Entre lonas y plásticos, estos últimos cuatro días se escondían incalculables tesoros en el Entorn de les Eres de Altafulla. Pequeñas obras hechas a mano, con un valor que va más allá de la materia prima y se traduce en sensaciones para los cinco sentidos.
Solo cuando el sol permitía pasear sin el amparo de una sombra, se desataban las cuerdas, se retiraban las envolturas y aparecía, ante los ojos de vecinos y turistas, la emblemática Fira d´Artesans de la localidad. Herreros, carniceros, hiladoras de algodón, peleteros, queseros, joyeros, un luthier soplador de vidrio, y hasta Food Trucks, llevaban ofreciendo sus productos desde el 18 de agosto hasta ayer, en la decimonovena edición de este encuentro organizado por el Col·lectiu d´Artesans de Altafulla.
Semejante espectáculo de variedades montado a los pies del castillo medieval favorecía la curiosidad de los visitantes y sus ganas de llevarse a casa alguno de los artículos expuestos. Los olores, colores y sabores creaban una atmósfera deliciosa.
Un referente
La feria de Altafulla, junto a la de Montblanc, es un referente en toda Catalunya. No es habitual ver ciento veinte puestos de distintos sectores simulando una pequeña villa, ya que la organización se encargó de distribuirlos en calles según si eran demostraciones de oficio, artesanía variada, o productos gastronómicos.
Mientras, el escenario central no permanecía vacío. Al contrario. Los cuentacuentos Joana Badia y Pepi Miró, la Companyia Funeral Cabaret, el Trio Vintage, el grupo Bastiani y los salidos, y los Grallers de Altafulla, entre otros, amenizaron las tardes y noches de la feria con actuaciones y conciertos para el gusto de todos. Fue un completo surtido de actos que terminó de dar a la Fira d´Artesans esa polivalencia con la que se la caracteriza, convirtiéndola en un verdadero tesoro de nuestras tierras.
