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Alan Salvadó: «El naufragio, una de las grandes tragedias contemporáneas, no tiene imagen»

‘El poder en escena’, coeditado por Alan Salvadó y Jordi Balló, rastrea la iconografía de la esfera pública para descifrar su naturaleza.

28 julio 2023 10:47 | Actualizado a 29 julio 2023 10:55
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Las imágenes que nos acompañan a diario en la esfera pública no son banales. ¿Quién las ha preparado de una determinada manera? ¿Qué pretenden decirnos? ¿Llevan implícito algún mensaje o sesgo? El poder en escena. Motivos visuales de la esfera pública, coeditado por Alan Salvadó y Jordi Balló y publicado por Galaxia Gutenberg rastrea esos iconos para descifrar su naturaleza, desde el bodegón policial a los memes, desde los uniformes a la simbología de Rusia y Ucrania. El poder en escena apela al lector, para que active su mirada crítica sobre lo que le rodea y se interpele sobre los propósitos que hay detrás. Alan Salvadó (Barcelona, 1981) es profesor de Historia del Cine y Modelos de Puesta en Escena en el Grado de Comunicación Audiovisual en la Universitat Pompeu Fabra mientras que Jordi Balló (Figueres, 1954) es profesor de comunicación audiovisual en la misma universidad.

¿Nos manipulan en la esfera pública?

El poder en escena parte justamente de esta hipótesis. ¿Manipular? Aquí podríamos entrar en matices, pero lo que está claro es que hay un diálogo entre la visibilidad y la invisibilidad del poder. Entonces, el poder siempre se gestiona de forma invisible, pero toda esa gestión después se tiene que visibilizar en la esfera pública. Y lo hace con una voluntad de construir una iconografía que la gente reconozca rápidamente y seguramente, muchas cosas quedan desaparecidas, en el sentido de invisibilizadas. Por ejemplo, es muy difícil tener imágenes del poder judicial, en el libro se habla de la fachada judicial porque prácticamente es la única imagen que este poder permite. La fachada se convierte en una iconografía, pero en el fondo no está diciendo nada, sino que el poder se acaba tejiendo en un despacho.

También cuentan que es invisibilidad la de los naufragios de los refugiados, de los que no hay imágenes.

Muertes sin testigos. El naufragio, de Carles Guerra, es un capítulo muy interesante porque una de las grandes tragedias contemporáneas justamente no tiene imagen. Fue Théodore Géricault en el siglo XIX quien con la pintura La balsa de la Medusa construyó esta iconografía del naufragio, pero en la contemporaneidad esta imagen ha desaparecido y si existe, prácticamente acaba siendo de videovigilancia, maquínica. No hay posibilidad de humanizar el motivo y seguramente, si se humanizara, se tomaría una mayor conciencia. Es uno de los ejemplos de cómo esta invisibilización provoca una falta de sensibilización por parte de la ciudadanía o de las propias políticas.

«Si vemos una máquina de billetes en época de crisis, no deja de ser la idea de la necesidad del dinero, del fluir»

¿Quién explica mejor el capitalismo, Adam Smith o Tío Gilito?

Tío Gilito, sin duda. Manuel Garin demuestra en Los billetes cómo el imaginario Disney explica la idea de que el dinero se mueve de forma continua y es a partir del movimiento, que Tío Gilito ilustra muy bien con su varita, que se genera el capitalismo. Es la imagen iconográfica de la movilidad del dinero, no solo desde el punto de vista de la cultura popular de la lluvia de billetes, sino también de la circulación del dinero bursátil, del discurso de que como está en movimiento constante generará más dinero.

Se hace referencia al dinero como irreal, algo que es hasta doloroso si se piensa en las personas que carecen de él.

Igual que ocurre con los refugiados, aunque pueda parecer inocente o incluso irónico, al final acabamos hablando de un tema de humanización y de abstracción y de cómo el hecho de que el dinero, que nos acaba rigiendo de una forma determinista nuestras vidas, hace que tengamos esta ausencia de conciencia. Incluso cuando aparecen cifras astronómicas somos inmunes y si se piensa, son barbaridades. Es la idea de irrealidad y si lo pudiéramos humanizar, seguramente la sensibilidad y la conciencia también serían otras.

¿Qué papel juega la iconografía en la invasión de Rusia con la ‘Z’ y la esvástica?

En Motivos prosociales, Fernando Canet pone en evidencia que en el conflicto entre Rusia y Ucrania se está produciendo una reactualización de unas actitudes simbólicas vinculadas con el nazismo y, al mismo tiempo, con los movimientos populistas y cómo encuentran estas correspondencias visuales. En ellas, la ‘Z’ rusa es una reactualización de la iconografía nazi que los prorrusos tratan de impulsar para marcar territorio. Y lo que Canet propone es que la simbología no quede solo en manos de totalitarismos o populismos, sino que en el ámbito civil también haya esta reapropiación de iconografías de actualidad que puedan permitir luchar contra las injusticias sociales. Por ejemplo, en el ámbito deportivo encontramos iniciativas para tomar conciencia social con una serie de gestualidades que permiten el empoderamiento de la mujer.

¿Todo el ensayo es una interpelación al lector para que despierte?

Sobre todo para aplicar una mirada crítica, para ser críticos con las imágenes que de forma recurrente nos rodean. Que no se tomen como imágenes cíclicas, que no estemos anestesiados por esa periodicidad, sino que justamente esa periodicidad sea indicativa y permita poner en duda determinadas iconografías. Especialmente, tener en cuenta que esas imágenes seguramente han sido muy pensadas, tienen un gabinete de comunicación detrás, donde alguien habrá batallado para hacerlo de una determinada manera. Además, muy importante, la mayoría de las veces han sido construidas por personas anónimas que están condicionando la recepción que se hace de ellas. Desde la persona que prepara la fotografía de familia del G7 a la que hace el botellón policial o la puesta en escena de un determinado discurso político. En este sentido, el libro invita a que el lector se las cuestione y a que se interrogue sobre lo que hay detrás.

$!Alan Salvadó: «El naufragio, una de las grandes tragedias contemporáneas, no tiene imagen»

El bodegón policial es sorprendente.

Es el primer capítulo y para nosotros es muy significativo. En cierta manera, lo concebimos como una hoja de ruta porque este proyecto nació de una investigación universitaria validada por Jordi Balló, coeditor de El poder en escena. Cuando él empezó a reflexionar sobre el poder en la esfera pública, lo hizo básicamente a partir del bodegón policial, una imagen que todos tenemos asimilada, de las noticias, de los decomisos... Jordi se pregunta el motivo de que se ordene geométricamente y a partir de ahí concluye que la ordenación, la geometrización acaban siendo elementos compositivos atribuibles a la culpabilidad. Cualquier bodegón, por muy simple y surrealista que pueda parecer, solo por estar ordenado de forma geométrica, por incluir el logo del cuerpo policial, por la repetición del patrón iconográfico ya lo identificamos como símbolo de culpabilidad.

Sin embargo, el bodegón desordenado también culpabiliza a los jóvenes.

En contraposición al bodegón policial barroco, clásico, el español, en los jóvenes, justamente es el caos, la suciedad y lo expansivo lo que acaba culpabilizándolos. El bodegón son los restos que quedan tras un botellón.

En ese capítulo, Maria-Jose Masanet y Marga Carnicé destacan que si bien los jóvenes ocupan los medios, no lo hacen desde su mirada. ¿Qué implica esto?

Es una cuestión relevante. En la batalla iconográfica de la visibilización e invisibilización, en el caso de los jóvenes el resultado es la frustración en la esfera pública. Lo que detectan es que el botellón se acaba convirtiendo en un arma para atacar a la juventud, cómo este punto de vista se ha aplicado hacia ellos, es la mirada del poder sin dar la palabra al otro. Y el hecho de que los jóvenes no tengan esta representación en la esfera pública los acaba perjudicando en muchos casos.

«La mayoría de las veces las imágenes han sido construidas por personas anónimas, que están condicionando la recepción que se hace de ellas»

Antes ha hecho referencia a los discursos políticos. ¿Cuánto más totalitario el régimen, más micrófonos utiliza?

Como se dice en el prólogo, el libro trata de aplicar una mirada microscópica. Si nos fijamos en los detalles, de repente empezamos a detectar cuestiones extrañas. Por ejemplo, en los discursos de Kim Jong-un y a partir de centenares de imágenes, observamos que se dirige a la población desde cinco, seis y hasta siete micrófonos. Se trata de una voz autoritaria, tiene sobrevisibilización. Es decir, no es suficiente con la palabra, sino que esta palabra tiene que venir reforzada por la propia imagen del micro y este replicando hasta siete veces, una cuestión que en determinados regímenes comunistas iconográficamente se repetía. Un motivo que puede ser anodino, cómico o anecdótico, de repente no deja de tener una posible interpretación, un discurso detrás, nunca mejor dicho.

¿Hay que cuestionarse todo?

Es una cuestión de cultura visual. Seguramente hay muchas imágenes que replicamos de las que desconocemos su génesis o su tipología y lo hacemos por inercia o de forma inconsciente. Y si nos paramos a pensar, empezamos a detectar una serie de aspectos. Si vemos una máquina de billetes en época de crisis, no deja de ser la idea de la necesidad del dinero, del fluir; si es un político caminando, podemos pensar que es prácticamente mesiánico y que detrás de eso ha habido toda una voluntad de humanizarlo, no va ni en coche ni a caballo. Todo está pensado; cuando se produce la invasión del Capitolio, tratado por Fran Benavente y Glòria Salvadó-Corretger en El asalto a la institución, es la voluntad de profanar estos espacios, la iconografía del poder. Entrar en el despacho de Nancy Pelosi y hacerse un selfie fumándose un puro es profanar ese poder. La batalla de la imagen y la contraimagen dialoga muchas veces a lo largo del libro.

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