La cineasta Alba Bresolí (Muntanyola, Osona, 1995) ha guiado su carrera hacia la no ficción y sabe bien lo que es buscarse un hueco en el circuito de festivales de cortos de todo el mundo. Ha estado nominada a los Premis Gaudí y, desde hace un tiempo, programa en festivales como el DocsBarcelona. La incorporación del género documental dentro de la sección oficial ha sido una de sus apuestas para el Festival Internacional de Curtmetratges de Vila-seca (FICVI), cuya novena edición arranca el viernes. Desde este año, ella es la directora artística del FICVI, un reto que afronta con ganas de «descentralizar la cultura en Catalunya».
Han recibido casi 1.500 trabajos, de los que sólo 46 han entrado en la sección oficial. Menudo trabajo.
Buscábamos temáticas que interpelasen directamente al espectador. Temáticas cotidianas, pero que hablen de nosotros, de las relaciones, del amor, de la belleza, de los problemas que están pasando a nuestro alrededor. La emoción por encima de que sean cortos intelectuales o conceptuales. Mi idea es que en cada sesión, el espectador haga un viaje.
Lograr que el espectador haga ese viaje con un cortometraje debe ser más complejo que con un largo.
Te puedo asegurar que en esta edición lloraremos, reiremos, nos emocionaremos... A veces es una chispa que te anima a reflexionar. Ese es el objetivo, que de repente un corto te abra a pensar las cosas de manera diferente o que descubras a alguien y te quedes enamorado o que reflexiones sobre etapas vitales. Un corto nos puede hacer ese regalo en menos de 30 minutos.
La selección es de directores emergentes en su gran mayoría.
No queríamos dar importancia a nombres conocidos. Como festival internacional, buscamos dar un sitio y dar voz a nuevas realizadoras y realizadores. Algunos de los seleccionados internacionales, son el primero o el segundo corto que dirigen. Hemos querido dar importancia a las miradas especiales, que se notase la autoría. Queríamos que se pudiesen ver esas miradas diferentes y únicas.
Más de la mitad de los cortos seleccionados están dirigidos por mujeres. ¿Ha sido algo buscado?
Somos un equipo de mujeres en el FICVI y para mí era imprescindible hacer una programación paritaria. Mi sorpresa fue que salió de forma natural. 29 de los 46 cortos están hechos por mujeres y, además, el premio honorífico a la trayectoria también es para Marta Balletbò-Coll, y veremos dos cortos suyos en la inauguración.
Este tipo de festivales es fundamental para los creadores. Hay pocas ocasiones de ver cortos.
Que las personas espectadoras tengan cada vez más ganas de ver cortos es todo un reto. Como festival, queremos que la gente sienta que tiene ganas de ir a ver cortos. Por eso me gusta ahora estar en esta posición, para dar la oportunidad a nuevas cineastas emergentes. No fijarnos tanto en nombres o en los estrenos de la cartelera, sino en producciones que vale la pena enseñar. Entre todas, tenemos que pensar de qué manera los cortometrajes pueden formar parte de la televisión, de los cines, en actos... Los cortos tienen mucho potencial y vale la pena darles el valor que les toca.
Hay muchas actividades paralelas dirigidas a la creación, pero abiertas a todo el público. Quizá a alguien le pica el gusanillo.
Eso espero. Todas las sesiones y los talleres son gratuitos y eso es muy importante para mí. Tenemos un taller de fotografías panorámicas con cámaras instantáneas para familias. Buscamos que Vila-seca se vea de una forma diferente, que haya experimentación de la fotografía. Es una iniciación para todo el mundo. También hay un taller de formación In Situ en el que queremos que se dé valor al patrimonio de Vila-seca y a su asociacionismo.
No es tan habitual tener un festival con entrada libre en un espacio como el Celler.
Realmente esa es una apuesta del Ayuntamiento y para mí es muy importante también. Las inscripciones de los cortos también han sido gratuitas para que sea accesible a todo el mundo. Queremos que toda la gente se sienta bienvenida, venga y disfrute de los cortos.
