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Tres gitanos tarraconenses dispuestos a romper moldes

Cultura, machismo, relación con los mayores, precariedad, educación, idioma... Tres personas hablan de lo que significa ser gitano hoy en Tarragona

26 abril 2024 19:26 | Actualizado a 27 abril 2024 07:00
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«A los gitanos se nos tiene que conocer antes de generalizar... Si algo nos caracteriza es que tenemos humildad y un respeto grande hacia las personas... Eso forma parte de nuestra cultura», proclama Juan Fernández, Presidente de la Associació Gitana de Campclar.

Fernández es uno de los tres invitados a la mesa redonda ‘La vida cotidiana de los gitanos en Tarragona, entre la precariedad y el empoderamiento’; una de las que se celebró ayer durante la Jornada de debate de la cultura gitana en Tarragona que organizaba el Institut Tarragonès d’Antropología con la colaboración del Ayuntamiento de Tarragona y la URV.

Las otras dos invitadas son dos mujeres: Trini Torres, presidenta de la Associació de Dones Gitanes de Tarragona Karin-Vaxt y Belén Borja, presidenta de la Federació multicultural de dones de Catalunya.

Un pasado no muy lejano

Explica Belén Borja que su padre era vendedor de caballos y su madre hacía cestas que luego vendía en el mercadillo. Ella, la menor de 14 hermanos, pudo estudiar para ser mediadora; un trabajo que ha llevado a cabo en el ámbito de la salud y ahora en el de la educación. Sus dos hijas han ido a la universidad y su hijo está haciendo un ciclo superior «y quiero que mis nietos tengan todas las facilidades para estudiar lo que quieran».

El padre de Juan Fernández también era vendedor de caballos y su familia emigró de Granada a Catalunya buscando un futuro mejor. Él trabajó como vendedor ambulante, pero a excepción de su hija mayor, que se casó muy joven, sus otros dos hijos también están estudiando.

Y en el caso de Trini, fue ella la que se puso a estudiar para sacarse el título de mediadora con 38 años, cuando ya era abuela... Y lo logró.

En los tres casos tienen claro que el progreso de sus familias está y estará marcado por la educación; por eso dedican a ella buena parte de los esfuerzos de las asociaciones en las que trabajan.

En el caso de Borja, por ejemplo, es presidenta de una asociación feminista de Torreforta que se ocupa de ofrecer clases de repaso gratuitas para los niños del barrio (gitanos o no). La idea, explica, es darles oportunidades cuando sus padres no cuentan con el nivel educativo para ayudarles. Además, mientras los niños están en clases, las madres pueden hacer actividades para su beneficio.

¿Y el machismo?

Pere Navarro, profesor de Filología Catalana de la URV y moderador de la mesa redonda pregunta justamente sobre el papel de las mujeres en la cultura gitana. Juan Fernández asegura que «estamos orgullosos de ellas».

Belén Borja, asegura que tiene la suerte de que su marido siempre la ha apoyado: «pasa como con los payos, que los hay machistas y los hay que no», dice. Trini, por su parte, cuenta que su marido, también gitano, fue el que más la animó a estudiar y es el que más la apoya. «Las mujeres somos las que cortamos el bacalao» sentencia. Con todo, las dos tienen claro que el progreso de su pueblo pasa por empoderar a las mujeres.

Pegados al barrio

Otra de las características que los une es el apego a sus barrios. Trini está muy comprometida con la Part Alta, Belén con Torreforta y Juan con Campclar. Este último dice que el suyo es un barrio «maravilloso» en el que viven cerca de dos mil gitanos, pero que está «muy dejado», por las administraciones.

En los tres casos sus asociaciones están abiertas a las familias marroquíes y de diferentes procedencias porque, apuntan, la clave es hacer prosperar sus barrios.

En este contexto a veces se presentan conflictos, algo que Trini, como mediadora, conoce bien. Cuenta que de lo que se trata es de hacer que las partes encuentren ellas mismas una solución.

En este punto Fernández apunta que cuando se trata de conflictos entre gitanos todavía hoy sigue vigente la figura del ‘Consejo de ancianos’ y lo que dicen va a misa, porque «el respeto es la base de la cultura gitana», aunque reconoce que es algo que se está perdiendo.

Cuando hablan de progreso los tres insisten, no obstante, en que no quieren perder su cultura. En este punto Navarro les pregunta cuántos podrían mantener una conversación íntegra en idioma caló Fernández y Borja solo recuerdan frases y palabras sueltas, pero esta última recuerda que «no lo perdimos por aburrimiento o por olvido, sino por la represión a la que fuimos sometidos». Pero no todo está perdido, Trini tiene una nieta de siete años que sí que habla «me encantaría que la escucharais».

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