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Quién es Kamala Harris, la mujer que puede ganar a Donald Trump la presidencia de los EE. UU.

En campaña, ha ahondado en su imagen de mujer combativa, cercana y preocupada por la diversidad. Todo gira alrededor de su persona, no de su programa. ¿Le llegará para batir a Trump?

05 noviembre 2024 17:06 | Actualizado a 05 noviembre 2024 17:41
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Kamala Harris, la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, es más conocida en su país como fiscal de California —fue la jefa del ministerio público de ese estado— que como vicepresidenta desde 2021. Es una candidata peculiar: ganó la nominación de su partido sin entrar en una sola elección primaria, y después de que el presidente Joe Biden fuera presionado para abandonar su candidatura por todo el establishment del partido, el kommentariat progresista y los grandes donantes. No sería el arranque soñado. Es un relato de épica escasa con el que enfrenta al republicano Donald Trump.

Ha jugado en su favor la novedad: mujer negra, ganadora, de carácter... En su contra, una vicepresidencia casi anónima que falló en su principal encargo: reformar la legislación migratoria, el gran tema de estas elecciones. También el hecho de que su candidatura es más un no-Biden que una afirmación del propio liderazgo e ideas, sobre los que pesa su fracasada campaña a la candidatura presidencial demócrata de 2020, lastrada por la desorganización y la ausencia de un programa político convincente.

Harris ha disfrutado durante semanas de gran cobertura mediática y del apoyo de los jerarcas demócratas. Precisamente, uno de los ejes de su campaña ha consistido en instar a moderados y a progresistas dentro de su partido a dejar de lado sus diferencias y unirse en torno a su candidatura.

Por este motivo, su campaña ha tenido más que ver con su personalidad como unificadora que con su programa de gobierno, que es vago y aéreo para no acentuar las divisiones internas ni enajenarse nichos electorales que, en un país tan polarizado, serán decisivos a la hora de inclinar la balanza. Uno de los grandes temas de campaña, por ejemplo, es la narrativa impulsada por jóvenes influencers, que la presenta en redes sociales como una «jefa» lista para mandar en Washington DC. No es un argumento programático, es personal y de carácter.

$!Kamala Harris y su marido, Doug Imhoff. Foto: Rawpixel

La candidata se ha apoyado fuertemente en su identidad como hija de migrantes jamaicano e india —se presenta como la encarnación de la diversidad de los EE. UU.— y también en su rápido ascenso profesional, que le ha llevado a ser la norteamericana de mayor rango público de la historia.

Todo suma para mostrarse como un ejemplo de que el sueño americano sigue vivo, que el ascensor social aún funciona. Ambos argumentos apelan a un amplio espectro de votantes, desde la clase media educada de los suburbios hasta los trabajadores de cuello azul y los ciudadanos de origen migrante reciente. Todo suma.

La candidata demócrata suele apelar a su trabajo contra la delincuencia, tanto como fiscal de California como durante su paso por el Senado, donde mostró habilidad y dureza como interrogadora en las comisiones. Ella subraya con frecuencia que su experiencia vital le da una visión clara de los retos que enfrentan los estadounidenses y remarca que sus antecedentes e identidad dan vida a su programa político, que define como favorable a la familia y a los trabajadores. «Sabemos que una clase media fuerte siempre ha sido fundamental para el éxito de los EE. UU. Construir esa clase media será un objetivo definitorio de mi presidencia», dijo al aceptar la nominación demócrata.

En asuntos del programa, Harris no ha dado grandes pistas. En cuanto a inmigración, un asunto que le enfrenta decisivamente a Trump, la demócrata ha repetido que reunió a demócratas y republicanos conservadores para redactar el proyecto de ley de fronteras «más sólido en décadas». Ese proyecto nunca se convirtió en ley y es una de las críticas frecuentes a Harris: su incapacidad de articular una solución seria a un tema que inquieta a la mayoría de estadounidenses: la afluencia récord de inmigrantes a su país.

Al inicio de su campaña abogó por una prohibición federal de «precios abusivos» en alimentos, propuesta muy criticada por inflacionista. No ha vuelto a hablar más de ello. También trató de eludir la cuestión de la guerra en Gaza apostando por el alto el fuego y ha acabado apoyando a Israel con la boca pequeña.

Ha manifestado su apoyo a Ucrania y a la OTAN, en contraste con Trump, partidario de obligar a Zelensky a un acuerdo de paz por territorios y de retirar recursos a la organización atlántica. A Harris le ocurre otro tanto con el aborto: se declara en favor de la «libertad reproductiva» —una expresión ambigua, código para referirse al aborto— pero no concreta ningún plan.

$!La vicepresidenta Kamala Harris en un corredor de la Casa Blanca. Foto: Rawpixel

Sus ataques a Donald Trump no han sido directos y crudos. Ha preferido utilizar un tono condescendiente y un discurso que pone en evidencia las graves carencias del candidato republicano como líder político y gobernante para resaltar las pésimas consecuencias de votarle.

Trump la menosprecia como una “progre de San Francisco”, cosa que es cierta. Pero no ha logrado acuñar una expresión popular contra ella como hizo con Hillary, a la que bautizó como crooked Hillary, la corrupta Hillary. Trump ha probado todo. La llamó candidata “DEI” (diversidad, equidad, inclusión). Ha dudado de que sea negra. También la llama «verdadera comunista», aludiendo su historial como senadora, donde figura entre las más izquierdistas del siglo —aunque para un europeo no signifique mucho—.

Kamala Harris es hija de Shyamala Gopalan, científica de ascendencia india que llegó a los EE. UU. a los 19 años, y Donald Harris, profesor jamaicano y destacado economista. Creció en un barrio de Berkeley, donde está la famosa universidad. Allí estudiaron y se conocieron sus padres y desarrollaron su activismo por los derechos sociales en los años 60 del siglo pasado.

Ha sido una pionera durante toda su carrera: en 2003, a los 39 años, se convirtió en la primera mujer fiscal de distrito en San Francisco; entre 2011 y 2017 fue la primera mujer fiscal general de California y en 2017 fue la primera senadora indo-estadounidense por ese mismo estado y la segunda mujer negra en llegar en el Senado.

En 2020 renunció a su candidatura presidencial, un paso al lado que se convirtió en un paso al frente cuando Joe Biden la quiso como vicepresidenta. Una elección oportuna: Harris representa a una generación más joven en una política dominada por señoros blancos. También era quien, en medio de la ira por el asesinato de George Floyd por la policía, podía convertirse en la cara de las minorías frente al racismo estructural que atraviesa el país.

$!Kamala Harris prepara un discurso en la Casa Blanca. Foto: Rawpixel

Kamala Harris ha trabajado duro para ofrecer alguna esperanza de derrotar a Trump. A mediados de 2023, una encuesta del canal NBC concluía que apenas el 33% de los estadounidenses tenían una visión favorable de ella.

Tras su nominación, sin embargo, ha aparecido una mujer con carisma, empática, elocuente. Hoy, las encuestas señalan que su nivel de aprobación ha subido a cerca del 50%. Ha dado la vuelta a la tendencia, sí, pero quizás le falte tiempo para consolidarla.

Harris ha buscado presentarse como fiscal antes que como política ante un Donald Trump rodeado de escándalos y causas judiciales. Sin embargo, su trayectoria como tal no está exenta de polémica. Los republicanos la acusan de ser blanda contra la delincuencia y de cambiar de postura en asuntos como la pena de muerte. Los progresistas, por su lado, critican que se pusiera de perfil en el proyecto de ley que le permitía investigar los tiroteos policiales y la reforma que buscaba reducir el número de presos.

Uno de sus mayores éxitos como fiscal es el pulso que ganó a cinco grandes bancos acusados de ejecutar hipotecas ilegales. Los bancos ofrecían 4.000 millones de dólares para pactar un acuerdo y Harris logró sacarles más de 20.000 millones. Otro es el programa Back on Track («encarrilado») que otorga un título educativo a presos primerizos por delitos sin violencia relacionados con drogas para facilitar su reinserción y evitar la reincidencia.

Ella defiende su aproximación prudencial, caso por caso, y no dogmática. «Puedes querer que la policía frene el crimen en tu barrio y también que deje de usar fuerza excesiva», dice en uno de sus libros. También ha dicho en plena campaña que dispararía a quien entrara en su casa, al tiempo que defiende un mayor control de armas.

En el vídeo con que lanzó su campaña presidencial, Harris ahonda en su imagen de mujer carismática, cercana y preocupada por la diversidad. Lanza una pregunta: «¿En qué país queremos vivir?» Y sobre la canción Freedom (Libertad) de Beyoncé de fondo y contraponiéndose a la figura de Trump, responde: «Elegimos libertad». No es el programa, es personal.

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