Jordi Évole y Màrius Sánchez son los directores de No me llame Ternera, el documental producido por Netflix en el que José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera, repasa en una larga entrevista su trayectoria criminal en ETA durante casi cincuenta años. La formidable polémica originada por el filme, que la plataforma estrenará el 15 de diciembre, eclipsó al resto de películas del Festival de San Sebastián en el fin de semana de su estreno. Más de 500 intelectuales y víctimas firmaron una carta para tratar de impedir su proyección en el certamen, mientras su director, José Luis Rebordinos, defendía que el documental no blanqueaba a ETA. El resultado final no ha satisfecho ni a la izquierda abertzale, que califica la entrevista de «extremadamente parcial», ni al propio protagonista, que echa de menos «contexto político».
¿Por qué creen que Josu Ternera aceptó la entrevista?
Me lo he preguntado muchas veces, pero todavía no lo sé. Dejamos claro desde el primer momento el tono que iba a tener la entrevista, no podía esperar un homenaje.
¿Le puede interesar judicialmente con vistas a su extradición pendiente?
Es una pregunta que le hicimos y la eliminamos del montaje porque nos pareció convincente la respuesta, nos dijo que no tenía nada que ver. Él daba la entrevista porque quería explicarse e intentar borrar la imagen tan deshumanizada que se había dado de él en la prensa española. En ‘Berria’ dice que la comunicación es una herramienta que nunca había utilizado y que tenía ganas de empezar a usar.
Ha utilizado otras herramientas.
Bastante peores que la entrevista.
¿Qué impresión tuvieron de él?
No hablamos mucho, no solemos tener ‘off the record’ con los invitados. A mí me decepcionó. Me imaginaba una entrevista con palabras más conciliadoras. Se me empezó a truncar todo cuando habla del asesinato de Yoyes, de una compañera de la que era amigo y con la que había compartido muchas situaciones. Ni en ese momento dice que ETA cometió una barbaridad al matarla de la mano de su hijo.
Dice que era un cáncer que había que extirpar.
Sí, había que acabar con la posibilidad de que otros militantes viesen que era un camino fácil abandonar ETA y volver a vivir al pueblo. En esa respuesta pensé que esto iba a ser muy duro.
¿Pero pensaban que iba a arrepentirse de algo?
Quizá no con la palabra arrepentimiento. Él dice que arrepentirse de toda una vida, hacerle una enmienda a su historia, sería una monstruosidad. Pero sí pensamos que iba a hacer un análisis más compasivo. Hipercor fue un error, reconoce, pero enseguida matiza y atribuye la responsabilidad al Estado. Lo mismo con Zaragoza, Vic. Habla más para dentro que para fuera, por encima de todo tiene la mentalidad de un militante y de que la organización es lo primero. Hubiese entendido como una traición a sus compañeros haber hecho una enmienda a la historia de ETA. Muchos de ellos la hacen, pero no se atreven en voz alta.
El documental provoca una sensación de hartazgo, las justificaciones de Josu Ternera son las de la izquierda abertzale históricamente. ¿Por qué doce años después de la desaparición de ETA todavía no hay un ‘mea culpa’ en ese mundo?
La izquierda abertzale tiene mucha caras, como cualquier colectivo. Ha habido frases que yo pondría en valor, como el discurso que se hizo en el décimo aniversario del fin de la violencia, en el que se habló del reconocimiento al daño causado por ETA y que jamás debería haberse causado. Yo califico ese discurso de valiente, porque a veces hay mucha cobardía. Nadie quiere convertirse en el disidente.
¿Se esperaban las reacciones pidiendo la retirada del documental del Festival?
La carta como tal, no. Es cierto que el término blanquear cada vez resuena más cuando haces una entrevista a un personaje que no gusta a alguien. Nos han dicho que hemos blanqueado al Papa, a Aznar, a Maduro, a Miguel Bosé. Sabíamos que podía suceder, pero no vimos venir querer parar la proyección antes de ver la película. Me pongo en el lugar de las víctimas, a mí también me duelen cosas que se dicen en el documental. Pero es que la Historia a veces duele, está ahí y tenemos que asumirla y no repetirla. Me desespera que los chavales de veinte años no sepan quién es Miguel Ángel Blanco. ¿Queremos una sociedad que cante a coro ‘que te vote Txapote’ sin saber qué canta? ¿O queremos saber que Txapote asesinó a Miguel Ángel Blanco? Yo quiero una sociedad informada. En cuanto a los intelectuales que han firmado la carta, me sorprende esta especie de censura preventiva. ‘Yo no lo he visto, pero te prevengo que no debes verlo, porque es malo. Tú eres tonto y el listo soy yo’. Hay una voluntad de idiotizar a la población.
Fernando Aramburu, firmante de la carta, no juzgaba el contenido, sino la falta de tacto al elegir como protagonista al verdugo y no a la víctima. Y además, ponerle una alfombra roja en la ciudad donde ETA más ha matado.
Cuando decimos ponerle la alfombra roja a Josu Urrutikoetxea, ¿somos consciente de lo que estamos diciendo? Nosotros no hemos venido aquí en plan glamur. Me sabe muy mal que nuestra polémica monopolice los primeros días del festival, cuando se estrenan obras de directores como Coixet, Trueba, Bayona. No tiene ningún sentido. Tenemos una ciudadanía mucho más preparada de lo que algunos intelectuales creen. No le voy a negar a nadie la posibilidad de criticar, pero pido que se vea. Este es el único festival al que hemos llevado el documental, se tenía que estrenar aquí. Precisamente porque es el lugar donde más ha matado ETA.
A Ternera no le ha gustado la entrevista.
¿Qué hubiese pasado si dice que le ha gustado? Yo no pienso en eso cuando le entrevisto. Se le dijo que iba a ser una entrevista dura, nada que ver con la que le pueden hacer en un medio afín al terrorismo de ETA.
¿Y que no le haya gustado a la izquierda abertzale les ha sorprendido?
En absoluto. Me sorprende que diga que alimenta un relato único, porque seguramente el atentado mejor descrito en toda la película es el que sufrió Josu Ternera y su familia en el País Vascofrancés por el ‘preGAL’. ¿Cómo puedes decir que no se habla de la guerra sucia, de la violencia del otro lado? Indudablemente se habla más de ETA, porque estamos con un icono de la organización.
¿Creen que es sincero al final, cuando le preguntan si su vida ha merecido la pena?
Si él no se convence de que ha merecido la pena, como dice, efectivamente sería una monstruosidad, una monstruosidad que ha durado 60 años. Es una respuesta que demuestra cómo nosotros nos podemos hacer nuestro código ético para poder vivir. Si uno asumiese esa monstruosidad en la que ha participado, igual se le quitaban las ganas de vivir.
¿Cómo lleva el torrente de odio en las redes sociales?
Relativizándolo mucho y capando las menciones. Si las leo, tampoco me afecta demasiado. Hubo épocas en las que lo pasaba francamente mal, pero no ahora. La red es el nicho que es, no ocurre en la calle. No me gritan blanqueador o españolista. Las redes van muy bien para que la gente se desbrave. Si en el 36 hubiera habido Twitter, igual no hubiese habido Guerra Civil.
¿A quién se negarían a entrevistar?
En principio, a nadie. ¿Quién puede negar el valor periodístico de una entrevista a Josu Urrutikoetxea? Es indudable.
Jordi Évole y Màrius Sánchez son los directores de No me llame Ternera, el documental producido por Netflix en el que José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera, repasa en una larga entrevista su trayectoria criminal en ETA durante casi cincuenta años. La formidable polémica originada por el filme, que la plataforma estrenará el 15 de diciembre, eclipsó al resto de películas del Festival de San Sebastián en el fin de semana de su estreno. Más de 500 intelectuales y víctimas firmaron una carta para tratar de impedir su proyección en el certamen, mientras su director, José Luis Rebordinos, defendía que el documental no blanqueaba a ETA. El resultado final no ha satisfecho ni a la izquierda abertzale, que califica la entrevista de «extremadamente parcial», ni al propio protagonista, que echa de menos «contexto político».
¿Por qué creen que Josu Ternera aceptó la entrevista?
Me lo he preguntado muchas veces, pero todavía no lo sé. Dejamos claro desde el primer momento el tono que iba a tener la entrevista, no podía esperar un homenaje.
¿Le puede interesar judicialmente con vistas a su extradición pendiente?
Es una pregunta que le hicimos y la eliminamos del montaje porque nos pareció convincente la respuesta, nos dijo que no tenía nada que ver. Él daba la entrevista porque quería explicarse e intentar borrar la imagen tan deshumanizada que se había dado de él en la prensa española. En ‘Berria’ dice que la comunicación es una herramienta que nunca había utilizado y que tenía ganas de empezar a usar.
Ha utilizado otras herramientas.
Bastante peores que la entrevista.
¿Qué impresión tuvieron de él?
No hablamos mucho, no solemos tener ‘off the record’ con los invitados. A mí me decepcionó. Me imaginaba una entrevista con palabras más conciliadoras. Se me empezó a truncar todo cuando habla del asesinato de Yoyes, de una compañera de la que era amigo y con la que había compartido muchas situaciones. Ni en ese momento dice que ETA cometió una barbaridad al matarla de la mano de su hijo.
Dice que era un cáncer que había que extirpar.
Sí, había que acabar con la posibilidad de que otros militantes viesen que era un camino fácil abandonar ETA y volver a vivir al pueblo. En esa respuesta pensé que esto iba a ser muy duro.
¿Pero pensaban que iba a arrepentirse de algo?
Quizá no con la palabra arrepentimiento. Él dice que arrepentirse de toda una vida, hacerle una enmienda a su historia, sería una monstruosidad. Pero sí pensamos que iba a hacer un análisis más compasivo. Hipercor fue un error, reconoce, pero enseguida matiza y atribuye la responsabilidad al Estado. Lo mismo con Zaragoza, Vic. Habla más para dentro que para fuera, por encima de todo tiene la mentalidad de un militante y de que la organización es lo primero. Hubiese entendido como una traición a sus compañeros haber hecho una enmienda a la historia de ETA. Muchos de ellos la hacen, pero no se atreven en voz alta.
El documental provoca una sensación de hartazgo, las justificaciones de Josu Ternera son las de la izquierda abertzale históricamente. ¿Por qué doce años después de la desaparición de ETA todavía no hay un ‘mea culpa’ en ese mundo?
La izquierda abertzale tiene mucha caras, como cualquier colectivo. Ha habido frases que yo pondría en valor, como el discurso que se hizo en el décimo aniversario del fin de la violencia, en el que se habló del reconocimiento al daño causado por ETA y que jamás debería haberse causado. Yo califico ese discurso de valiente, porque a veces hay mucha cobardía. Nadie quiere convertirse en el disidente.
¿Se esperaban las reacciones pidiendo la retirada del documental del Festival?
La carta como tal, no. Es cierto que el término blanquear cada vez resuena más cuando haces una entrevista a un personaje que no gusta a alguien. Nos han dicho que hemos blanqueado al Papa, a Aznar, a Maduro, a Miguel Bosé. Sabíamos que podía suceder, pero no vimos venir querer parar la proyección antes de ver la película. Me pongo en el lugar de las víctimas, a mí también me duelen cosas que se dicen en el documental. Pero es que la Historia a veces duele, está ahí y tenemos que asumirla y no repetirla. Me desespera que los chavales de veinte años no sepan quién es Miguel Ángel Blanco. ¿Queremos una sociedad que cante a coro ‘que te vote Txapote’ sin saber qué canta? ¿O queremos saber que Txapote asesinó a Miguel Ángel Blanco? Yo quiero una sociedad informada. En cuanto a los intelectuales que han firmado la carta, me sorprende esta especie de censura preventiva. ‘Yo no lo he visto, pero te prevengo que no debes verlo, porque es malo. Tú eres tonto y el listo soy yo’. Hay una voluntad de idiotizar a la población.
Fernando Aramburu, firmante de la carta, no juzgaba el contenido, sino la falta de tacto al elegir como protagonista al verdugo y no a la víctima. Y además, ponerle una alfombra roja en la ciudad donde ETA más ha matado.
Cuando decimos ponerle la alfombra roja a Josu Urrutikoetxea, ¿somos consciente de lo que estamos diciendo? Nosotros no hemos venido aquí en plan glamur. Me sabe muy mal que nuestra polémica monopolice los primeros días del festival, cuando se estrenan obras de directores como Coixet, Trueba, Bayona. No tiene ningún sentido. Tenemos una ciudadanía mucho más preparada de lo que algunos intelectuales creen. No le voy a negar a nadie la posibilidad de criticar, pero pido que se vea. Este es el único festival al que hemos llevado el documental, se tenía que estrenar aquí. Precisamente porque es el lugar donde más ha matado ETA.
habido Guerra Civil»
A Ternera no le ha gustado la entrevista.
¿Qué hubiese pasado si dice que le ha gustado? Yo no pienso en eso cuando le entrevisto. Se le dijo que iba a ser una entrevista dura, nada que ver con la que le pueden hacer en un medio afín al terrorismo de ETA.
¿Y que no le haya gustado a la izquierda abertzale les ha sorprendido?
En absoluto. Me sorprende que diga que alimenta un relato único, porque seguramente el atentado mejor descrito en toda la película es el que sufrió Josu Ternera y su familia en el País Vascofrancés por el ‘preGAL’. ¿Cómo puedes decir que no se habla de la guerra sucia, de la violencia del otro lado? Indudablemente se habla más de ETA, porque estamos con un icono de la organización.
¿Creen que es sincero al final, cuando le preguntan si su vida ha merecido la pena?
Si él no se convence de que ha merecido la pena, como dice, efectivamente sería una monstruosidad, una monstruosidad que ha durado 60 años. Es una respuesta que demuestra cómo nosotros nos podemos hacer nuestro código ético para poder vivir. Si uno asumiese esa monstruosidad en la que ha participado, igual se le quitaban las ganas de vivir.
¿Cómo lleva el torrente de odio en las redes sociales?
Relativizándolo mucho y capando las menciones. Si las leo, tampoco me afecta demasiado. Hubo épocas en las que lo pasaba francamente mal, pero no ahora. La red es el nicho que es, no ocurre en la calle. No me gritan blanqueador o españolista. Las redes van muy bien para que la gente se desbrave. Si en el 36 hubiera habido Twitter, igual no hubiese habido Guerra Civil.
¿A quién se negarían a entrevistar?
En principio, a nadie. ¿Quién puede negar el valor periodístico de una entrevista a Josu Urrutikoetxea? Es indudable.