La adicción al móvil ya se cuela en las consultas de Tarragona. Los psicólogos advierten de que cada vez llegan más casos, fundamentalmente de jóvenes, cercanos a la nomofobia, ese término procedente del inglés (‘no mobile phone phobia’) que define a la ansiedad cuando nos quedamos sin móvil, sin cobertura o sin conexión a la red. «Hace un par de semanas tuve en la consulta a una niña de Primero de ESO que cada dos o tres segundos tenía que mirar la pantalla del móvil. Lo llevan en la mano, como una necesidad, y en el hecho de quitárselo puede haber una reacción, como de que el mundo va a explotar. Es una adicción grave», explica la psicóloga Enriqueta López.
‘WhatsAppitis’
En casos extremos, verse desconectado del mundo puede provocar nerviosismo, irritabilidad, enfado, inquietud y hasta crisis de pánico. Al tiempo en que se recrudece el fenómeno, aparecen neologismos al rescate: ‘WhatsAppitis’, para el uso constante de la aplicación; ‘phubbing’, la utilización enfermiza del Smartphone; y la fomo (evolución de ‘fear of messing out’), para designar el ‘miedo a estar desconectado’. Un estudio sostiene que más de la mitad de los españoles miran el móvil más de 150 veces al día. Otro dato: uno de cada tres españoles padece el llamado ‘tecnoestrés’.
La ‘locura’ de las pantallas ha llevado a cambiar los hábitos y a generar situaciones hace un tiempo impensables: niños de seis años que exigen a los padres un teléfono inteligente, abuso de redes sociales por las noches, retraso de la hora de irse a dormir, preocupación en el hogar, deterioro de las relaciones sociales y de los resultados escolares. «El otro día alguien me dijo que estuvieron a punto de atropellarle por ir mirando el móvil. Hay una adicción a la pantalla por el deseo de explorar», indica Enriqueta López. «Hay casos como el de una mujer que se despertaba una hora antes cada día para jugar con su teléfono móvil y que, debido a su extrema adicción, solía llegar tarde al trabajo con frecuencia hasta que fue despedida», narra Juan Pedro Pérez, psicólogo en Tarragona.
Montserrat Gómez es psicóloga clínica y responsable de la sección de juego patológico del Institut de Diagnòstic Psicològic (IDP) de Tarragona. Ella sostiene que a sus consultas ya han llegado estos cuadros de adicciones que ha tenido que tratar: «Es un problema que venimos detectando, sobre todo en los jóvenes y a través de lo que nos dicen los padres. Uno de los casos más complicados era el de un chico que, entre videojuegos, internet y móvil, estaba una media de diez horas enganchado».
El ‘síndrome del doble check’
En los últimos tiempos, lo que está ocurriendo con WhatsApp se lleva la palma. Los grupos, esos chats donde intervienen varios usuarios, se han convertido en una pesadilla para algunos. «Estoy en un montón de grupos de mi hija, con padres. Muchas veces llegan a casa con dudas esperando que tú preguntes a algún padre. A veces es algo insoportable, un suplicio», comenta una madre.
WhatsApp, una potente herramienta de comunicación, puede convertirse en un arma de doble filo. «Existe el síndrome del doble check, ansiedad producida al mandar un mensaje a nuestra pareja y, estando en línea, comprobar que no nos contesta», cuenta Juan Pedro Pérez. No es difícil que eso derive en baja autoestima y en más inseguridad (y, en último término, en problemas de pareja).
Comer mirando el móvil
«Cualquier adicción es un síntoma de otra cosa, de una depresión, de un malestar, de una inseguridad. Es un deseo de tenerlo todo controlado, de que nada se nos escape de las manos. Es el miedo a la pérdida de una oportunidad social», explica Jaume Descarrega, delegado en Tarragona del Col·legi de Psicologia de Catalunya. «Cada vez hay más padres que te dicen que no pueden ir a cenar sin que su hijo deje de mirar el móvil constantemente. Todo esto es un síntoma de la modernidad. Estamos en una sociedad tecnológica. La tecnología es un elemento fantástico e imprescindible pero al mismo tiempo puede ser algo peligroso si se nos va de las manos, si acaba sustituyendo la relación interpersonal», sostiene Descarrega.
Pérez ofrece un ejemplo: «Si te tomas una cerveza al día no tienes por qué ser alcohólico, pero si no puedes pasar un día sin esa cerveza es posible que tengas un problema. Esto es lo que pasa con las nuevas tecnologías. El problema es que mucha gente no se da cuenta de que le está pasando».
¿Más incomunicación?
La psicóloga de Tarragona Myriam Aberasturi ha visto de cerca en su consulta otro tipo de problemas ligados a la mensajería instantánea: «No he visto tantos casos de ansiedad como sí problemas como la detección de infidelidades. También genera incomunicación. He visto casos de parejas en las que uno de los dos está enganchado a las redes sociales y eso de alguna forma hace que se vayan distanciando. Eso crea un problema de pareja cada vez más frecuente».
Otro fenómeno que tiene que ver con la familiaridad extrema del móvil en el día a día: el síndrome de la vibración fantasma. Consiste en imaginar que el teléfono está vibrando (o sonando) en nuestro bolsillo. A falta de explicaciones científicas más acotadas, los expertos lo engloban en la dependencia de estos dispositivos.
Ante estos problemas, ¿cómo actuar?. El tratamiento no difiere demasiado del que se aplica en otras adicciones. Montserrat Gómez desglosa parte del que ella ha aplicado a algunos de sus pacientes: «Hay una primera fase que tiene que ser de abstinencia. Consiste en prohibir el móvil durante un tiempo. Luego, dado que el teléfono es una herramienta necesaria, se puede dar un móvil de los de antes, sin ningún tipo de conexión, y se dosifica su uso. Con el control de un familiar, se imponen unas normas para limitar el acceso: sólo se puede consultar en determinadas horas o en contextos concretos. Es una manera de racionalizar el uso del aparato. Después de la prohibición completa, se trata de ir dando pautas para llegar a un consumo responsable». «Hay que hacerles ver que el móvil es sólo una parte más de su vida, un elemento más. Detrás suele haber muchos problemas, como la autoestima. Hay que hacer que vean cómo están con ellos mismos», indica Enriqueta López.
«Detrás de una adicción hay una persona y en ella está ese problema. Hay que preguntarse: ¿por qué hay esa sustitución? ¿Qué hace falta ahí en lugar del móvil?. ¿Cómo se puede llenar eso?», se pregunta Juan Pedro Pérez. Como siempre, en la educación reside parte de la clave. «Lo peor es crear una dependencia a edades muy tempranas. Eso retroalimenta este tipo de conductas. Los padres tienen mucha responsabilidad en eso», aporta López.
Hasta tal extremo se ha llegado que hay algunas voces que ya abogan por una tendencia que aparece de manera muy puntual: la ‘desconexión digital’, a veces como obligación y otras como ‘ayuno’ temporal. «Estuve en una comida en la que, antes de entrar al comedor, había que dejar todos los móviles fuera. Era una manera de no interrumpir la dinámica de ese evento», cuenta Enriqueta López. En Tarragona, algún bar, con humor, ya ha instalado el cartel: ‘No tenemos wifi. Hablad entre vosotros’.