En la frontera con la comarca del Matarraña (Teruel), justo al margen derecho del río Ebro, encontramos Arnes, el último pueblo de la Terra Alta. Esta localidad cuyo núcleo de población reposa sobre una colina es conocida por sus icónicos espacios naturales, en los que destacan el Toll del Vidre y el Toll Blau, y un casco urbano protegido por portales medievales que parecieran guardar su ayuntamiento renacentista.
En la ruta de esta semana visitamos Arnes, una localidad legendaria en la que un cazador de brujas acusó a dos mujeres de ser, en realidad, hechiceras. ¿Qué tendrá de especial esta población?
Arnes, pueblo de contrastes
Cuando llegamos a Arnes, algo que conseguimos recorriendo la T-333 tras dejar atrás Horta de Sant Joan, el encanto de la población nos envuelve. Esta tierra de contrastes combina la imponente muralla natural de Els Ports, que se alza majestuosa como telón de fondo, con extensas llanuras entrecortadas por sierras y barrancos que se extienden hasta el horizonte. Empezaremos nuestro paseo en la Oficina de Turismo, también punto de información del parque natural de Els Ports. El núcleo de población, al que accedemos por el portal del Carrer Bonaire, se desarrolló durante el dominio sarraceno, cuando el territorio se integraba en la Taifa de Tortosa -cuya capital era la ciudad del mismo nombre-. El pueblo encuentra su origen en su ubicación estratégica, así como en una alquería o explotación agrícola de la miel ubicada en la calle por la que paseamos. Llegamos al centro neurálgico tras cruzar el portal del Miquelet, donde dos edificios acaparan todas las miradas. Por un lado, la Casa de la Vila o ayuntamiento renacentista, similar a un palacio florentino, por otro lado, la iglesia parroquial de estilo barroco dedicada a Santa María Magdalena, tras la cual descubrimos una iglesia gótica y la abadía.
No obstante, tal y como apunta la Guia d’Arnes de Àngel Solé Borrull, editada por la Diputació de Tarragona, «el millor i més destacat de l’espai de la plaça no és obra de l’home ni es medeix en les seves mesures». El autor escribe estas líneas con el objeto de presentarnos el balcón de la Barana, desde el que tendremos una vista panorámica del macizo de Els Ports. Llegados a este punto, a poco que hayamos sido curiosos, quizá hayamos advertido que existe una ruta de las brujas. ¿Acaso Arnes tiene algún enlace con la brujería?
Caza de brujas
La caza de brujas hoy nos parece algo más propio de la ficción, ahora bien, gracias a la tesis Orígens i evolució de la caçera de bruixes a Catalunya (segles XV-XVI) de Pau Castell Granados sabemos que Catalunya fue, de hecho, una de las cunas europeas de la persecución, un capítulo de nuestra historia al que podemos aproximarnos gracias a la novela Les bruixes d’Arnes de David Martí. Así las cosas, ¿qué fue lo que sucedió exactamente en esta localidad?
Nuestros antepasados atribuían las desgracias a las malas artes de las hechiceras, valga como ejemplo lo sucedido en el conocido como el año del diluvio, un episodio de lluvias torrenciales registrado en el 1617. La temible figura del cazador de brujas capitalizar el clima de histeria colectiva señalando a hombres y mujeres. Joan Malet, un morisco natural de Flix, fue el primero en desempeñar dicha profesión. Sus señalamientos, sucedidos en algunas de los principales municipios de Tarragona, como Tortosa, Reus o la capital de provincia, a menudo se saldaban con ejecuciones.
En Arnes, donde empezó su carrera como tal, acusó de brujería a dos vecinas para después desdecirse. El que se supone había sido amante de una bruja, la misma de la que aprendió las artes de las hechiceras, fue acusado de ser un seguidor del diablo. Ardió en la hoguera un sábado 2 julio de 1549 en Barcelona.
Rutas de senderismo
El término municipal de Arnes reúne dos de las rutas de senderismo más populares de la provincia de Tarragona, tanto es así que en temporada alta se regula el acceso a los espacios naturales y los visitantes deben abonar en efectivo una tasa que dependerá del tipo de vehículo que conduzcan. Las protagonistas de ambos recorridos son piscinas naturales: por un lado, el Toll del Vidre; por otro lado, el Toll Blau. Mientras que la primera es alimentada por el río Algars, la segunda bebe de Els Estrets -un nombre que el río comparte con el desfiladero-. Aquello que explica la popularidad de ambas pozas es su belleza y los escasos kilómetros que separan el aparcamiento y las pozas.
En cualquier caso, los más experimentados podrán extender el recorrido hasta la decena de kilómetros, descubriendo así paisajes ocultos de este parque natural.