Miguel Villalba fue durante una semana el único inquilino de la residencia de estudiantes de la Universidad de Alcalá de Henares. Paseaba a su antojo por los pasillos del majestuoso edificio del siglo XVI. Las clases habían terminado, era junio del año pasado, y allí solo quedaba el guarda de seguridad. Villalba estaba de paso. Se alojaba allí porque el hotel al que acudía siempre estaba lleno. En 2016 se cumplían 400 años de la muerte del alcalaíno más ilustre: el escritor Miguel de Cervantes. Pero él no había ido de turismo, sino a terminar de dibujar un cómic en los muros de la cárcel de Alcalá Meco.
Las paredes que cubren el perímetro interior de la prisión miden casi cuatro metros de alto. Empezó a pintarlos en 2012 y acabó cuatro años después. Eso sí, sólo tenía permiso para entrar una semana al año. Contó con la ayuda de presos. Algunos habían compartido patio tiempo atrás con Mario Conde o José María Ruiz-Mateos.
«Rompí el hielo haciéndoles una caricatura veloz en mi libreta de bocetos y, a través de la risa, se estableció de inmediato la complicidad necesaria para que luego se sintieran cómodos expresando sobre ese espacio lo que más les preocupaba allá dentro o lo que mantenía viva la llama de su esperanza», recuerda el dibujante de Tarragona, conocido artísticamente como Elchicotriste.
Villalba ha plasmado aquella experiencia en el libro Entre luz y sombra, financiado por el Gobierno de España, la Universidad de Alcalá de Henares y el Instituto Quevedo del Humor. El prólogo está escrito por el prolífico humorista gráfico Antonio Forges. «Lo conozco desde hace varios años y nos tenemos una gran estima».
La primera vez que pisó Alcalá Meco fue con una comitiva del Instituto Quevedo del Humor en octubre de 2011. Su cometido era caricarituzar a los internos como parte de su programa anual de promoción de la sátira y el humor. «Tras cruzar varios controles de seguridad desembocamos en ese enorme patio interior, delimitado por unos desoladores muros cuya única decoración consistía en lágrimas de óxido». Esa primera visión fue el germen del proyecto que iniciaría unos meses después.
No era la primera que el tarraconense se embarcaba en una aventura de esta índole. En 1994 fue de voluntario a un campo de refugiados craoatas durante la Guerra de los Balcanes. «La creatividad consiguió en momentos puntuales generar la ilusión de la paz». Y en 2003 y 2004 estuvo realizando talleres de dibujo en dos centros de desintoxicación para adolescentes en Civitaveccia y Tuscania (Italia).
El único requisito que le pusieron para hacer el cómic-mural era que guardara relación con Cervantes. Los protagonistas son Quijote y Sancho Panza y sus diálogos existencialistas sobre la alegría y la tristeza, el yin y el yang y los altibajos de la vida. Luces y sombras. Son viñetas en blanco y negro guionizadas y elaboradas exclusivamente por Villalba. Los presos se encargaron de colorear los espacios vacíos entre páginas. «Ellos expresaban lo que querían reflejar en la pared y yo les ayudaba a concretarlo en metáforas visuales».
Sus temas más socorridos eran la familia y la libertad. «Uno acababa de tener un hijo y pensaba mucho en él, así que plasmamos la figura de un niño. Otro quiso simbolizar a su familia a través de unas matrioskas. Y a un dominicano al que le gustaba mucho el deporte se le ocurrió la idea de pintar a un jugador de baloncesto negro con el número 23 de su ídolo Michael Jordan».
Villalba compartió confidencias e historias con los reclusos. Se ganó su confianza. Pero eso queda entre ellos.