La discriminación por el color de la piel es cotidiana y comprende las más variadas fases de la vida. Los afectados denuncian que está en las leyes, la vida laboral, la búsqueda de vivienda, el acceso a la educación y la sanidad «en igualdad de condiciones», las detenciones policiales que se guían por «el perfil étnico, el acoso escolar a menores por negrofobia o las agresiones verbales por la calle», según el estudio ‘Aproximación a la población africana y afrodescendiente en España. Identidad y acceso a derechos’, presentado por el Ministerio de Igualdad, en el marco de la Semana contra el Racismo.
El trabajo indica que estas personas sienten que «tienen menos oportunidades para acceder» a un puesto de responsabilidad (95%), un buen trabajo (94%), una vivienda (91%) y a los servicios de educación (64%) y sanidad (65%). También se consideran a sí mismas como la «población más desprotegida» por parte de un Estado donde es «bastante frecuente la discriminación por motivo de origen étnico o color de piel». Los resultados doblan los de otros colectivos que con frecuencia sufren delitos de odio, como los clasificados por su identidad sexual.
El racismo ha aumentado en los últimos años, según el 60% de los 1.360 encuestados, mientras un tercio considera que no ha variado. «Que una persona se sienta excluida de la sociedad es lo que más contribuye a la percepción de sentirse discriminado», explica María Ángeles Cea, coautora del estudio, que descubre otro dato: «Unicamente el 10% de las víctimas que vivieron experiencias de discriminación afirma haberlo denunciado. El motivo es que se aprecia que ‘no sirve para nada’. Hay una tendencia a la normalización del hecho discriminatorio», tanto para los de origen extranjero como para sus descendientes, por lo general nacidos en España.
La mayoría de las víctimas de racismo son africanos pero hay también latinoamericanos. Sus perfiles, al contrario del estereotipo del migrante que cruza el estrecho, son tan variados como sus países de origen: Guinea Ecuatorial, Senegal, Angola, Camerún o Nigeria, entre otra docena. Más de la mitad no ha cumplido 29 años, la cuarta parte estudia y otro tanto similar tiene contrato indefinido, un 44% tiene un empleo de cualificación media y un 15% está en paro. Sus ingresos familiares medios son de 1.500 euros.
¿A qué se debe la discriminación? Según lo manifestado por 42 organizaciones que trabajan con poblaciones migrantes existe una «mala prensa» y una «criminalización», que está en auge debido al discurso político de la extrema derecha. «Los agresores no temen represalias, no se les multa, ni se les abren procesos judiciales», opinan. Pero los que viven la discriminación entienden que sucede por «ser negro» (56%), «desconfianza racista» (14%) o «ser inmigrante y negra» (11%).
Los investigadores sostienen que a los africanos y sus descendientes les «negaron atención o servicio», «trataron mal», «insultaron o burlaron» y les hicieron «todo tipo de maltratos». Comienza en el colegio, con «comentarios sobre el pelo», por ejemplo. Pero más allá de las conductas particulares existe un racismo estructural que se manifiesta con el «rechazo durante una entrevista» de trabajo (37%), que les impide «acceder a empleos para los que están formados». Uno de cada tres encuestados estima que el «racismo institucional» –existente en los organismos públicos y administraciones– alcanza el máximo de la escala, mientras que la percepción media del «racismo cotidiano» roza el ocho sobre diez. «Necesitamos más información concreta para aplicar mejores políticas públicas», destacó Cea.
Entre los que tienen un comportamiento racista, que podría afectar a entre 700.000 y dos millones de individuos (no hay datos exactos en España), está arraigado un «sentimiento de superioridad» ante quien es «diferente de color de piel». El racismo se cruza con otro tipo de discriminación a la mujer y a la pobreza. La Dirección General para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial recuerda que existe un teléfono, el 900 203 041, para «combatir la infradenuncia».