a la oposición a la que se presenta la protagonista, pero también puede ser oposición en el sentido de oponerse.

Me interesa esa zona ambigua donde los términos administrativos se cargan de connotaciones emocionales y vitales. La oposición administrativa no es solo un trámite para acceder a la función pública, también una forma de disciplinamiento, una competición cuyo final es la obtención de la plaza (lo que venga después importa menos). Hay una paradoja en que prepararse para una oposición pueda ser, en muchos casos, un acto de sumisión a una lógica que de fondo se rechaza: mucha gente llega ahí de rebote. Por eso también está la otra acepción en la novela: la de oponerse, resistir.

Una cosa llamativa de la novela es que, al transcurrir en el espacio de trabajo, apenas sabemos nada de la vida de la protagonista.

Tuve claro desde el principio que toda la novela tenía que transcurrir dentro del edificio administrativo, que está inspirado en uno que hay en Sevilla, y que es enorme, laberíntico y un poco disparatado. Lo que sabemos de la narradora lo sabemos por las informaciones que va soltando, por su forma de hablar y de actuar. Ella misma reflexiona en un momento dado y dice que el exterior se le está emborronando, mientras que el interior se le hace cada vez más imponente y preciso. Y así ocurre con todos los demás personajes.

El humor es muy importante en la novela, ¿apareció o lo buscaste?

Apareció, porque, por trágicas que me parezcan las consecuencias de la burocracia, también encuentro en ella elementos muy cómicos. Es un humor seco, que subraya lo ilógico de los procedimientos y que roza lo absurdo. Tiene que ver con las situaciones límites que se viven dentro del sistema: cuando se lleva la lógica administrativa hasta el extremo, lo que emerge es una especie de ironía involuntaria. También hay humor en la forma en que Sara observa el entorno, un humor que viene de su agudeza, de su inconformismo. Es una defensa. Reírse, aunque sea hacia adentro, es una forma de no sucumbir del todo.

El lenguaje nunca es neutro, y el administrativo menos aún: ordena, clasifica, excluye

Uno de los elementos fundamentales de la novela está en el análisis del lenguaje administrativo, a veces parece teatro del absurdo.

El lenguaje nunca es neutro, y el administrativo menos aún: ordena, clasifica, excluye. A menudo es una herramienta de poder que se disfraza de objetividad. Me interesaba mostrar cómo ese lenguaje puede alienar, cómo puede vaciar de sentido lo que nombra. En la novela, ese lenguaje genera una especie de atmósfera irreal, como de representación teatral donde todo se repite, todo está reglado, pero nada llega a decirse de verdad.

El libro tiene fugas: los poemas, por ejemplo, la trama con Sabina o el asunto de los gatos, que acercan la novela a otros géneros y atmósferas.

Son fugas, y no solo en el sentido musical, también como intentos de huida. No quería escribir una novela cerrada sobre el mundo laboral; quería mostrar cómo la mente de alguien atrapado en un sistema así busca salidas, incluso inconscientemente. Los poemas, la visión mágica de los gatos, la fascinación por otra persona... todo eso introduce zonas de ambigüedad, de afecto, de rareza, de deseo también. Rompen el tono monocorde, lo fisuran. Son momentos de suspensión dentro de una estructura muy rígida. Porque al final no estoy hablando ahí solo de la mera burocracia, sino de algo más grande, más fuerte, más sólidamente interiorizado por todos nosotros.

Tu novela engrosa la literatura sobre la burocracia, y en el propio texto incluyes guiños a esas obras, ¿cuáles fueron tus referentes en ese sentido?

Cuando hablamos de burocracia, no se puede escapar a la monumental sombra de Kafka, pero en este libro también están muy presentes las visiones del trabajo de oficina de Robert Walser y de David Foster Wallace. Me resultaron reveladores también los testimonios que recogió David Graeber en Trabajos de mierda, su ensayo sobre los trabajos inútiles y sin sentido, y por supuesto su ensayo sobre la burocracia, La utopía de las normas. Me interesan muchísimo los mecanismos de la obediencia, siempre tengo en mente Obediencia y autoridad, el libro de Stanley Milgran resultado de su ya canónico experimento, que tiene que ver con el trabajo administrativo más de lo que parece, y todas aquellas novelas que incluyen procesos o juicios para quienes se salen de las normas, desde el Desgracia de Coetzee al Teatro de Sabbath de Philip Roth.

$!‘Me interesaba explorar ese tipo de disidencia no épica, que no estalla, pero que es inevitable porque surge del malestar’

Oposición

Autor: Sara Mesa

Editorial: Anagrama

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