El aperitivo es mundial, pero la tapa, española. De ahí que se pueda recorrer el país de bar en bar probando especialidades, desde los boquerones fritos a la andaluza o la morcilla de arroz de Burgos, pasando por los piquillos rellenos a la navarra o las papas arrugadas en mojo picón de Canarias.
Un viaje gastronómico que recoge Alberto de Jesús Acosta en 200 tapas de España (Lid Editorial), producto de toda una vida como viajante y de su afición a la cocina, que le hacía «averiguar cuál era el mejor restaurante o bar» de la ciudad en la que le tocaba trabajar.
«Siempre llevaba un boli y unas hojas en las que iba anotando tapas y recetas. Llegué a llenar una maleta entera y de ahí nace este libro», prologado por el cocinero Pedro Larumbe, explica el autor, nacido en Cuba hace 85 años, hijo y nieto de «grandes cocineros» y «cocinillas» vocacional.
Gracias a sus viajes de trabajo por toda España descubrió que más allá de conocidos destinos de tapeo, como el País Vasco con sus pintxos o Andalucía –donde en muchos casos acompaña de forma gratuita la consumición–, hay ciudades como «Salamanca, que a lo mejor no viste tanto gastronómicamente pero es estupenda» y que «en cualquier aldea hay un bar de tapas».