Fueron las grandes estrellas bursátiles y de los beneficios durante la pandemia. Google, Apple, Amazon, Netflix, Facebook, Twitter... los gigantes tecnológicos de Wall Street lograron resistir la crisis gracias a un modelo de negocio beneficiado con el radical cambio en los hábitos de consumo durante el confinamiento.
Las previsiones de ingresos se dispararon en el sector y, por tanto, también las de sus futuras inversiones. Pero tras un 2021 brillante, estas compañías se han topado de bruces con una realidad económica que ha puesto en serias dudas sus estimaciones iniciales, a lo que se suma un menor brío en tendencias que hasta ahora se pensaba que iban a ser permanentes, como el impulso que la pandemia dio al teletetrabajo, el comercio online o el ocio en casa.
Sin duda, este está siendo el ejercicio más duro que se recuerda en la industria desde el pinchazo de las punto.com allá por el año 2000. Es cierto que el momento actual no tiene nada que ver con el anterior estallido de la burbuja. Ni se espera que el dramatismo que se vivió entonces sea similar. No obstante, el cambio de tornas ha obligado a muchas de estas compañías a replantear su estrategia y a comenzar a recortar costes para compensar una caída de ingresos que ninguno de los grandes directivos del sector fue capaz de prever a principios de año.
Otro de los factores que más pesa es el giro en las políticas monetarias de los bancos centrales. Y es que este tipo de compañías son muy sensibles a las subidas de los tipos de interés, que encarecen el acceso a la financiación, lo que a su vez perjudica a unas empresas cuyo beneficio a largo plazo representa una parte importante de su valoración en el mercado.
La perspectiva de que las inversiones se reduzcan y esto acabe golpeando sus resultados ha provocado que el índice Nasdaq, que agrupa a los principales valores tecnológicos de Wall Street, acumule pérdidas de más del 32% este año. Y las caídas superan el 70% para empresas como Meta (Facebook), con los inversores poniendo en serias dudas la firme apuesta por el Metaverso que ha realizado la compañía. Su fundador, Mark Zuckerberg, anunció el pasado miércoles que habrá 11.000 despidos sobre una plantilla total que ronda los 87.000 empleados en todo el mundo. Una cifra que en apenas dos años se ha duplicado respecto a los 44.000 que registraba en 2020. Los motivos con los que el joven empresario justificó su decisión se pueden resumir en que el gigante ha vivido por encima de sus posibilidades. «Al comienzo de la covid, el aumento del comercio electrónico condujo a un crecimiento descomunal de los ingresos. Mucha gente predijo que esto sería una aceleración permanente. Yo también lo hice, así que tomé la decisión de aumentar significativamente nuestras inversiones. Desafortunadamente, esto no salió como esperaba», reconocía Zuckerberg hace unos días.
Otro de los movimientos más sonados en los últimos días ha sido el protagonizado por Twitter, con el polémico despido de 3.700 empleados, el 50% de su plantilla global, después de que Elon Musk, el nuevo propietario de la red social, anunciase que la red social pierde 4 millones de dólares diarios. Con el recorte, aspira a ahorrar 1.000 millones de dólares al año en gastos de personal.
Un sector en apuros
La ola de ajustes en el sector viene de lejos. Netflix ya decidió prescindir de 150 empleados a mediados de mayo y redujo su plantilla en otros 300 a principios de verano. La compañía también ha optado por introducir publicidad en su plataforma como fórmula para compensar la caída de ingresos por el menor ritmo en el crecimiento de suscriptores.
El pasado agosto, Snap (desarrollador de la aplicación móvil Sanapchat) también anunció la salida del 20% de su plantilla (unos 1.200 empleados). Y otros históricos del sector como Intel también prevén despedir al 20% de sus trabajadores con el objetivo de recortar los gastos en hasta 10.000 millones hasta el año 2025. La crisis de los microchips ha pesado, y mucho, sobre la compañía. Google, Amazon o Apple también han frenado en seco las contrataciones, incluso paralizando inversiones y proyectos internos para ahorrar costes e intentar frenar la merma de beneficios, afectados también por los tipos de cambio, con un dólar cada vez más fuerte que ha provocado una caída de las ventas en sus apuntes contables.