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El siglo de Pau Casals

‘Querido maestro’ recoge todas sus cartas, desde 1893 hasta poco antes de morir, en 1973

20 abril 2025 20:42 | Actualizado a 21 abril 2025 07:00
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El maestro Pau Casals, el genio del Vendrell, pasó buena parte de su vida escribiendo cartas, «de dos a tres horas diarias», diría su biógrafo, Josep Maria Corredor. Un intercambio epistolar con la flor y nata de cada época, compositores, instrumentistas, poetas, políticos e intelectuales y que son el testimonio, no solo de un momento histórico, sino también de sus inquietudes, de sus emociones y de sus valores. Anna Dalmau y Anna Mora han recopilado durante más de diez años estas misivas, que ahora publican en Querido Maestro. Correspondencia de Pau Casals (1893-1973), Editorial Acantilado. «Son 80 años, desde que era un joven estudiante y se estaba formando en Madrid, ya que su mentor era el conde de Morphy, hasta pocos meses antes de su muerte. La última es de Josep Trueta, de 1973», explica Anna Dalmau.

Por sus páginas pasan desde Béla Bártok a Enric Granados, Eduard Toldrà o Manuel de Falla, Alexander Schneider, Ventura Gassol, Tarradellas, Francesc Cambó, Gaspar Cassadó o el presidente Harry Truman. Pero también sus mujeres, como Susan Metcalfe. Estos documentos confirman que el virtuoso del violonchelo era una persona de profundas convicciones quien, entre otras cosas, rechazó ser presidente de la Generalitat en el exilio. «Se consideraba músico, no político. Casi diría que esta antología es mejor que una biografía. Es su relato, es el epicentro. Fue una persona muy famosa, que viajó mucho, que vivió muchos años y que consideraba que tirar una carta a la papelera era como tirar un sentimiento y además quería responder él, personalmente, aunque al final lo ayudó su viuda, Marta Montañez», comenta Dalmau.

Son ocho décadas con más de 300 misivas que documentan el convulso siglo XX porque Casals fue testigo de los acontecimientos clave. La Revolución rusa, la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial con la Francia de Vichy.

$!El siglo de Pau Casals

De todas ellas, para Dalmau, uno de los aspectos más extraordinario fue descubrir al Casals más vehemente. «Después de estar tanto tiempo leyendo al músico serio, responsable, riguroso y con una integridad moral, me sorprendió muchísimo encontrarme con el lenguaje apasionado con el que se dirige a Susan Metcalfe. Si bien Dalmau y Mora se han zambullido en archivos y han viajado de París a Washington, la musicóloga revela que estas cartas las encontraron online. «No aparecen en ninguna biografía. Están publicadas gracias a la familia de Metcalfe, que quiso compartirlas, y las rescatamos con muchísima ilusión porque de la intimidad de Casals no se conoce prácticamente nada».

Un genio muy joven en la época de Susan y «también de Guilhermina Suggia. Con ellas lo único que tenía en común era la música, nada más. De ellas dice que fue una relación inadecuada». Después fue Francesca Vidal, «su mujer del exilio, con la que no se pudo casar porque ya estaba casado con Susan Metcalfe y como contrajeron matrimonio en Nueva York, no concedían el divorcio si no había adulterio. Fue un amor más tranquilo. Finalmente, se casaron in articulo mortis. La última en escena fue su viuda, Marta Montañez.

De los escritos también se desprende que el vendrellense era una persona que «ponía sus convicciones por encima del corazón y cuando tenía que tomar decisiones era muy estricto. Es decir, su integridad moral influía muchísimo», dice Dalmau. Esto ocurrió en innumerables ocasiones, lo que le llevó a prácticamente romper relaciones personales, como ocurrió con su alumno Cassadó. «Se querían muchísimo. Sin embargo, Casals lo consideró como un traidor. El maestro no entendía que aceptara hacer su carrera durante la Guerra Mundial, que tocara y viviera en la Italia fascista, que fuera por la España franquista, que tocara en Alemania. No lo podía soportar, no entraba dentro de sus esquemas. Al final, gracias a Yehudi Menuhin, que hizo de intermediario, pudieron arreglar las cosas y la relación se restableció». No obstante, esto no sucedió únicamente con Cassadó. Otro ejemplo fue Reine Gianoli, la pianista, a quien tampoco perdonó su gira por la España franquista y, por supuesto, su consabido silencio musical. Dalmau resalta que «cuando en 1946 vio que Gran Bretaña no haría nada para echar a Franco, decidió iniciar este silencio como señal de protesta. No quiso tocar más públicamente hasta que, gracias a los norteamericanos, con la excusa del bicentenario de la muerte de Bach, estos músicos, encabezados por Alexander Schneider decidieron ir a tocar a Prada de Conflent. De esta forma nació el festival, en 1950 y posteriormente lo haría el de Puerto Rico. Fue así como Casals renació». Sus amigos «no entendían que una persona con tanto talento dejara de tocar».

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