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Recrean el accidente de Chernóbil en un laboratorio de Sevilla

Para estudiar los efectos de la radiación en la biodiversidad y comprobar si la melanina es un factor protector contra la misma

10 mayo 2024 10:49 | Actualizado a 10 mayo 2024 11:02
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Científicos de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) y de la Universidad de Oviedo han recreado en laboratorio el accidente nuclear de Chernóbil para estudiar los efectos de la radiación en la biodiversidad y comprobar si la melanina es un factor protector contra la misma.

Lo han hecho para poder continuar con una línea de investigación iniciada hace ocho años que ahora, por la guerra, no pueden llevar a cabo allí en Chernóbil, y estudiar cómo afecta la radiación a los anfibios y escarabajos, ha informado la EBD-CSIC en un comunicado.

En 2016, el investigador Germán Orizaola de la Universidad de Oviedo inició un estudio para investigar el efecto de la radioactividad en la rana arborícora oriental, al que en 2017 se uniría Pablo Burraco, investigador de la EBD-CSIC.

Tras tres años de muestreo exhaustivo en Chernóbil, los resultados parecían indicar que la radiación apenas tenía efectos aparentes en las ranas, excepto en una sola cosa: su coloración. Las que vivían en la evacuada tras el desastre, tenían un tono más oscuro que las que vivían fuera de él, algunas incluso negro.

«Los resultados sugerían que la melanina los había protegido de la radiación ionizante que se libera en un accidente nuclear, de una forma similar que cuando nos protege de la radiación ultravioleta», ha explicado Orizaola, si bien, no podían demostrarlo, de ahí que, para hacerlo, decidieran reproducir el accidente nuclear en condiciones controladas.

Los experimentos

En el primero de los experimentos, que se realiza en los laboratorios de la EBD-CSIC en la Isla de la Cartuja de Sevilla, se colocaron las larvas de una misma puesta de sapo de espuelas, muy abundante en Doñana, en cubos blancos y negros, para lograr ejemplares más oscuros y más claros, ya que se sabe que estas larvas son capaces de cambiar el color de su piel en función del ambiente.

Con la colaboración del Centro Nacional de Aceleradores, las larvas fueron sometidas a distintos niveles de radiación durante un corto periodo de tiempo.

El experimento ya dura más de un año y en este tiempo los sapos han estado en cámaras climáticas bajo condiciones controladas para evitar la incidencia de otros factores: «De momento tienen muy buen aspecto y prácticamente no hay diferencias de tamaño, pero estamos empezando a ver diferencias en la mortalidad», ha asegurado Burraco. Habrá que esperar unos meses más para los resultados definitivos.

Recientemente el equipo ha iniciado otro experimento en la Universidad de Stirling en Escocia, con la financiación del Consejo de Seguridad Nuclear, esta vez con ranas Xenopus a las que se ha expuesto a una radiación de más baja intensidad, pero más prolongada en el tiempo y simula los distintos gradientes de radiación que existen en Chernóbil en la actualidad.

Con este experimento quieren ver qué ocurre si las ranas están expuestas a la radiación durante todo el desarrollo embrionario y estudiarán los efectos de la radioactividad en la supervivencia, la fisiología y la morfología de las ranas.

Durante estas semanas, el equipo está haciendo pruebas para iniciar un tercer experimento, también lo realizarán en la Estación Biológica de Doñana, en esta ocasión con escarabajos: «Trabajando con ellos podremos ver si existen efectos transgeneracionales y patrones de adaptación a la exposición a la radiación y ver así la evolución en tiempo real», ha asegurado el investigador.

Otro de los proyectos que el equipo científico tenía planeado desarrollar en Chernóbil tenía que ver con el estudio de los procesos de recolonización del caballo de Przewalski, si bien, mientras las condiciones de seguridad no sean idóneas para volver han decidido comenzar investigando con la población que existe en Burgos, reintroducida dentro del proyecto Paleolítico Vivo.

«Chernóbil se ha convertido en un refugio de fauna espectacular. Tras el accidente nuclear, en torno a la central nuclear se creó una Zona de Exclusión de 4.700 km2 que se ha transformado, tras varias décadas sin apenas presencia humana, en todo un vergel de biodiversidad», ha remarcado Orizaola.

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