«La ansiedad, los trastornos alimentarios, la depresión o las tentativas de suicidio en los más jóvenes no lo ha traído la pandemia», aseguraba la ONG Save The Children en un informe publicado a finales de 2021. La última Encuesta Nacional de Salud de 2017 ya recogía que el 13,2% de jóvenes entre 4 y 14 años corría el riesgo de sufrir algún tipo de mala salud mental y «estos datos ya están desactualizados», advierte Unicef en el Día Mundial de la Infancia. Los datos son más alarmantes, «cada once minutos se suicida un niño», afirma la organización.
«Es un tema muy tabú porque la sociedad todavía lo rechaza, no quiere hablar de él», señala Ángela, una joven cacereña de 17 años. La mitad de los trastornos de salud mental comienzan en torno a los 14 años, y el 75% de todos esos trastornos se desarrollan a los 24, pero la mayoría de casos no se detectan y, por tanto, no se tratan.
De hecho, el año pasado, varios hospitales españoles alertaron de un aumento de problemas psicológicos, una situación que llegó a los oídos de los diputados y acabó con la Proposición de Ley General de Salud Mental, que busca triplicar el número de psicólogos clínicos, psiquiatras y enfermeros especialistas en salud mental en la sanidad pública. «A los jóvenes no se nos da la importancia ni las ayudas necesarias para poder combatirlo», añade Ángela.
La Covid-19 lo acelera
Durante muchos años, esta epidemia ha quedado silenciada o, simplemente, no se le ha prestado la atención necesaria. «Es fundamental atender a la variedad de factores que están impactando en la salud mental y el bienestar emocional de niños, niñas y adolescentes», señala Unicef.
En numerosos informes, la organización de Naciones Unidas para la infancia puso de relieve esta problemática. «En 2017, uno de cada 100 niños en España tenía un problema de salud mental», destacan. «Si crees que tienes un problema de salud mental, no te preocupes, piensa que te vas a recuperar. Pero para que eso suceda tienes que pedir ayuda, tienes que hablar, no se va a solucionar solo, no te vas a poner bien de la noche a la mañana. Y no lo vas a hacer tú solo, aunque tú pienses ‘yo puedo’, no puedes realmente. Y no es por desilusionarte, pero tienes que pedir ayuda», comenta Irene (11) de San Fernando de Henares (Madrid).
La pandemia de la Covid-19, el cambio climático y los conflictos bélicos como la guerra de Ucrania no han contribuido a mejorar los datos. «Uno de cada 4 niños que han sufrido aislamiento por el coronavirus presentan síntomas depresivos o ansiedad», advierte Unicef.
Unos datos que corrobora la Asociación Española de Pediatría (AEP) en un comunicado publicado en abril de este año, la pandemia ha provocado un aumento del 47% en los trastornos de salud mental de los menores españoles. Los comportamientos suicidas, además, han aumentado hasta un 59%. «Ya antes del surgimiento de la COVID-19, la infancia y la juventud sufría problemas de salud mental sin que se hicieran las inversiones necesarias y suficientes para solucionarlos», advierte Unicef.
Los desencadenantes «tienen un amplio abanico», apunta la oenegé en su último informe de 2021. «A veces, si ponen muchos exámenes, te estresas y estar mucho tiempo estudiando y sin salir puede causar problemas de salud mental», revela Gorka un adolescente bilbaíno de 13 años. «Es un tema que hay que hablar más», responden los portavoces de Unicef.
De momento, España carece de una política nacional sobre salud mental que paute o marque los pasos a seguir. «A alguien que tiene problemas de salud mental, yo le diría que busque una persona de confianza y que le cuente todo lo que le está pasando, o que busque un modo de contárselo a alguien, a un profesor, a tus padres, a tu mejor amigo o amiga, a cualquier persona, adulta o menor. hay mucha gente; yo, por ejemplo, que podría ayudar», añade Gorka.
En 2018, el Comité de Derechos de lo Niños ya pedía una política nacional sobre salud mental y, sobre todo, un nuevo Plan Estratégico Nacional de Infancia y Adolescencia, del que España carece desde 2016. «La inversión sigue siendo insignificante», advierte Unicef. En un análisis encargado por esta organización se asegura que las intervenciones escolares que abordan la ansiedad, la depresión y el suicidio proporcionan un retorno de la inversión de 21,5 dólares por cada dólar invertido en 80 años.