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El papa Francisco continúa estable sin nuevas crisis respiratorias

Su pronóstico sigue siendo reservado dada la complejidad del cuadro clínico y el Vaticano ha anunciado que no emitirá nuevos partes médicos hasta el sábado

06 marzo 2025 20:53 | Actualizado a 06 marzo 2025 20:58
Se lee en 2 minutos
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El papa Francisco ha pasado una «noche tranquila y está descansando», según informaba el Vaticano este jueves. En las últimas horas, el Pontífice permanece estable y no ha experimentado ningún episodio de insuficiencia respiratoria, según han señalado en el parte emitido a última hora de la tarde por la Santa Sede.

Durante la jornada del miércoles se le administró oxigenoterapia de alto flujo y por la noche «se retomará la ventilación mecánica no invasiva». Además, se le ha incrementado la fisioterapia respiratoria y motora activa. El pronóstico sigue siendo reservado y el Vaticano ha anunciado que no emitirá más actualizaciones sobre el estado de salud del pontífice hasta el sábado próximo.

El pronóstico sigue siendo reservado dada la complejidad del cuadro clínico de Francisco, que permanece desde el 14 de febrero ingresado en el hospital Gemelli de Roma debido a una infección pulmonar que derivó en una neumonía bilateral de la que, por el momento, no consigue recuperarse, aunque sigue un «desarrollo ordinario», según informaron fuentes vaticanas.

Después de las dos insuficiencias respiratorias «agudas» por broncoespasmo que sufrió el pasado lunes, y que llevaron a los médicos a realizarle dos broncoscopias para retirarle la abundante mucosidad acumulada, el Pontífice no ha vuelto a padecer nuevas crisis y pudo pasar este miércoles descansando en un sillón. Dedicó parte del día a trabajar, algo que no pudo hacer en los días anteriores debido a las insuficiencias respiratorias que tuvo tanto el lunes como el viernes pasado.

El Papa está haciendo desde el miércoles fisioterapia motoria «activa», al tiempo que ha «incrementado» los ejercicios respiratorios que lleva varios días realizando para mejorar su respuesta frente a los episodios de insuficiencia pulmonar. Durante el día recibe además oxígeno «de alto flujo» por medio de unas cánulas nasales, mientras que por la noche, como se anunció el día anterior, pasa a «ventilación mecánica no invasiva» para ayudarle a respirar. Los médicos mantienen el diagnóstico reservado y recuerdan que se trata de un paciente con un «cuadro clínico complejo» debido a sus 88 años y a sus enfermedades pulmonares crónicas, por lo que «no está fuera de peligro».

Homilía de Francisco

Durante la mañana, Jorge Mario Bergoglio participó desde su habitación del hospital, situada en el décimo piso del Gemelli, en el rito de la bendición de las cenizas, que le fueron impuestas por el sacerdote celebrante antes de recibir la Eucaristía. La hospitalización impidió a Francisco presidir las ceremonias organizadas por el Vaticano con motivo del Miércoles de Ceniza, con las que comienza la Cuaresma. Fue sustituido por el cardenal Angelo de Donatis, penitenciario mayor, quien se encargó de dirigir tanto la oración inicial en la iglesia de San Anselmo en el Aventino como la procesión penitencial hasta la Basílica de Santa Sabina, donde presidió la Eucaristía.

En la misa de Donatis leyó una homilía preparada para esta ocasión por el Papa. Era un texto significativo en el que Bergoglio reflexionó sobre «la fragilidad en la experiencia de la enfermedad», que él mismo está viviendo durante este período debido a la neumonía bilateral. Sin hablar directamente sobre su caso, subrayó cómo «las cenizas nos ayudan a hacer memoria de la fragilidad y de la pequeñez de nuestra vida», porque «somos polvo». También dijo que la «condición de fragilidad nos recuerda el drama de la muerte», que en la sociedad contemporánea es habitual que se trate de «exorcizar» o incluso «excluir» del lenguaje, aunque acabe imponiéndose «como una realidad con la que debemos lidiar, signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas».

Finalmente, el Papa se dirigió a los creyentes en su homilía, leída por el cardenal De Donatis, para afirmar que sin la «esperanza» de la resurrección, las personas están «condenadas a soportar pasivamente la fragilidad de nuestra condición humana y, sobre todo ante la experiencia de la muerte, nos hundimos en la tristeza y la desolación», por lo que se acaba razonando «como insensatos».

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