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Antoni Gelonch: «Somos igual de catalanes, pero de otra manera»

‘Com som els catalans’ cuenta cómo hemos cambiado desde la mitad del siglo XX. El autor lo presenta en Reus y TGN

21 febrero 2025 21:27 | Actualizado a 22 febrero 2025 07:00
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Antoni Gelonch (Lleida, 1956) es escritor, abogado, gestor y, sobre todo, un mecenas, un activista cultural. Ochenta años después de que Josep Ferrater Mora escribiera Les formes de la vida catalana, Gelonch se plantea en Com som els catalans. Reflexions sobre les formes de la vida catalana actual (Viena Edicions) los cambios en la civilización occidental, las migraciones, los retos del futuro y la personalidad de los propios catalanes. El autor presentará el libro este lunes en El Círcol de Reus (19 h) y el viernes 28 de febrero lo hará en la Llibreria el Soterrani de Tarragona (18.30 h).

Me quedo con lo que dijo Jaume Vicens Vives, que para ser catalanes tenemos que tener la voluntad de ser...

Nosotros, históricamente, desde el siglo XVI, no lo hemos tenido fácil. Guerra en la que hemos participado, guerra que hemos perdido. Y hemos estado enfrentados a dos imperios muy importantes, el español y el francés. Por lo tanto, si no hubiéramos tenido esta voluntad de ser, esta voluntad de seguir siendo catalanes, que es lo que Ferrater Mora define como la continuidad, pues nunca más se habría sabido nada de nosotros.

¿Tenemos que recuperar el orgullo?

Sí, pero en el sentido de estar legítimamente contentos de lo que hemos hecho bien. Para mí eso es el orgullo, sin creerse superiores a nadie. Sin embargo, no lo tenemos. Es decir, los catalanes hemos hecho muchas cosas bien, pero es un país que en lugar de celebrar las victorias, celebra las derrotas, lo cual es un desastre para la moral colectiva. Porque todos los países celebran cuando ganan, no cuando pierden. Y esto ya significa una manera de entender el mundo que no se lleva hoy en día porque la gente, normalmente, se apunta a los que ganan, no a los que pierden.

«Los catalanes tenemos el complejo de que siempre hemos de ser los más modernos de la ‘colla’. Es ridículo»

¿El ‘seny’ no es el sentido común?

No. El sentido común es el mínimo común denominador para, aproximadamente, no hacer nunca nada. Y el seny es la capacidad de prever lo que puede pasar en el futuro y decidir en función de esta previsión. No equivale a estar todo el día con el freno de mano echado, que es el sentido común.

Esta capacidad de prever no parece que se aplicara en 2017.

Históricamente no hemos tenido demasiado seny. No me centraría mucho en 2017.

¿Cómo ve la sociedad catalana de aquel tiempo a esta parte?

La veo muy despistada, tiene que recuperar el pulso. Hemos pasado una temporada muy fijados en determinados temas que son, básicamente, identitarios y nos hemos olvidado de qué dicen los demás, de nuestra relación con las sociedades colindantes. De qué significa hoy en día en Europa el término soberanía, cuando yo creo que ya solo se puede hablar de soberanías concéntricas. Hemos olvidado muchos aspectos económicos, muchos aspectos sociales, culturales y algunos consensos o muchos consensos, que la sociedad catalana había establecido, sobre todo en materia de lengua, pero no únicamente. En sanidad o educación. Todo esto se ha roto y se tendrá que rehacer. Costará, pero lo lograremos.

¿La envidia es el mayor defecto de los catalanes?

Para mí sí, sin ninguna duda. La envidia es el peor pecado de los catalanes, en general porque cuando alguien tiene éxito, deportivo, culinario, del tipo que sea, hay una frase terrible que es «Ah, no hay para tanto; vete a saber cómo lo ha hecho; vete a saber a quién conoce». Nos cuesta reconocer los éxitos de los demás y si fuéramos más generosos en este sentido, nos iría mejor como sociedad.

¿No somos del puño cerrado?

Es un tópico. Quiero decir, la sociedad catalana quizás es poco generosa, como digo. Pero también hay muchos ejemplos de altruismo, por lo que no se pueden hacer consideraciones generales. Existe todo el movimiento asociativo, toda la gente que dedica horas a actividades no remuneradas, la que dedica horas a que funcionen las entidades, a que funcionen los hospitales, las escuelas, que han fundado... Lo del puño cerrado no lo he considerado nunca un pecado de los catalanes.

Usted sí hace las cosas de manera altruista.

Yo no sirvo de ejemplo.

¿Y la ironía?

La llevamos bastante bien. De las formas de vida cotidiana a las que hizo referencia Ferrater Mora, una de las que se conservan mejor es la ironía. Es aquella manera de decir las cosas sin herir, de una forma más o menos directa para no causar problemas. A veces se transforma en sarcasmo y entonces, es otra cosa. Pero los catalanes, como hemos pasado algunas dictaduras, estamos bastante acostumbrados a decir las cosas sin decirlas directamente pero para que se entienda.

¿Modernidad no es progreso?

En el libro distingo entre modernidad y modernez, que es abrazar lo último que aparece. Pero lo nuevo no necesariamente es mejor. Hay cosas nuevas que son mejores y otras que no lo son. Y los catalanes tenemos un complejo de que siempre tenemos que ser los más modernos de la colla. Es ridículo, francamente, y no nos hace ningún bien. Hay que saber distinguir.

$!Antoni Gelonch: «Somos igual de catalanes, pero de otra manera»

En relación a la inmigración, ¿somos racistas?

No lo somos. Con ocho millones de personas, hay de todo tipo posible. Yo hablaría más de prevención con respecto a un tipo de inmigración porque es un fenómeno muy complejo. La inmigración también son los jóvenes que montan startups en Barcelona porque el clima y las condiciones fiscales son mejores o por lo que sea. Y contra esto no veo que nadie sea racista. Hay una cierta prevención hacia la inmigración que procede de países con otras religiones o con otros valores para configurar la sociedad. No hablaría de racismo.

Habla de la población autóctona en el futuro...

Creo que la inmigración será importante en toda Europa. El problema es que vista la demografía que tenemos, cada vez seremos más mayores y cuanto más viejos, más conservadores, más partidarios de la seguridad y más cerrados en nosotros mismos.

También hace referencia a la soledad, aunque no solo es un problema catalán.

En las sociedades europeas también hay gente sola por muchas causas. Porque vivimos más años, porque es más difícil, probablemente, establecer relaciones, porque todo es más cerrado y con mucho miedo al fracaso. Un problema de las sociedades europeas es que tenemos aversión al riesgo. Queremos que todo nos lo den hecho y masticado. Que cuando empezamos una iniciativa ya tengamos una subvención. Aquí confiamos demasiado en el Estado o que alguien ya nos lo resolverá. En este sentido, estaría bien que nos espabilásemos un poco más, como hace el resto del mundo.

«Hay cierta prevención hacia la inmigración que procede de países con otras religiones o con otros valores para configurar la sociedad. No hablaría de racismo»

En cualquier caso, no pinta un futuro alegre.

Siempre doy motivos de esperanza, esto se puede revertir. Que ahora pasemos un mal momento no quiere decir que nunca más levantemos la cabeza. Lo que pasa es que se tiene que trabajar y tener presentes todos los parámetros actuales de la civilización occidental, que son diferentes. Hasta ahora, esta era absolutamente preponderante en el mundo y esto ha dejado de ser así. Estamos en un mundo más complejo y los catalanes tenemos que adaptarnos. No hay nada peor que buscar soluciones simples a problemas complejos. Y a veces estamos en esta tesitura, buscamos soluciones simples a temas que requieren tiempo.

¿Por qué ha querido escribir este libro?

Porque el profesor Ferrater Mora publicó en Santiago de Chile, en 1944, Las formas de vida catalana y ahora, al cabo de ochenta años, he pensado que quizás alguien debería reflexionar sobre cómo somos los catalanes porque la sociedad de Mora y la actual no se parecen absolutamente en nada. Él vivió en una sociedad de tres millones de personas. Ahora somos ocho. Él vivió en una sociedad lingüística, cultural y religiosamente bastante homogénea y nosotros vivimos en una sociedad que es mucho más diversa. Además, en el mundo han pasado cosas como la Unión Europea, las identidades han cambiado en este periodo.

¿Somos más o menos catalanes que en su época?

Somos igual de catalanes, pero de una manera diferente.

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