Buscar la atención, la aprobación y gustar. Es el argumento compartido entre las usuarias de la escuela terapéutica de Can Ros sobre sus conductas hipersexualizadas.
Los responsables de este centro, ubicado en Aiguamúrcia (Alt Camp), explican que el 78% de los jóvenes en terapia tienen problemas de hipersexualización y alertan que cada vez más se inician en la pornografía desde más pequeños, entre los 6 y 12 años.
De hecho, según datos de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción y Save de Children, siete de cada diez menores consumen entre los 13 y 17 años. Nerea afirma que se ha sexualizado en las redes sociales y que había días que tenía la necesidad de salir a ligar «porque si no estaría deprimida y consumía».
Hace tres meses, Nerea internó a Can Ros con 17 años por varias problemáticas y, inicialmente, en contra de su voluntad. Explica que su única motivación era salir de fiesta y evitaba tanto como podía estar en casa, aislándose de su familia porque solo quería «sobrevivir». Asegura que la mayoría de sus amistades eran relaciones tóxicas y que cuando se sentía triste su manera de gestionar la tristeza era ponerse guapa y hacer un vídeo para subirlo en las redes sociales. «Esperaba respuestas de la gente que me seguía y me importaba mucho; también me he sexualizado en las redes para tener atención, aprobación y para gustar», lamenta.
Por presión, dice, ha enviado fotos suyas a chicos que le pedían, pero por miedo a que se expandieran, como le había pasado a una amiga, no lo hizo muchas veces. «Me he sexualizado mucho en las historias, pero enviar fotos no lo he hecho tanto, tres veces en toda mi vida y en una de ellas me preocupé porque no sé porqué lo hice», comenta. También afirma que ha tenido muchas relaciones, a pesar de que pocas parejas.
Ella misma explica que había días que necesitaba tener relaciones sexuales con alguien. «Había días que lo necesitaba, salía con el objetivo de ligar. Hoy tengo que tener relaciones con alguien que me atraiga. Los veía como objetivos, yo aquella noche el objetivo me lo tenía que ligar porque si no estaría deprimida y consumía», reconoce.
Nicole, de 15 años, es otra de las jóvenes que hace terapia en el centro desde hace poco más de dos meses. Sufrió un trastorno alimentario severo, depresión, ansiedad y agresividad, entre otros problemas, como el consumo de drogas.
Tenía muchos seguidores en las redes y, por esta razón, a pesar de ser menor, promocionaba fiestas y marcas de pitillos electrónicos. «Tenía adicción al móvil, todo el día veía qué niños veían las fotos que subía con biquini, me gustaba que me contestaran, me gustaba la atención, una se hace adicto a esto», añade.
La joven asegura que no era consciente que era solo un objeto, un cuerpo hasta que llegó a Can Ros. A la vez, confiesa que empezó a consumir pornografía cuando tenía doce años y que lo hacía conjuntamente con el grupo de amigos. «Ver pornografía me dio más ganas de tener más relaciones, si confiaba en alguien lo hacía con aquella persona», dice.
Lamenta que sea tan fácil acceder a contenido pornográfico en internet. «Me ha afectado en la hora de querer tener relaciones sexuales más bien, cuando lo normal es tenerlas a los dieciséis o dieciocho años y no antes», exprés.
A diferencia de las dos primeras jóvenes, Daniela ingresó voluntariamente con 20 años en el centro para tratar su agresividad y la adicción al alcohol, puesto que, detalla, bebía para evadirse.
En su caso, explica que consume pornografía desde los catorce años, pero que ha consumido muy poco. «No me hacía falta porque tenía relaciones sexuales y no necesitaba ver un vídeo», explica. También dice que ha mantenido relaciones sexuales cuando no le apetecían por presión: «Nunca he llegado al punto de considerarse una violación, pero sí que lo he hecho porque me han presionado y mi cabeza y cuerpo decían: «pues lo hago».
El 78% de los jóvenes de Can Ros tienen conductas de hipersexualización
La escuela terapéutica de Can Ros trata un centenar de jóvenes que sufren trastornos o problemáticas muy diversas. De estos, el 78% presentan conductas de hipersexualización. Según estudios de la fundación Amalgama7, encargada de la gestión del centro, la pornografía la clasifican en tres tipos: la convencional; la de la humillación y el dolor, y la de los colectivos vulnerables, con menores de edad o personas con discapacidad.
El psicólogo y coordinador clínico de Can Ros, Guillem Royo, señala que el 80% de los jóvenes atendidos han visionado estos tres tipos de pornografía y un 78% consideran que hacen un «uso responsable». «Muchas veces nos encontramos un nivel de minimización porque lo que visualizan dista mucho de aquello que tipificaríamos como una sexualidad sana», subraya. «La afectación que esto puede tener tanto en el ámbito psicológico como relacional es muy grande», apunta Royo.
Alba de Miguel, psicóloga también del centro de Aiguamúrica, explica que los chicos consumen pornografía con el argumento que les gusta, mientras que las chicas lo hacen para saber qué se espera de ellas en las relaciones.
Los dos responsables afirman que cuando llegan al centro, los adolescentes se «desintoxican» de todo, desde el uso aditivo del móvil a la ropa sexualizada. Ambos creen que son necesarios los límites y más controles por parte de los padres del contenido que consumen los adolescentes a internet.