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La desconocida escala de los restos del cardenal Vidal i Barraquer en Miami Platja

El religioso de Cambrils fue uno de miles de exiliados y Franco afirmó que no volvería a España «ni vivo ni muerto». En 1978 sus restos entraban al país por carretera

25 febrero 2024 12:19 | Actualizado a 25 febrero 2024 18:00
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La iglesia de Santa Maria Magdalena de Miami Platja abrió sus puertas hace 60 años, pero sus paredes esconden aún algunos secretos por desvelar. El templo ha vivido dos momentos que quedarán para siempre en los anales de su corta historia: uno, el día que recibió (sin estar previsto oficialmente) los restos mortales del cardenal Vidal i Barraquer; y otro, el día que un rayo destrozó poco antes de la misa dominical el templo. Ese domingo se le conoce como El día del milagro de Miami Platja.

Vayamos por partes. Primero hablemos de la llegada del féretro del cardenal. El religioso cambrilense tuvo que partir al exilio suizo durante la guerra civil española después de un enfrentamiento con el régimen franquista tras negarse a firmar en 1937 la Carta Colectiva del Episcopado español que justificaba el alzamiento militar contra el gobierno de la República. Lo cierto es que esta cuestión le costó la animadversión con el general Francisco Franco, quien llegó a decir que no volvería a España «ni vivo ni muerto».

El religioso cambrilense falleció en Friburgo (Suiza) en 1943. En su testamento, el cardenal había expresado su deseo de ser enterrado en la capilla de Sant Fructuós o en la del Santíssim Sagrament de la Catedral de Tarragona. Sus restos mortales quedaron en un ataúd blindado, sin enterrar, en la Cartuja de la Valsainte (Suiza). 25 años después, en 1968, la Comisión del centenario de su nacimiento consideró la necesidad de su retorno y fue el germen para que fuera una realidad.

El templo dedicado a Santa Magdalena cumple 60 años. Se inauguró en 1964

Tras la muerte de Franco, en 1975, el Régimen se extinguía y empezaban a darse las condiciones favorables para la vuelta de los restos del cardenal. El 26 de junio de 1977 se nombró una comisión presidida por el obispo Josep Pont i Gol para cumplir sus deseos testamentarios del cardenal nacido en Cambrils.

Dos coches partieron desde España para el traslado del ataúd. En uno de los vehículos viajan los sobrinos del cardenal. En el otro, Xavier y Núria, de Tarragona, junto al arzobispo Pont i Gol y los religiosos Josep Martí Aixalà y Ramon Gallisà.

A su llegada a la Cartuja de la Valsainte, en Suiza, todo estaba preparado. Y el sábado 13 se inició el viaje de retorno del religioso cambrilense junto a dos piezas de marquetería grabadas en pirograbado que hizo un monje para identificar los restos sin enterrar.

Entraron por los Pirineos y la primera escala fue en Solius, provincia de Girona. Desde allí partieron el día 15 en dirección a Cambrils donde se preveía una llegada apoteósica de los restos del hijo ilustre.

Una serie de fotografías recoge la llegada del coche procedente de Suiza a la iglesia

Lo más lógico era que el furgón y la comitiva dejasen la autopista en la salida de Cambrils, pero pasaron de largo. No sabemos qué puede haber de cierto y si condicionó esta nueva parada en el trayecto, pero mosén Barberà explicaba en 1978 que «a la vuelta tuvimos un cierto miedo a que pasara alguna cosa». Los vehículos abandonarían la autopista por la salida de L’Hospitalet de l’Infant para iniciar un recorrido por las calles de Miami Platja hasta llegar a la iglesia de Santa Maria Magdalena, donde pararon.

Allí les esperaba mosén Joaquim Claver, el capellán del templo, a la vez que vicesecretario de la comisión que había preparado la recepción y atendería a la comitiva. El lugar era ideal por su tranquilidad. Esos años y fuera de los meses de verano, la iglesia aún no era muy concurrida. Se oficiaban únicamente misas los fines de semana y algunos actos puntuales. el párroco les había preparado unos refrescos y pudieron descansar un par de horas. No fue necesario bajar el féretro del coche. El viaje había sido largo y tuvieron ocasión de arreglarse para el tramo final.

El templo es obra del arquitecto Juan Zaragoza y las vidrieras, de Fornells-Pla

En Miami Platja se incorporaron motoristas de la Guardia Civil que acompañarían la comitiva primero a Cambrils, su pueblo natal, y después a la Catedral de Tarragona, donde descansa el cardenal. La escala de Miami Platja no transcendió a los medios, pero las fotografías que allí se hicieron quedaron depositadas en el Arxiu Nacional de Catalunya donde las localicé casualmente.

Para Miami Platja y para los que lo vivieron en primera persona, como mosén Joaquim Claver, significó un hecho muy relevante que forma parte de la historial local y la de España.

La vuelta de los restos del cardenal supusieron un acto simbólico, uno de los primeros pasos que se dieron para reconstruir la convivencia rota con la guerra y los 40 años de dictadura, antes incluso de la firma de la Constitución española (octubre 1978) y de las primeras elecciones de la democracia (1979).

En este acto privado, casi íntimo sucedido en Miami Platja, los restos del «cardenal de la Pau» pisaron tierra tarraconense por primera vez después del exilio y marcarían un hito en la vuelta definitiva a su archidiócesis. «Aquest important moment mereixeria ser recordat al temple d’alguna manera, una placa, potser», apunta muy acertadamente mosén Joaquim Claver.

La iglesia y sus orígenes

Marcel·lí Esquius García, fundador y promotor de Miami Platja, levantó la iglesia para cubrir las necesidades espirituales del incipiente núcleo residencial «porque todos los pueblos tienen que tener una iglesia», decía.

Un rayo fulminó el campanario, reventó las losetas, aboyó el cáliz y destrozó al niño Jesús

El 3 de abril de 1961 el cardenal Benjamín de Arriba y Castro, arzobispo de Tarragona, ponía la primera piedra. El edificio lo levantó el constructor Sebastià Javaloy Cánovas siguiendo fielmente el proyecto diseñado por el arquitecto y urbanista de Tarragona Juan Zaragoza Albi, responsable también del trazado urbano actual del núcleo y de la ermita del Llorito, entre otros proyectos.

La iglesia costó alrededor de tres millones de pesetas, que desembolsó Marcel·lí Esquius. No es demasiado conocido que las vidrieras que lo iluminan son obra del artista de fama internacional Francesc Fornells-Pla (1963) y representan las doce escenas de la vida de Santa Magdalena.

Tampoco es muy conocido que la campana de 120 kilos de la torre de 14 metros de altura se bautizó con el nombre de Magdalena Benjamina Marcelina en honor a una hija de Esquius.

Bendecida por Arriba y Castro

El templo fue bendecido y abierto al culto por el mismo cardenal Arriba y Castro el 28 de junio de 1964 en un acto multitudinario donde asistieron vecinos y destacadas autoridades de la provincia. Después se celebraría la primera misa, donde tomó la comunión la nieta del fundador, Ana María García Esquius.

¿Te has preguntado alguna vez por qué el campanario de Santa Maria Magdalena está hecho con dos colores? La culpa la tiene el rayo que le cayó encima el 23 de noviembre de 1969, el día del ‘milagro’ de Miami Platja, como se conoce popularmente.

Sobre las diez de la mañana un temporal de lluvia, pedrisco y fuerte aparato eléctrico cayó sobre el templo.

Un rayo fulminó la torre y desprendió la campana de 120 kilos que se desplomó en caída libre hasta quedarse encajada junto a la escalera de caracol. La descarga recorrió el interior del templo y levantó a su paso las losetas del suelo y los rodapiés hasta llegar a un almacén.

Destrozó el niño Jesús y aboyó un copón, amén de tirar al suelo el cáliz y la patina que estaban junto al altar. Mosén Franquet, a su llegada, se encontró una imagen dantesca. «Parecía que hubiera pasado un huracán», decía y afirmaba que fue providencial que el rayo no cayera un poco más tarde, a la llegada de los feligreses. Se limpió la iglesia, se recolocaron los bancos y la misa se llevó a cabo, sin micrófonos, claro. Después de invertir 200.000 pesetas se rehízo el campanario con materiales nuevos, pero el color ya no fue nunca el mismo. El detalle quedará para el recuerdo.

Marcel·lí Esquius moriría solo un mes después, el 26 de diciembre de 1969. Con su desaparición se quedaron aparcados algunos ambiciosos proyectos: los nuevos desarrollos urbanísticos cercanos al Casalot y el puerto deportivo en el estany Gelat (o Salat), y uno de bien curioso, el aeropuerto para avionetas.

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