“Me llamo Banshee... Traigo la desgracia”, responde la joven líder revolucionaria irlandesa Banshee a Corto Maltés cuando le pide que marche con él al final de “Concierto en do menor para arpa y nitroglicerina”, una de las historias de Hugo Pratt reunidas en el álbum Las célticas. Es una de las pocas ocasiones en las que el marinero pregunta a una mujer si quiere marcharse con él. La secreta melancolía de las despedidas que atraviesa los álbumes con los que Hugo Pratt forjó el mito de Corto Maltés, se convierte en esta nueva entrega de la expansión de las aventuras del personaje en manos de Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero —las mejores manos— en una concatenación de reencuentros. Pero ni Banshee, ni el vasco Larregui ni Rasputín, convertido para la ocasión en sacerdote cristero ni la misteriosa Boca Dourada parecen traer buenos augurios.
“La muerte te acecha y habla español...” le espeta Boca Dourada, al principio de este espléndido álbum titulado La línea de la vida, al tiempo que le encarga conseguir unas figuras de jade maya expoliadas por el arqueólogo Edwar Herbert Thompson para venderlas a unos ricos compradores chinos. Bajo el augur de una aciaga intriga de predestinación, Canales y Pellejero, entreveran personajes reales como Thompson, el aviador Charles Lidbergh, el embajador estadounidense en México Dwight Morrow, el sacerdote José Reyes Vega y el general Enrique Gorostieta durante la Guerra de los Cristeros en México con los personajes creados por Pratt y confrontan, en una sabia emulación de los procedimientos narrativos de Pratt, a Corto con la sombra de la profecía de Boca Dourada en un constante ir y venir de entresueños, alucinaciones y recuerdos acuciados por la urgencia de un presente marcado por el horror de una guerra devastadora, vista siempre desde el lado de los vencidos, de todos los vencidos.
“Historias sin épica, llenas de barro y sangre” responde Corto, con el rostro velado por una máscara mexicana de la muerte, al joven reportero Yann Rêveur, que trata de reconstruir sus hazañas, poco antes de ser catapultado hacia una ensoñación de su infancia en Córdoba, junto a su padre, su madre, “La niña de Gibraltar” y el rabino Ezra Toledano, antes también de reencontrar a Banshee y de enfrentarse a una muerte que parece tomar verdadero cuerpo en el cadáver de Gorostieta, cuya presencia recuerda a la las imágenes del cuerpo del Che Guevara. Como la propia línea de la vida, alargada por un tajo de su navaja, que surca la palma de la mano de Corto Maltés, el personaje se convierte en un cauce para que la historia aparezca entresoñada, para hacer realidad la frase del siempre irreverente Rasputín, hacia el final de la historia: “Si no existieras, Corto, alguien debería inventarte”.
Corto Maltés. La línea de la vida.
Autores: Juan Díaz Canales, Rubén Pellejero
Editorial: Norma Editorial
Páginas: 78
Precio: 23€