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    Reus retumba de nuevo con los tambores de Calanda

    Las procesiones con las imágenes de L’Amargura y El Petó de Judes vuelven a encontrarse en la Plaça Prim, tras dos años compartiendo reccorrido por las obras en el Raval de Santa Anna

    27 marzo 2024 12:08 | Actualizado a 27 marzo 2024 12:10
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    La lluvia quedó en solo una amenaza de media tarde y las dos cofradías protagonistas del Martes Santo en Reus pudieron salir con normalidad. Y como ya es habitual en esta fecha, la procesión contó con una representación de la Cofradía Nuestro Padre Jesús Nazareno de Calanda (Teruel), que con sus tambores y sonido aturdidor acapararon gran parte de las miradas del público y transeúntes.

    Con coordinación entre las dos cofradías reusenses, la de la Verge de l’Amargura, que salía desde la iglesia de Sant Joan, y la de Sant Tomàs d’Aquino, els Estudiants, que empezó su procesión desde la parroquia de la Puríssima Sang, los dos pasos típicos del Martes Santo de la capital del Baix Camp volvieron a encontrarse en el cruce del Raval Santa Anna con el Carrer Llovera. Tras dos años sin poder hacerlo por culpa de las obras de peatonalización del arrabal, la imagen del beso de Judas pudo hacer su recorrido habitual y así protagonizar el encuentro.

    Primero llegó la imagen de la virgen, que tuvo que esperar unos minutos a la escena de la traición del apóstol a Jesús. Ambas procesiones se cruzaron cuando faltaban 20 minutos para las nueve de la noche: en aquel momento, las dos cohortes de armats, que resguardaban los pasos, se unieron en una sola y llevaron a las cofradías hasta la puerta de la iglesia de Sant Francesc d’Assís, donde finalizó.

    Toda esta semana es una fecha importante para los creyentes, pero Martes Santo es un día marcado en el calendario de muchos reusenses no creyentes. El ruido de los tambores de Calanda es ya un evento habitual de la capital del Baix Camp que atrae a todo tipo de públicos. Centenares de personas se concentraron en la Plaça Prim, ya mucho antes de que ambas procesiones salieran de sus templos, para vivir el encuentro entre las dos imágenes y el paso de la percusión turolense. También hubo mucho público en la Raval de Jesús y en la calle Sant Joan.

    «Ya vienen», le comentaba una madre a su hijo en la Plaça Prim, cuando aun ni se veían los armats en el Carrer Llovera. La calle hacía de caja de resonancia y anunciaba la llegada de la representación de un centenar de tambores. Cuando empezó a oírse este ruido, los niños subidos en los hombros de sus familiares se contaban por decenas. «Prom, prom, prom», imitaba la madre para hacerle más amena la espera a la criatura. El niño lo vivía con emoción y nervio, pero su cara cambió por una de temor cuando todos aquellos tambores llevaban ya unos minutos retumbando delante de él.

    Hace una semana la Fundació Ferrer i Guàrdia presentaba un informe sobre la laicidad en Catalunya: por primera vez las personas no creyentes (en cualquier religión) eran mayoría en el país. Estas cifras son innegables atendiendo al día a día de las parroquias, pero la Semana Santa y los tambores de Calanda logran que estos datos puedan parecer cuestionables durante tres o cuatro días al año. En Reus, las procesiones de L’Amargura, la de Les Tres Gràcies y la del Silenci logran que centenares de transeúntes se detengan al paso de las cofradías.

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