Puigdemont, Mònica, Puigdemont, Mònica. Voy contando los carteles de la Rambla Nova mientras camino hacia el Balcó. Son las 14 horas y he quedado con Mònica Sales. No sé si habrá comido, es una hora un poco extraña, una hora de las que rescatas en una agenda llena y muy apretada.
Sales nació un 27 de agosto, Santa Mònica, una fecha que ayudó a su madre a elegir su nombre. Es Virgo, aunque creo que Sales lo sabe de casualidad. Dice no tener la más mínima idea del horóscopo y que no me sabría decir ni el signo que es su hijo.
Empezamos hablando de la campaña electoral que Sales define con tres palabras: cariño, ilusión y compromiso. Sales tiene claro que Junts es el rival a batir y que su fuerza y liderazgo asustan a más de uno/a. Es por eso, que cree que Puigdemont es la diana donde todos apuntan.
Le pregunto si su rutina diaria fuera de la campaña electoral es tan intensa. Vive en Jesús, Tortosa, a unos 188 kilómetros de distancia de su trabajo, el Parlament. Me responde que la clave es tener una buena planificación y mientras me la cuenta tengo claro que es una persona muy organizada. En cuanto a la conciliación familiar afirma que es muy difícil y que con los años ha aprendido a quitarse la culpa de trabajar y no poder estar todo el tiempo que desearía con su hijo. Algo que le ha acompañado durante mucho tiempo en los que tenía que contestar preguntas que cree que a los hombres nunca se las hacen. Por suerte, su conciencia ya está tranquila y cuenta con el apoyo de su família y, en especial, de su hijo Guerau que desde los 3 años lleva siendo el seguidor más fiel de su madre.
Con lo poco que llevamos hablando, Sales ha dejado claro que en su centro está su hijo. Le pregunto por un pequeño tatuaje que tiene en la muñeca. Es una «g» con una forma muy parecida a la clave de sol y con tres puntitos. Un dibujo que diseñó ella. Sonríe al contarme que en sus intervenciones en el Parlament se puede apreciar y que de alguna forma, le manda un mensaje a Guerau.
Si hablamos de música, su playlist está en catalán y con artistas como Joan Rovira o Manu Guix, aunque afirma que le encantan los discos de La Marató. Cuando le pregunto si tiene mascotas, se ríe y me dice tres nombres: Pita, Tita y Tambor. Dos gallinas y un conejo. Ventajas de vivir en el campo.
Y en cuanto a las redes sociales, descubro que son una de sus grandes aficiones. Me contesta decidida y muy enérgica que le encantan y que las cuida mucho. Reconoce que puede tardar un buen rato en elegir la canción perfecta para subir una història de Instagram y que tiene algunas aplicaciones instaladas para poder editar vídeos.
Antes de terminar la entrevista hablamos de salud mental. Me explica que hace muchos años iba al psiquiatra pero que la política la ha ayudado y desde que entró no ha vuelto a ir a terapia. Le pregunto si recuerda la última vez que ha llorado, mira hacía arriba haciendo memoria pero parece que tiene la imagen tan nítida como la emoción que veo en sus ojos. Me cuenta que fue el pasado fin de semana y que lloró de emoción porque últimamente a su padre le brillan los ojos de una forma especial cuando la ve. Supongo que será una mezcla de orgullo, ilusión y amor. Ahora a Sales también le brillan.
Acabamos con un deseo y una apuesta. ¿Qué desea para Catalunya? Responde muy rápido: la libertad en su sentido más amplio. ¿Y qué cree que pasará este 12 de mayo? Igual de rápido e igual de claro contesta que ganarán las elecciones y que Puigdemont será el próximo president.
Nos despedimos y antes de marcharme miro por última vez el tatuaje de Sales y me doy cuenta que a veces las cosas más importantes no son las que salen en el cartel.