Jueves 16 de octubre de 1930. Con motivo de la Fira de Santa Teresa de El Vendrell, la localidad estrenaba sus nuevos gegants Salvador y Teresa. Estuvieron acompañados por el flabiol de Josep Saumell (1879-1957) y por los grallers Romeas.
La tradición gegantera en El Vendrell era sin embargo muy anterior. En los libros de la Confraria de Santa Anna del Arxiu Parroquial consta que en 1775 hay consignados unos gastos para los gegants. Entonces para las fiestas se alquilaban estos elementos de la cultura popular.
Pasaron los años y en 1930, tres vecinos de El Vendrell, Pau Mercadé i Jornet ‘Bitxos’, Artur Ramon i Foix ‘Mariet’ y Bonaventura Bassa i Ramon ‘Ventureta’, plantearon la compra de unos gegants propios. Para tener un elemento tradicional y ahorrar el alquiler de las piezas para las fiestas señaladas.
Impulsaron la creación de unos gegants y unos nans de El Vendrell. Parte de la explicación de por qué El Vendrell ha sentido el robo de sus elementos culturales, está en el origen popular de Salvador y Teresa. Los tres vecinos que impulsaron la iniciativa decidieron hacer una suscripción popular. Pasaron casa por casa hasta lograr el dinero necesario.
Colecta infantil
De esa cuestación popular queda constancia incluso de que se abrió una lista para las aportaciones que pudiesen hacer los niños. La abrieron Plàcid Ramon y Amadeu Mercadé.
En apenas tres meses se logró el dinero necesario. Entre la Festa Major de julio y la Fira de Santa Teresa de octubre. Aquel año de 1930 en la fiesta mayor participaron los gegants de L’Arboç, que actuaron el sábado y el domingo. Costó 190 pesetas. Pero quedó el sentimiento de querer contar con unos propios.
En años anteriores como 1913 a El Vendrell acudieron los nanos de Tarragona para las fiestas. En 1923 se echó en falta la presencia de gegants y nanos. Por diversos imprevistos no pudieron acudir y las noticias locales de la época destacaron que eso deslució las celebraciones.
Las crónicas destacan la alegría que sobre todo representaba para los más pequeños la participación de gegants. Así que al acabar las fiestas de 1930, la idea de que El Vendrell tuviese unos propios comenzó a cristalizar. Fue cuando se hizo la llamada a los vecinos para poder tener unos.
En las tiendas
Se creó una comisión y listas de donaciones que crecían a diario. Podían hacerse aportaciones en casa de la tocinería de Bonaventura Bassa, en la relojería de Pau Mercadé y en la ferretería de Ramon Foix, como recuerda el historiador Salvador Arroyo que ha recopilado la tradición gegantera de El Vendrell desde sus primeras referencias.
El semanario Baix Penedès publicaba periódicamente el estado de la colecta popular. Finalmente se logró la cantidad. Fueron construidos en el histórico taller El Ingenio de Barcelona, el venerado local del barrio Gòtic, que data de 1838 y del que han salido miles de sueños y de ilusiones.
En tren
El célebre establecimiento de la calle Rauric ha superado dos sentencias de muerte dictadas por el turismo despersonalizado que prefiere Starbucks y hamburguesas envueltas en porexpan. Pero de sus mejores épocas surgieron Salvador y Teresa.
Por ello en El Vendrell no querían oír hablar de hacer una réplica si sus gegants no aparecían. En El Vendrell querían sus originales de yeso y cartón piedra. Más delicados, pero auténticos.
Los gegants de El Vendrell destacan por sus dimensiones. Salvador mide unos cuatro metros y pesa 92 kilos. Teresa tiene 3,80 metros y pesa 86 kilos. Aquel jueves de la Fira de Santa Teresa de 1930 ya estaban a El Vendrell Salvador y Teresa y cinco nans que acompañarían a la pareja de gegants.
Por su antigüedad no suelen salir mucho de El Vendrell más que para concentraciones muy singulares o fiestas especiales de otros municipios. Normalmente están en el vestíbulo del Ayuntamiento. Enfrente hay un banco donde se sientan muchos niños para pasar un rato con ellos.
Xavier Mercadé, nieto de uno de los impulsores de la construcción de los gegants, explicaba al Diari que «por eso el sentimiento de consternación cuando los han robado. Son unos gegants del pueblo. Muchos niños que hoy son abuelos los han visto bailar». Jaume Cañas, hoy octogenario y que los restauró hace tres décadas, recuerda como siendo niño su madre sacaba la silla a la calle para que viese bailar a Salvador y Teresa.
Han estado presentes en los momentos más destacados de la historia de El Vendrell: cuando se hizo descender al ángel de Tobies que corona el campanario o en los homenajes de los hijos ilustres de la localidad.
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