La Place de la Repúblique es el punto neurálgico de todas las emociones parisinas. Atentados, pensiones, Palestina, antisemitismo, armenios, kurdos, los sindicatos, los periodistas, cantantes, actores. Toda reivindicación desemboca en esta plaza presidida por la estatua de Madame Republique enarbolando un ramo de laurel. A unos centenares de metros de la Plaza de la Bastilla o del Bataclan, miles de parisinos en cientos de terrazas y restaurantes fuman, beben, toman café y hablan sin parar. Se ríen y lloran. Este es el París que cualquiera lleva en el corazón.
La resaca del día después
La rabia y la desesperación pueden llegar, pero tendrán que esperar. El guerracivilismo, el miedo a la división esgrimido por Emmanuel Macron parece desfasado e hiperbólico. Quizás Francia no está lejos del conflicto civil, pero ahora parece más cerca de los Juegos Olímpicos. Se acerca el 14 de Julio y el desfile en los Campos Elíseos. Emmanuel Macron se tambalea en su fragilidad. Las terrazas se llenan de júbilo, la noche es plácida porque no llueve. No todo parece perdido, dicen los unos.
Otros, los que quieren que la banca salte por los aires para renovarlo todo, parecen abatidos. No todo el mundo que vota a le Pen es fascista. Pero lo cierto es que Francia es diferente hoy. Todo ha cambiado. Sólo ella, la República, continúa impasible levantando los laureles de la Revolución al cielo de París.