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La narradora y poeta surcoreana Han Kang expone «la fragilidad de la vida» en una obra que «afronta traumas históricos», según la Academia Sueca. En La vegetariana narra el cambio de una esposa ideal que deja de comer carne al creer que va a convertirse en una planta.
La narradora y poeta surcoreana, de 53 años, es la merecidísima ganadora del Premio Nobel de Literatura 2024 «por su intensa prosa poética» con la que «afronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana». Así lo aseguró el secretario perpetuo de la Academia Sueca, Mats Malm, al anunciar en Estocolmo un fallo que volvió a sorprender a propios y extraños. La candidatura de la coreana no figuraba en las quinielas, que sí apostaban por una mujer.
Es la primera surcoreana distinguida con el galardón y su ganadora más joven en casi cuatro décadas. No contaba en las quinielas, pero a mí me fue predicha hace ya más de un año por Joan Riambau, editor en La Magrana (Penguin Random House), mientras tomábamos un té. «Ganará el Nobel», afirmó.
Algo sabe Riambau (léeanlo en la columna de la página siguiente), aunque yo ya le he pedido que me lea las palmas de las manos. La obra de Kang ofrece «una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, entre los vivos y los muertos», según Anders Olsson, presidente del Comité Nobel. «Con su estilo poético y experimental se ha convertido en una innovadora en la prosa actual», agrega Olsson. Su obra se caracteriza por esta doble exposición del dolor, «una correspondencia entre el tormento mental y físico con estrechas conexiones con el pensamiento oriental», según el académico sueco. Conocida por su novela La vegetariana, Kang toma el relevo del poeta y narrador noruego Jon Fosse, ganador en 2023.
El de Kang es el primer Nobel en doce años que recae en un país asiático, tras el otorgado al chino Mo Yan en 2012. Siempre cabe anotar que el favorito de los favoritos, el japonés Haruki Murakami, se queda sin galardón. Algo de geopolítica hay cuando se lo dan antes a una coreana.
Nacida en la ciudad de Gwangju en 1970, Kang se mudó a Seúl a los once años con su familia. Fue profesora de Literatura Creativa en el Instituto de las Artes de Seúl hasta 2018. También se ha dedicado al arte y a la música, lo que se refleja en su producción literaria. Hoy se dedica a tiempo completo a la escritura y su obra ha sido traducida a más de treinta idiomas.
Ha publicado cuatro colecciones de cuentos y es autora de seis novelas. La vegetariana fue su primera novela traducida al inglés con enorme polémica por la presunta falta de rigor de una traductora ‘creativa’ realizada por la británica Deborah Smith, que habría desvirtuado el original. Publicada en España por Rata en 2017, reeditada por Penguin Random House y llevada al cine, cuenta la historia de Yeonghye, «la esposa diligente y discreta que su marido siempre ha deseado», según sus editores españoles.
Su matrimonio funciona sin sobresaltos, hasta que explota cuando unas pesadillas brutales y sanguinarias asaltan cada noche a la protagonista, que siente la imperiosa necesidad de dejar de comer carne, convencida de que está convirtiéndose en una planta.
A este primer acto subversivo seguirán otros que la llevarán a buscar una existencia más pura y despojada, más cercana a la vida vegetal, un lugar donde el poder erótico y floral de su cuerpo romperá las estrictas costumbres de una sociedad patriarcal y ultracapitalista. Se inspiró en un verso de Yi Sang -«Creo que las personas han de ser plantas»- que Han Kang interpretó como una contestación contra la violencia de los japoneses en su período colonial. La clase de griego, publicada el año pasado por Penguin Random House, aborda «la pérdida, la violencia y la frágil relación de nuestros sentidos con el mundo». La protagonista ha perdido la voz, a su madre y la custodia de un hijo y solo el recurso a un idioma clásico como el griego será su salvación. Tras concluir La vegetariana, Kang sufrió un bloqueo.
«Dejé de escribir durante un año; olvidé cómo hacerlo y tampoco podía leer», confesó en una entrevista. La clase de griego en la que se mezclan Borges, Platón y el budismo en una reflexión sobre el poder y los límites del lenguaje, la realidad y la ilusión y la posibilidad de un encuentro entre humanos más allá de las palabras o la imagen, salvó a la autora devolviéndola a la vida.
Para todos, la noticia es sensacional. Que los Nobel reconozcan no solo la innovación más o menos estrafalaria, sino algo tan sencillo como es un buen libro.