«La tan anhelada y bendita lluvia, aquí se convierte en zozobra». Así se exclaman los vecinos de una parte del barrio marítimo de Altafulla. Y es que «cuando las predicciones meteorológicas anuncian fuertes aguaceros, nosotros ya tenemos el corazón en un puño», comenta Núria Pijuan, portavoz de la Plataforma Afectats Inundacions Baix a Mar.
Este colectivo, que agrupa a unos 300 afectados, acudió ayer por la tarde al grito de «Fins aquí hem arribat», para concentrarse y recorrer por espacio de un par de horas los puntos considerados ‘negros’, que provocan, una y otra vez, calles convertidas en río, con la entrada de agua en las casas.
Este paseo vecinal se ha hecho coincidir en recuerdo del grave episodio ocurrido hace exactamente un año por el efecto de las aguas. Una situación que en la noche del martes al miércoles pasado tuvo ‘su réplica’, aunque con menor intensidad.
Los convocantes de la movilización aclaran que «no solo queremos recordar los hechos ocurridos hace un año, sino que de ninguna manera queremos que vuelvan a repetirse». Por ello, quieren «transmitir al consistorio municipal la necesidad urgente de agilizar las acciones que puedan reducir la permanente amenaza».
Más de 200 vecinos
En la rotonda del cruce de la Vía Augusta, con Vía Hercúlea y el acceso a la zona marítima soterrado a la vía del tren se concentraron más de 200 vecinos afectados, cada cual relatando sus peripecias. Santiago Vázquez, con residencia en la calle Cronista Montaner indica que «el año pasado tuve 41 centímetros de agua en los bajos. La semana pasada no fue a mayores pero incomprensiblemente gente particular tuvo que levantar la compuerta que cierra el canal de desagüe al mar».
Núria Pijuan, portavoz de la plataforma, aboga para que se haga un mejor mantenimiento y limpieza del cauce de la Rasa, «y facilitar el máximo posible el desagüe». Admite, que recientemente por parte del Ayuntamiento «se han limpiado sumideros y creo que se va a mejorar esa red, pero por lo visto no es suficiente y es preciso acometer soluciones más drásticas». Evidentemente, lo decía en clara alusión a las proyectadas balsas de laminación que Núria recuerda «colean desde 2004 sin que lleguen». Con la inundación del año pasado esta vecina perdió el coche, dos motos y mobiliario, en cuyo garaje el agua alcanzó un metro de altura. Dolors Torné cuenta que en el garaje del bloque donde vive el nivel del agua llegó a los 3 metros.
En este sentido, el coalcalde de Altafulla, Jordi Molinera, ha recordado que el proyecto de las balsas se halla aprobado y «estamos a la espera de cerrar algunos flecos referente a la expropiación de terrenos, a la vez que se trabaja para encontrar las vías de financiación». Por lo pronto, «acometeremos la construcción de nuevos sumideros y la conexión de otros de falsos que no desembocan a ninguna parte». Molinera apunta que con las pequeñas actuaciones de limpieza realizadas últimamente «se ha conseguido que el agua vaya drenando con mayor rapidez. Dicho de otro modo: el agua estancada en la zona inundable podía tardar un día y medio en marcharse, cuando últimamente ha drenado en cosa de cuatro horas».
Otra de las anomalías denunciadas ayer por los vecinos es que «las aguas fecales en algunos casos llegan a aflorar en el interior de los jardines e incluso en los bajos de las casas», situación que califican de insostenible, por los inconvenientes que genera de toda índole.
El agua de la Rasa proviene de una cuenca que se calcula puede transportar unos 100.000 m3 de agua, en un episodio de fuertes lluvias. De ejecutarse el proyecto de construcción de las dos balsas de laminación se prevé poder retener unos 140.000 m3, que serían suficientes para poder frenar las habituales inundaciones.