Jaume Moya tiene 22 años y ha accedido al mercado laboral de manera rápida. A pesar de su juventud, y después de haber cursado el grado superior de construcciones metálicas en el Institut Pere Martell, trabaja en la empresa Ipsum Proyectos Industriales, donde hizo las prácticas mientras estudiaba el segundo curso de su grado. «Conocía a un compañero que estudiaba y trabajaba, a la vez, en esta empresa, y fue él quien me animó a hacer las prácticas allí». Así fue. Ya en segundo, Jaume realizó sus 80 horas de conocimientos prácticos en Ipsum, donde quedaron contentos con su trabajo «y me ofrecieron seguir con ellos con un contrato, siempre con la condición de seguir estudiando». De momento, y a la espera de decidir qué otro grado superior va a cursar, este joven valora muy positivamente su acceso tan rápido al mercado laboral y recuerda que «siempre tuve claro que iba a estudiar algún grado de Formación Profesional. Y aquí están los resultados».
El testimonio de Jaume reafirma las conclusiones de un estudio realizado por la Fundación Universitaria San Pablo CEU y Randstad, que ha analizado la situación profesional de los titulados en Formación Profesional, tanto de grados medios como superiores, cinco años después de haberse titulado. Los datos son inapelables: Los graduados en FP, aunque con diferencias según el área de conocimiento y el título concreto, tienen una tasa de empleabilidad superior a la media española, en su mayoría logran trabajos estables y de calidad y están bastante satisfechos con la adecuación entre su preparación y las exigencias del mercado laboral.
Así, los titulados en FP, cinco años después de acabar sus módulos, tienen una tasa de empleo unos cinco puntos más alta que la media del país en su misma franja de edad y entre 14 y 15 puntos más elevada que quienes no pasaron de la enseñanza obligatoria o, incluso, la abandonaron sin graduarse.
Pero no en todos los casos es igual. Un 80% de los graduados en FP superior, los técnicos de mayor nivel, tiene trabajo a los cinco años de haber acabado, unos cinco puntos más que los procedentes de la FP media, que rozan el 75% de empleados. Esta no es la única gran diferencia. Quienes han cursado módulos superiores según el modelo dual –los que repartieron sus horas de formación entre el instituto y la fábrica o la empresa- tiene de media 12 puntos más de éxito con el empleo y un 13% más de salario, que los del formato tradicional, ventajas que se repiten prácticamente en todas las áreas de conocimiento cursadas con este sistema que en próximos años se generalizará a toda la FP.
Enormes diferencias
Pero, según este estudio, las grandes diferencias de empleabilidad las marcan la familia profesional del titulado y los estudios concretos cursados. Hay hasta 27 puntos de distancia entre la tasa de empleo y los perfiles más demandados y la de los de menos tirón. En el caso de la FP media, las ramas de actividad con más trabajo son las de instalador (87%), mantenimiento de vehículos (84%) y fabricación mecánica (81%). Y las que menos, las actividades deportivas y el comercio y el marketing (63%).
Si la lupa se pone en los ciclos superiores, las mayores tasas de empleo las tienen la familia de instalación (89%) y las de fabricación mecánica, mantenimiento de vehículos y electrónica, con entre el 86% y el 88%. Las más bajas son las de edificación y obra civil, artes gráficas y textil, madera y vidrio, con el 74%.
Josep Maria Pallarès, director del Institut Pere Martell de Tarragona, corrobora que «tal y como demuestra este estudio, los alumnos de FP tienen un elevado índice de ocupación. No obstante hay que matizar, aclarar y contextualizar, porque nuestro territorio tiene unas características y diferencias con otros».
En este instituto de Tarragona cada año pasan una encuesta a los alumnos que han acabado sus estudios el año anterior para saber qué están haciendo. En ella se miran dos aspectos. Por un lado, la ocupación (aquellos alumnos que siguen ocupados, bien porque han acabado un ciclo medio y siguen estudiando uno superior o porque combinan estos estudios con un trabajo). También se mira la inserción, la de aquellos que una vez han acabado de estudiar solo trabajan.
Esta encuesta del Pere Martell revela que, tanto en ocupación como en inserción, los niveles son altísimos. Por ejemplo, en la familia de electrónica, tanto el índice de ocupación como el de inserción son del 100%. En fabricación mecánica, igual, con un 99% de ocupación en el grado medio de soldador y del 95% de inserción en el superior de construcciones metálicas, «adaptando los contenidos a la petroquímica y al Port de Tarragona», incide el director del instituto. En automoción, los datos también son muy buenos, con una ocupación del 85% en grados medios (dependiendo de la especialidad) y con una inserción del 100% en grados superiores.
La clave del éxito
¿Dónde reside la clave para que los estudios de FP tengan tan buenos índices de empleabilidad? Para Josep Maria Pallarès, «la clave está en el nexo entre las personas, la sociedad y las empresas. Un pilar básico para ello es la relación que tenemos con el entorno empresarial y también la puesta en marcha de la modalidad dual. Centros y empresas tenemos que ir de la mano, saber qué nos hace falta en nuestro entorno. También es muy importante la orientación, ser capaces de saber las necesidades reales de nuestro territorio para orientar a los estudiantes. Este es un aspecto a mejorar por nuestra parte».
La buena relación que tienen estos estudios y el empleo explica que el número de titulados en FP se haya doblado en 15 años en España (más de 250.000 anuales) pese a la disminución de los jóvenes. En el caso del Institut Pere Martell, ha pasado de los 900 alumnos, una plantilla de 90 profesores y una oferta de 22 titulaciones, del año 2019; a tener en la actualidad 1.500 alumnos, 132 profesores y ofertar más de 30 titulaciones.