Al finalizar la Guerra Civil Pau Casals se exilió en Prada de Conflent en rechazo al régimen de Franco y silenció su música en desprecio a las dictaduras. Al dolor de las guerras se unía la distancia de su tierra. Las cartas con sus vecinos permitirían aguantar la distancia y el silencio.
Pero ni Casals olvidaba a El Vendrell ni El Vendrell a Casals. Y los vecinos plantearon un gran homenaje. El Cor Orfeó Parroquial, que interpretaba canciones del músico, pensó en un concierto. Se cantaría La Marinada y los Dansaires del Penedès bailarían una sardana.
Pero los vecinos sabían que el homenaje quedaría en mera intención porque Casals no regresaría mientras estuviese Franco ya que la dictadura lo vendería como un reconocimiento a su favor. Jordi Pell dijo a Joan Toldrà que en todo caso se enviaría una invitación a Casals. Estaría contento y respondería.
‘¿Y por qué no vamos?’
Entonces Joan Toldrà propuso lo que sorprendió a quienes le oyeron. «¿Y por qué no vamos nosotros?». Aquella idea comenzó a arraigar en El Vendrell y a ser motivo de debate en la calle. Pau Caldés, hoy con 99 años, era el párroco cuando en 1966 se organizó aquel viaje para visitar a Casals.
Quienes fueron a Prada recuerdan aquellos 6 y 7 de agosto que sortearon al régimen. Muchos fue la última vez que vieron a Casals. El violoncelista no pudo regresar con vida a su Catalunya antes de morir Franco.
Primer viaje
Años antes, en 1960, la colla castellera Nens del Vendrell intentó una primera visita que no prosperó. En 1964 por iniciativa de Josep Esteve Oliva, Pep Casalta y del cap de colla de los Nens, Jan Julivert, se planteó hacer castells por los festivales de música de Prada. La colla viajó y levantó para Casals un pilar de cinc.
Pero llegar de nuevo al exilio de Casals era un reto ya que era un acto contra el régimen. El alcalde Coll no parecía dispuesto a ayudar, así que los impulsores de la idea recurrieron al gobernador civil de Vitoria Luís Martín Ballesteros, que tenía casa en Sant Salvador y era un apasionado de la música.
Muchos recuerdan a la esposa del gobernador en la tienda de Josefina la Corsetera de la calle Alt. Jordi Pell explicaba que Ballesteros lo entendió y sugirió solicitar un pasaporte colectivo y explicar que el viaje era a Lourdes con una peregrinación de la parroquia de El Vendrell. Planificar el viaje no fue fácil.
«El gobernador pedía un certificado de conducta que el alcalde no hacía y el vicario episcopal tampoco», recuerda Caldés. «Yo me preguntaba:¿qué tiene que ver una visita a un hombre de 90 años con la política?». Así que Caldés fue a ver al cardenal. «Me dijo:Tu mismo. Apáñate».
Los certificados
Las autoridades hicieron los certificados. El párroco recuerda que «preguntaron que cuántos íbamos. Les dije:400». Viajaron la Parròquia de Sant Salvador, el Cor Lira Vendrellenca, los castellers Nens del Vendrell, el Cor Orfeó Parroquial y los Dansaires del Penedès. En la frontera la guardia les preguntó el destino. «A Lourdes. ¿Por aquí? espetó el policía. Aprovecharemos para ver monumentos, respondí».
El grupo llegó a Prada. El cura pronunciaría las palabras ante Casals y encontró la mejor manera. La epístola de Sant Pablo no podía ser más gráfica. «Dios ha repartido dones. El de la música no tiene fronteras». Muchos se emocionaron y aplaudieron.
‘Cuando vuelva’
Aquel 7 de agosto los Nens levantaron dos pilares para Casals. También frente a su balcón un pilar de cuatro y en lo alto el músico abrazó al enxaneta y le regaló su pipa. «Cuando vuelva a casa me tenéis que hacer un 3 de 8», dijo Casals.
Todos recuerdan a Casals emocionado y añorado. El propio músico escribiría que deseaba volver a El Vendrell desde el día que tuvo que dejar «su querida tierra». Manifestó que «mi fe en el pueblo catalán me ha dado fuerza para resistir».
Casals mostró la emoción de aquella visita. «Espero que Dios me dé larga vida para volver a ver el campanario que tanto amo, al Ángel de la Guarda y el órgano que mi padre tocaba y a quien acompañaba cuando tenía 9 años».
Los que fueron a Prada recuerdan la sensación de despedirse y de agradecer a Pau Casals su lucha. También el sentimiento de haberle hecho feliz. Tras la visita de los vecinos de El Vendrell a Prada, Pau Casals se trasladó a Puerto Rico, donde murió en 1973.