La novia de Sandro
Autor: Camila Sosa Villada
Editorial: Tusquets
«Hay hombres que no merecen nuestras manos expertas en decir lo que el idioma no ha podido inventar», escribe Camila Sosa Villada en uno de los poemas que forman este libro. Es difícil añadir algo nuevo a lo ya dicho sobre lo que ella escribe y sobre cómo lo hace. Es difícil significar de rotundidad a lo que parece inquebrantable. Pero también la redundancia tiene algo de primicia, de vientos conocidos que lo anticipan todo. La escritora argentina ha sido una de esas personas que ha sabido llegar con palabras a ese sitio que el idioma aún desconocía. Y nos ha invitado a ver el mundo y a interpretarlo y celebrarlo de otra manera. No sé qué podemos exigirle a un libro.
Tras la clamorosa y necesaria acogida de ‘Las malas’ (2020) libro en el que contaba la historia de un grupo de travestis que se prostituían cada noche en el parque Sarmiento, y de ‘Tesis sobre una domesticación’ (2024) , novela que cuenta la jaula burguesa a la que una actriz se ve condenada, llega a este lado del atlántico ‘La novia de Sandro’, el libro de poemas que ya vio la luz diez años antes en Argentina, y esa demora en aterrizar por aquí, de nuevo de la mano de la editorial Tusquets, no ha impedido que suene a estricta novedad, no ha perdido nada de urgencia ni de ese nervio propio de su escritura, de ese extremo confesional que nos acaba interpelando desde lo más salvaje y esencial, también desde lo más tierno y familiar, la cocina de su madre, el orgullo gay con su hija o el colegio con su hermana: «Mi hermana y yo siempre fuimos las más feas de la escuela». Pero lo que también retumba en estas páginas son los amores, las decepciones y los encuentros todopoderosos: «Le pregunté mil veces lo que sabía de antemano, que / había mentido / que me había ocultado a los ojos de su familia y sus / amigos / para no incurrir en la vergüenza de confesar / que estaba enamorado de una travesti». Aquí la novia va contando amantes, conquistas y avatares, también narra su poética, su despojamiento de todo lo inútil («A esta edad, ni el amor ni el odio les reservo a los protomachos»), su madurez y los descalabros dentro de la madurez. Todo para llegar a ser eso, la novia de Sandro, ese «moreno, delgado y bien nutrido», es decir, pollón, que le hablaba mientras follaban. Ese hombre que tras leer este poema bien merece un libro o una rotonda. Y parece que después de todos los amantes más o menos regulares («Toda mi casa huele al perfume exquisito y humilde / que pudiste comprar / con tu sueldo de profesor en un país como este»), de todos los hombres, Sandro fue el «único con el que poder jugar un poco con las palabras haciendo la cosa mala». Y añade: «era urgente la ciencia de su cuerpo dentro del mío».
Es urgente todo lo que tenga que ver con Sosa Villada.